“Es necesario crear unidades específicas para la endometriosis”
La endometriosis es una enfermedad crónica, estrógeno-dependiente que afecta a mujeres en edad reproductiva. Sus síntomas más frecuentes son esterilidad y dolor en forma de dismenorrea (dolor con la regla), dolor pélvico crónico (cíclico o acíclico), dispareunia (dolor con las relaciones sexuales), lumbalgia, disquecia (dolor al defecar) y disuria (dolor al orinar).
A menudo se asocian síntomas urinarios y digestivos que suelen ser catameniales (coincidentes con la regla). La característica de la enfermedad es que el endometrio aparece, por causas que desconocemos, fuera de su lugar habitual. Generalmente en la pelvis, pero también puede hacerlo fuera de esta, en órganos tan distantes como el hígado, el pulmón en incluso en el cerebro.
El diagnóstico de endometriosis resulta difícil (se ha calculado que en España el retraso diagnóstico puede ser superior a ocho años) y eso es debido a la gran variabilidad de presentación de los síntomas. Esta circunstancia contribuye, al menos en parte, a aumentar el sufrimiento físico y emocional experimentado por estas pacientes y a incrementar la carga económica para la sociedad provocada por esta enfermedad. Debido a que el tratamiento hormonal no es definitivo, pues los síntomas recurren en el momento que la terapia farmacológica se suspende, en los casos más avanzados y cuando el objetivo es la erradicación de la enfermedad, el tratamiento quirúrgico sigue siendo la primera opción terapéutica.
Sin embargo, es bien conocido que esta cirugía puede ser muy difícil, con una larga curva de aprendizaje y necesitar de equipos multidisciplinares con gran experiencia.
Desde el Ministerio de Sanidad, con la ayuda de expertos de toda España, se redactó en 2013 una guía sobre la atención a la endometriosis en el SNS. En esta se recogía la importancia de crear unidades de referencia y de derivar a las pacientes con formas graves a dichas unidades. En este momento, no se ha procedido a la creación oficial de dichas unidades y las que existen, en ciudades como Madrid, Barcelona o Valencia, funcionan debido al esfuerzo individual de los médicos que trabajan en ellas. No cuentan con ningún tipo de soporte oficial y sigue siendo una labor casi imposible para las mujeres afectadas el conseguir la derivación a dichas unidades desde sus comunidades autónomas.