Una revisión de estudios confirma la asociación entre alcohol y varios tipos de cáncer
Se asocia una de cada cinco muertes con una alimentación inadecuada. El consumo de ultraprocesados incrementa el riesgo del cáncer colorrectal.
Se han visto 860 metanálisis para evaluar la calidad de la evidencia que relaciona ciertos alimentos con el riesgo de cáncer de once órganos. La revisión de ‘Nature’ confirma que hay evidencia sólida para la asociación entre el consumo de alcohol y el riesgo de cáncer de colon, recto, mama, esófago, cabeza y cuello e hígado.
Tras una amplia revisión de 860 metanálisis para conocer la evidencia científica que asocia la dieta y el riesgo de padecer diversos tipos de cáncer, un grupo de investigadores han comprobado que, de todos los alimentos analizados en los estudios publicados, solo hay evidencia sólida para la asociación entre el consumo de alcohol y el riesgo de cáncer de colon, recto, mama, esófago, cabeza y cuello e hígado.
Asimismo, también han visto una evidencia robusta para la teoría de que el consumo de calcio, lácteos y cereales integrales reduce el riesgo padecer cáncer colorrectal; lo mismo sucede con el consumo de café y el riesgo de carcinoma de células basales de hígado y piel, y la ingesta de frutas y verduras y el cáncer de cabeza y cuello.
Según los autores, aunque los factores relacionados con la nutrición, como la obesidad y la falta de actividad física, son factores de riesgo establecidos para varios cánceres, “la asociación de factores dietéticos específicos con el riesgo de cáncer es menos reconocida y potencialmente sesgada debido al error de medición de la exposición y al estudio”. Y reconoce que es difícil demostrar hasta qué punto esta literatura se ve afectada por los sesgos”.
En esta revisión han comprobado que en general, los metanálisis vistos “englobaban pocos estudios de media y un número moderado de casos de cáncer”, reconocen los autores.
Otra cuestión importante para los responsables del trabajo es la metodología empleada en los estudios de los metanálisis, basada en cuestionarios de frecuencia alimentaria para medir el consumo de alimentos, que a su juicio no es la más adecuada “por ser propensa a errores”, aseguran. “Solo un pequeño porcentaje
-prosigue- ha incluido otros métodos, como recordatorios de 24 horas, generalmente, en combinación con los cuestionarios de frecuencia alimentaria”.
La metodología se basa en cuestionarios de frecuencia alimentaria para medir el consumo de alimentos
Para resolver estos problemas de imprecisión, en el presente trabajo se sugieren varios métodos, entre ellos, el mencionado recordatorio de 24 horas, sin embargo, reconocen, que “se necesitan múltiples mediciones, hasta seis días, para los alimentos consumidos con menos frecuencia para hacer una evaluación más precisa y correcta de la ingesta habitual de un individuo”. También proponen el uso de imágenes de teléfonos móviles de todos los alimentos consumidos y un software de reconocimiento de imágenes para el análisis del tipo y cantidad de alimentos, “pero este método aún está en desarrollo”. Otra opción es usar de biomarcadores de ingesta, “ya sea directamente en el análisis o como herramienta de calibración para las autoevaluaciones”.
Otra conclusión de este trabajo es que “el cáncer es un grupo de enfermedades con períodos de latencia prolongados, sin embargo, la evaluación de la ingesta dietética en la mayoría de los casos se realiza solo en uno o en algunos puntos temporales en varios estudios de cohortes bien establecidos, lo que puede llevar a subestimar algunas asociaciones entre la dieta y el cáncer”.
También reconocen que los estudios realizados, hasta ahora, se ha centrado, principalmente, asociaciones de alimentos y nutrientes individuales “y puede que no sean biológicamente importantes de forma aislada, pero los efectos sinérgicos de numerosos alimentos en los patrones dietéticos generales pueden ser más importantes”.
Por tanto, a juicio de estos investigadores, “la investigación futura debería centrarse en métodos nuevos y mejorados para medir la naturaleza variable de la nutrición en el tiempo; en el papel de la dieta en los primeros años de vida; la evaluación de los patrones dietéticos generales; la investigación de los procesos biológicos involucrados en las asociaciones dieta-cáncer; el estudio de subtipos de cáncer molecular y los resultados después del diagnóstico de cáncer, y la interacción de los patrones de dieta con el resto del exposoma (p. ej., medio ambiente, comportamiento, genoma, metaboloma, proteoma, epigenoma, microflora intestinal, etc.).
Y defienden que es “fundamental continuar y mejorar los esfuerzos de investigación y las inversiones en este campo, porque la dieta es una exposición omnipresente y los cambios que en ella se hagan pueden modificar el riesgo de cáncer”.
Alcohol y cáncer
En el caso concreto del alcohol, sobre el que hay evidencia sólida, según el presente trabajo, las asociaciones de la ingesta con el riesgo de cáncer de riñón y estómago se clasificaron con un “evidencia débil”; en cambio, la que lo relaciona con cáncer de mama premenopáusico fue calificada con “evidencia convincente”.
Como se explica en esta revisión, “los mecanismos biológicos que relacionan el consumo de alcohol con el cáncer de mama implicarían, principalmente, concentraciones de estrógenos circulantes e intracelulares alteradas y la posterior proliferación de receptores de estrógenos (RE) en las células epiteliales mamarias. Más específicamente, el consumo de alcohol se ha asociado con un aumento de las concentraciones de estrógenos y andrógenos circulantes en estudios observacionales, y el etanol promueve la proliferación de células de cáncer de mama ER + pero no ER−”.
También hacen referencia a la ingesta crónica de alcohol, “que se ha asociado, además, con estrés oxidativo, disbiosis intestinal e hiperpermeabilidad a productos bacterianos luminales, lo que puede conducir al desarrollo de cáncer colorrectal, enfermedad hepática alcohólica y cáncer de hígado”.
La revisión destaca, asimismo, que los efectos carcinogénicos directos del acetaldehído y sus metabolitos son otro mecanismo potencial para la aparición del cáncer, ya que el acetaldehído se une rápidamente al ADN y las proteínas y produce aductos de ADN, lo que da lugar a mutaciones puntuales en él.
El poder del calcio y la fibra
La revisión afirma que los productos lácteos pueden reducir el riesgo de cáncer colorrectal debido a su alta concentración de calcio. “Otras vías incluyen la regulación de la proliferación, diferenciación y apoptosis celular mediante la preservación de la integridad de las células epiteliales intestinales y el mantenimiento de la homeostasis inmunitaria en el intestino”.
Asimismo, apuntan que los estudios han demostrado que “las bacterias del ácido láctico pueden absorber mutágenos de los alimentos cocidos, desactivar los carcinógenos intestinales y reducir la inflamación intestinal”.
La revisión menciona, a su vez, a los productos integrales como agentes protectores frente al cáncer colorrectal, de lo que hay, dicen, “pruebas sólidas que lo respaldan”. Y es que contienen niveles altos de fibra dietética y otros nutrientes y sustancias con potenciales propiedades anticancerígenas. Específicamente, la fibra dietética “acorta el tiempo de tránsito intestinal, diluye el contenido colónico y promueve la fermentación anaeróbica de las bacterias intestinales. Como resultado, las sustancias cancerígenas están menos tiempo en contacto con las células epiteliales, mientras que se producen ácidos grasos de cadena corta”. Además, los productos integrales reducen las concentraciones de insulina en ayunas, que es un factor de riesgo establecido para el cáncer colorrectal.
El café
En relación al café, en este trabajo se ha comprobado que ha sido objeto de muchas investigaciones. “Encontramos evidencia que sugiere que la ingesta de café disminuye el riesgo de carcinoma de células basales de hígado y piel. Los efectos beneficiosos del consumo de café podrían deberse a las propiedades antioxidantes y antinflamatorias de sus compuestos fitoquímicos que pueden proteger contra enfermedades desencadenadas por inflamación como el cáncer. Además, el consumo de café se ha relacionado con un mejor perfil de marcadores de lesión hepática y por ello puede reducir el riesgo de cáncer de hígado”.
Como conclusión, proponen que, en el ámbito de la salud pública y las políticas sanitarias, “los esfuerzos deben estar dirigidos a discernir los principales factores de riesgo de cáncer relacionados con la dieta, en particular la obesidad y el consumo de alcohol. Gema Suárez Mellado