Identifican bacterias intestinales vinculadas a cuadros depresivos
Dos estudios en grandes poblaciones de sujetos hallan alteraciones en la microbiota independiente de grupos étnicos. La vinculación entre microbiota y depresión abre la vía para el desarrollo de nuevas terapias.
La presencia de un grupo de bacterias intestinales se ha asociado con síntomas depresivos. Así lo recogen dos artículos publicados en Nature Communications. Los descubrimientos realizados por los investigadores han identificado microorganismos específicos presentes en el sistema digestivo que están involucrados en la síntesis de mensajeros químicos clave relacionados con la depresión.
A pesar de ser una de las principales causas de mortalidad y disparidad económica, los orígenes biológicos de la depresión siguen siendo poco conocidos, ya que las causas no están claras y las opciones de tratamiento son limitadas. Se cree que el microbioma intestinal desempeña un papel en los trastornos depresivos, pero los mecanismos biológicos subyacentes están poco estudiados.
Además, se conoce que tanto el microbioma como los niveles de síntomas depresivos varían sustancialmente entre grupos étnicos. Por lo tanto, cualquier intervención futura para la depresión dirigida al microbioma requiere una comprensión de las asociaciones microbioma-depresión entre razas.
“En los dos estudios se analizan relativamente grandes poblaciones de sujetos y esto es una de sus principales fortalezas. En uno de ellos, se hace con población multiétnica, lo que ayuda a analizar la consistencia de las observaciones en diferentes poblaciones”, señala para Science Media Center (SMC) José Manuel Fernández-Real, jefe del grupo de Nutrición, Eumetabolismo y Salud del Idibgi y del Ciberobn, catedrático de Medicina de la Universidad de Girona y jefe de Sección de Endocrinología del Hospital Dr. Josep Trueta.
Primer estudio
Jos Bosch, Anja Lok, Susanne de Rooij y sus colegas estudiaron a un grupo de 3.211 personas de la cohorte de microbiomas del estudio Helius, que consta de seis grupos étnicos que viven en las zonas urbanas de Ámsterdam, incluidos holandeses, surinameses del sur de Asia, surinameses africanos, ghaneses, turcos y marroquíes.
Al vincular los datos de la microbiota con datos demográficos, conductuales y de depresión, los autores identificaron una firma microbiana predictiva de los síntomas depresivos que fue, en gran medida, invariable entre los grupos étnicos estudiados.
Sobre este trabajo, Eduard Vieta, director científico del Centro de Investigación Biomédica en Red de Salud Mental (Cibersam), jefe de Servicio de Psiquiatría y Psicología del Hospital Clínic de Barcelona, comenta que “este es un tema muy interesante y en plena progresión. Los resultados no son extraordinariamente novedosos (solo en una pequeña parte), pero confirman los cambios en el microbioma ya descritos y lo hacen en una muestra de las más amplias hasta la fecha. Además, lo hacen midiendo la gravedad de los síntomas depresivos y controlando por la coexistencia de otras patologías y los efectos del tratamiento”.
Segundo estudio
En el otro trabajo, un artículo coeditado por Najaf Amin, Robert Kraaij y Djawad Radjabzadeh, se compararon las características de la microbiota intestinal de 1.054 participantes de una cohorte separada en los Países Bajos, llamada la Cohorte de Rotterdam, y encontraron 13 taxones microbianos asociados con síntomas depresivos, como como Eggerthella, Subdoligranulum y Coprococcus. Después, estos hallazgos se replicaron en la cohorte del estudio Helius.
Los autores encontraron que estas bacterias están involucradas en la síntesis de mensajeros químicos conocidos asociados con la depresión, como el glutamato, el butirato, la serotonina y el ácido gamma amino butírico (GABA). El microbioma fecal se estudió como representante del microbioma intestinal en ambos estudios.
“Se identifican cambios en las poblaciones bacterianas de las personas con depresión relacionados con microorganismos que producen glutamato y serotonina, entre otros neurotransmisores, que precisamente son de gran relevancia en la depresión. Además, estos cambios se mantienen más allá de las diferencias culturales, genéticas y de estilo de vida de distintos grupos étnicos. A pesar de la amplia muestra, algunos análisis no se han podido replicar, pero, en mi opinión, supone un paso adelante en la comprensión de los cambios inflamatorios asociados a la depresión y de la conexión entre nuestra flora digestiva y el funcionamiento cerebral”, explica el director científico del Cibersam.
Rosa del Campo, investigadora en el Hospital Ramón y Cajal, de Madrid, y miembro del Grupo Especializado para el Estudio de la Microbiota Humana de la Sociedad Española de Enfermedades Infecciosas y Microbiología Clínica (Seimc-Gembiota), señala que “la implicación que tienen estos trabajos es que debemos añadir la microbiota intestinal como un factor más en la causa de la depresión”.
Antibióticos, probióticos y trasplante fecal
“Se sugiere que es una causa orgánica relacionada con la producción/degradación de neurotransmisores por parte de las bacterias del tracto intestinal”, explica. “A pesar de que estas teorías ya existen desde hace tiempo, por el momento no se ha incorporado el estudio de la microbiota dentro de la práctica clínica, también porque las herramientas que tenemos para modularla son escasas. Por el momento no podemos utilizar antibióticos por la alta presión de resistencia, los probióticos tienen una utilidad dudosa y el trasplante fecal no está autorizado para este tipo de patologías”.
Del Campo apunta una pega a estos trabajos: “Se basan en la composición de la microbiota. A través de los datos que han obtenido se infiere la producción/degradación de neurotransmisores, pero no se ha determinado la concentración de dichos neurotransmisores en heces o en suero, lo que sería fundamental para demostrarlo. Todos estos estudios se basan en el ADN de las heces para conocer la composición de las bacterias y a partir de ese dato se infiere la funcionalidad de esas bacterias, pero es necesario conocer el metaboloma final”.
Aunque los impactos clínicos de estos hallazgos deben confirmarse experimentalmente, los dos estudios juntos refuerzan aún más el vínculo entre la composición del microbioma intestinal y la depresión, y sugieren que puede ser un objetivo útil para futuras terapias. “Todavía es muy pronto para hablar de tratamientos. Por una parte, hay indicios de que una dieta equilibrada (por ejemplo, la dieta mediterránea) puede mejorar la salud mental, aunque no es un tratamiento adecuado por sí solo para la depresión mayor. Por otra, sería prematuro y fantasioso plantearse a día de hoy el trasplante fecal como una alternativa terapéutica”, remata Vieta. Pere Íñigo