El estereotipo sobre la masculinidad frena la detección del cáncer de próstata
El temor a la disfunción sexual y la incontinencia urinaria pesan en la prevención. Las nuevas técnicas quirúrgicas reducen la posibilidad de que la función sexual resulte afectada.
“Hombres, cuiden de su salud, revisen su próstata”. Este es el llamamiento unánime que hacen urólogos y pacientes a la población masculina a partir de los 50 años (antes, para los que tengan antecedentes) y que también se extiende a las autoridades sanitarias: pongan en marcha “ya” el cribado de cáncer de próstata. Y es que este es el tumor más frecuente en los hombres (20.000 nuevos casos al año) y la tercera causa de muerte por cáncer en varones, por detrás del de pulmón y el de colon (6.000 fallecimientos). Se estima que uno de cada cinco hombres será diagnosticado de esta enfermedad.
La mayoría de los casos aparece alrededor de los 65 años, pero el pronóstico es bueno si se detecta en las fases iniciales. El problema es que muchos hombres se resisten a acudir al médico de familia o al urólogo para solicitar la realización de la PSA (antígeno prostático específico), unos marcadores que se determinan con un análisis de sangre. “Hay mucho miedo, un miedo vinculado a la enfermedad, claro está; pero también a otras cuestiones que tienen que ver con la masculinidad. Es hora de hablar públicamente de todo esto”, señala Carlos Albero, secretario de la Asociación Nacional de Pacientes de Cáncer de Próstata (Ancap).
¿La masculinidad? Sí, porque uno de los lastres para combatir esta enfermedad es que muchos hombres asocian irremediablemente cáncer de próstata con disfunción sexual e incontinencia urinaria. También sienten rechazo a la prueba del tacto rectal (que no se hace siempre) y que tantas bromas “de machotes” ha suscitado, señala Albero (“espero que el médico tenga los dedos finos” o “a ver si me va a gustar”). De ahí, indica, el silencio que ha rodeado a esta enfermedad, ya de por sí silenciosa.
A esto hay que sumar la “personalidad masculina”, explica Estefanía Linares, del servicio de urología del hospital madrileño La Paz. El hombre tiene más reparos a hablar de su salud, va menos al médico y acude principalmente cuando está mal. Y aunque tenga síntomas elude comunicarlo a sus amigos, y menos, síntomas como los que afectan a la próstata. Además, las revisiones médicas no forman parte de su agenda.
“No fue mi caso –explica Albero, al que hace dos años le diagnosticaron cáncer de próstata–. Yo me hacía revisiones desde hacía tiempo (empezó a los 47 porque su padre tenía hiperplasia benigna) y cuando los marcadores de la PSA se incrementaron, me hicieron las pruebas pertinentes (no hubo tacto rectal) que confirmaron el tumor (tenía 55 años). Yo no tuve reparos en contarlo, en absoluto. Y, de pronto, compañeros de trabajo con los que estaba codo con codo me dijeron que ellos también. ¡Y nadie sabía nada!”
Una situación completamente diferente a la que viven las mujeres con los tumores ginecológicos. “No se puede hacer ningún tipo de símil, al menos, por el momento. Las mujeres llevan décadas escuchando que hay que hacerse revisiones, hay cribados, campañas y, sobre todo, mucha comunicación entre ellas. Lo tienen completamente normalizado. Esa red social femenina, de contarse cómo están, sus miedos, cómo se encuentran, ayuda muchísimo”, explica la doctora Linares.
Pero, ¿es verdad que tener cáncer de próstata lleva aparejado la incontinencia urinaria o la disfunción sexual, las principales preguntas que hacen los hombres al urólogo? No siempre, ni mucho menos. Primero, hay que explicar que a medida que los hombres envejecen, la próstata puede agrandarse y bloquear la uretra o la vejiga, produciendo dificultad para orinar (disminución del calibre o interrupción del chorro de orina; aumento de la frecuencia de la micción, sobre todo nocturna; dificultad para orinar o escozor) o problemas en la función sexual. Este problema se conoce como hiperplasia benigna de próstata y puede tratarse con fármacos o precisar una cirugía para corregirlo, señalan desde la Sociedad Española de Oncología Médica (Seom).
Los síntomas de la hiperplasia prostática benigna o de otros problemas que afectan a la glándula pueden ser similares a los síntomas del cáncer de próstata. No obstante, en la mayoría de los casos en los que el tumor se diagnostica en una fase temprana, los pacientes suelen estar asintomáticos.
Cuando los tumores crecen pueden producir síntomas urinarios como los de la hiperplasia benigna de próstata y otros menos frecuentes como la presencia de sangre en la orina, en el semen o impotencia sexual.
¿Y cuando se extrae la próstata? “Cuando se extraía la próstata por cirugía era muy complicado preservar los nervios y quedaban secuelas. Pero eso ha cambiado mucho gracias a la laparoscopia y la robótica. Y, también, a los tratamientos farmacológicos (entre ellos, la viagra)”, señala la uróloga.
Ancap nació precisamente para hablar públicamente y “con normalidad de los efectos provocados por su tratamiento, es decir, la vigilancia activa, cirugía, radioterapia y hormonoterapia que frecuentemente derivan en la incontinencia de orina, disfunción eréctil y fístulas urinarias, así como cuadros de ansiedad-depresión reactiva y pérdida de autoestima”, señalan desde la asociación.
El secretario de la Asociación Española de Urología, Mario Álvarez, cree, sin embargo, que el silencio que acompaña a esta enfermedad está cambiando. “Cada vez más hombres de 50 años acuden al médico de familia o al urólogo para revisarse la próstata. Los hombres de mediana edad son cada vez más conscientes y acuden al facultativo para consultar y solicitar la PSA, lo que permite los diagnósticos precoces y reducir la mortalidad. No ocurre así con los más mayores, que vienen muchas veces con un tumor avanzado, metastásico”. También ha ayudado mucho, señala Álvarez, que muchas empresas hayan incluido la PSA en los análisis de sangre a sus trabajadores.
Pero, ¿qué es la PSA? Una sustancia producida en exclusiva por las células que forman la próstata. Por lo general, a mayor valor de PSA, mayor probabilidad de cáncer de próstata. Sin embargo, hay que tener en cuenta que los niveles de PSA también se pueden elevar con la edad, en la hiperplasia benigna de próstata, con la infección o inflamación de la próstata o traumatismos en la zona. “Es un instrumento muy valioso, que hay que extender a toda la población mayor de 50 años. Su coste es mínimo y salva vidas”, señala Linares. Celeste López