Algunos trastornos mentales cursan con episodios de agitación psicomotriz
Anticiparse a los episodios de agitación puede evitar la contención mecánica de los pacientes psiquiátricos
Raquel González Los episodios de agitación consisten en una exaltación psicomotriz y una alteración psicológica caracterizada por irritabilidad, insultos e incluso agresividad. Aunque no son frecuentes, pueden darse en pacientes con determinados trastornos mentales como esquizofrenia, trastorno bipolar y de personalidad. En ocasiones, los episodios de agitación ponen en riesgo la integridad física del paciente y de su entorno, lo que conduce a la adopción de medidas de contención mecánica. Tal como explica Marina Díez Marsá, psiquiatra responsable de la unidad de intervención precoz en psicosis de inicio reciente del Hospital Universitario Clínico San Carlos de Madrid, “llegar a este punto es muy desagradable para el paciente y sus familiares, pero también para el personal sanitario. La contención mecánica multiplica el sufrimiento, aunque a veces es necesario recurrir a ella para proteger al paciente que, a posteriori, suele comprender que era lo que había que hacer”.
Sin embargo, en muchos casos es posible adelantarse al episodio de agitación y actuar antes de que tenga lugar, evitando así la contención mecánica. Con el objetivo de que se reconozcan las señales de alerta, el pasado 22 de febrero la especialista Díez Marsá se reunió en Madrid con miembros de las asociaciones de familiares y pacientes con trastornos mentales AMAFE y AMAI. Si el paciente se muestra cada vez más nervioso o manifiesta una ansiedad creciente, intolerancia a la frustración, enfado o inquietud, cierta agitación psicomotriz o verborrea, se debe empezar a actuar, sobre todo, si ya hay antecedentes de episodios de agitación.
El tiempo que transcurre entre la aparición de los primeros síntomas y la agitación psicomotriz franca es variable, aunque se estima que puede oscilar entre los treinta minutos y la hora. La primera medida que deben adoptar los cuidadores ante estos síntomas es la de la contención verbal, es decir, intentar tranquilizar al paciente mediante la palabra, haciéndole saber que son conscientes de que lo está pasando mal y van a ayudarle.
Cuando esto no es suficiente, hay que pasar al tratamiento farmacológico, fundamentalmente antipsicóticos atípicos o benzodiacepinas, como indica la psiquiatra Díez Marsá. Hay fármacos orales que pueden administrarse en el propio domicilio y otros por vía inhalatoria o intramuscular, que deben ser administrados por personal sanitario en el ámbito hospitalario. “Es importante que el cuidador pida atención domiciliaria o acuda a un servicio de urgencias si ve que no consigue controlar la situación”, añade la especialista. “A veces, el entorno sanitario produce un efecto que no hace necesaria la contención mecánica y basta con el tratamiento farmacológico”, concluye Diaz Marsá.