Menos medicación y más terapias no farmacológicas en el sector residencial
Las personas mayores, más sensibles a los efectos de ciertos fármacos, acceden a opciones terapéuticas idóneas.
Según datos de la Organización Mundial de la Salud, se prevé que se triplique el número de personas de 80 años o más entre 2020 y 2050. Esto supone un reto para los sistemas de salud y asistenciales, que han de prepararse para afrontar el cambio demográfico con el gran objetivo de llegar a la vejez en las mejores condiciones posibles.
David Curto, director Médico, Innovación y Calidad Clínica de Sanitas Mayores explica, “las primeras etapas del mayor se caracterizan por la cronicidad con ausencia de patologías graves o deterioro cognitivo, con niveles bajos de dependencia”. Si bien en ocasiones es necesaria una atención puntual debido a una enfermedad temporal, alguna lesión o una situación de dependencia leve.
Evidentemente hay una gran variabilidad en la vejez y, según el perfil del mayor y su edad, la comorbilidad y la fragilidad son fenómenos asociados, produciéndose mayor demanda de cuidados de larga duración.
Con el aumento de la edad también se incrementa el número de medicamentos prescritos. Varios estudios sobre el perfil sanitario de las personas ingresadas en los centros residenciales señalan que más de un 90% tiene más de tres fármacos activos, y más del 60% llega a necesitar hasta siete.
Por tanto, en este último punto, el modelo residencial debe adecuar cada vez más la atención sanitaria a los mayores. En los centros son varios los protocolos que velan por un uso racional y adecuado de los medicamentos, mejorando la prescripción y la administración de los mismos, evitando la polimedicación, la cronificación de éstos y adecuando el uso de psicofármacos. De hecho, un estudio elaborado desde Sanitas Mayores junto a la Universidad de Dartmouth demostró que el control del uso de estos fármacos aporta numerosos beneficios a los residentes al reducir conductas agresivas y caídas, y mejorar el bienestar emocional de los pacientes con demencia. Además, se reducen los efectos secundarios asociados a ellos como somnolencia o efectos cardiovasculares, al igual que los posibles efectos nocivos cuando se combinan con otros medicamentos, que pueden provocar una potenciación, reacciones cruzadas o sobremedicación.
Terapias para un envejecimiento saludable
En la naturaleza, con animales, con música, combinando actividades artísticas. Las terapias no farmacológicas son actividades muy variadas que no requieren de agentes químicos,pero que han demostrado su efectividad y validez científica a la hora de mejorar la calidad de vida de las personas mayores, aportando grandes beneficios físicos, cognitivos y emocionales. Son especialmente positivas para enfermedades neurodegenerativas y se ha probado que mejoran la autonomía en las rutinas del día a día y que evitan el aislamiento social.
Si bien los medicamentos son esenciales en el manejo de muchas de las patologías propias de las diferentes etapas de la vejez, en los centros residenciales se implementan cada vez más este tipo de terapias complementarias que fomentan un envejecimiento activo y saludable permitiendo, en algunas ocasiones, reducir el uso de fármacos. Se involucra a diferentes tipos de profesionales y se imparten siempre de forma personalizada. Así sucede en los centros de Sanitas Mayores, donde antes de la realización de cualquiera de ellas se completa un análisis y un seguimiento individualizado de cada residente que evalúan las necesidades y los condicionantes de salud. Se diseña un plan de terapias y actividades específico y adaptado para fortalecer las áreas físicas y cognitivas que necesiten más ayuda. J.M.