Vacunas covid en la recta final: al margen de su aprobación, deben seguir siendo investigadas
¿Protegerán las vacunas del contagio? ¿En qué medida? ¿Cuánto durará la inmunidad? Las vacunas anti-covid, unas aprobadas y otras a punto, tienen que continuar en estudio. Todas las vacunas en fase avanzada desarrolladas en Europa y Estados Unidos se basan en la proteína ‘Spike’
El goteo de aprobaciones de las vacunas de covid que se espera en las próximas semanas y que empezó en EE. UU. el pasado sábado, dará paso a vacunaciones masivas en Europa y Estados Unidos con las que, si todo sigue adelante según la información disponible, empezará a controlarse la pandemia. Varios expertos en vacunas aportan su visión, en una conferencia seguida de un debate telemáticos organizada por el Grupo Aragonés del Capítulo Español del Club de Roma, sobre las que están más avanzadas en su desarrollo clínico.
Mientras que en los países occidentales se ha apostado por la nueva tecnología -plataformas basadas en ARNm y los adenovirus- y por dirigirse a una proteína (S) del coronavirus, países que están en otra órbita geopolítica –China y Rusia- también están llevando hasta el final a vacunas de corte clásico (inactivadas).
Carlos Martín, director del Grupo de Genética de Micobacterias del CIBER de Enfermedades Respiratorias del Instituto de Salud Carlos III, y director del equipo de investigación de la Vacuna de la Tuberculosis (MTBVAC) de la Universidad de Zaragoza desde el año 1992, ha repasado los candidatos vacunales con los que la Unión Europea ha firmado contratos de compra anticipados, o está en negociación para ello. Son las vacunas basadas en vector viral, que vehiculizan la proteína S de AstraZeneca/Oxford y J&J/Janssen; las de ARNm que codifican también esta proteína de BioNTech/Pfizer, Moderna y Curevac, y las vacunas que se basan en subunidad de la proteína S, de Sanofi/GSK y Novavax. Esas son las que previsiblemente llegarán a España a lo largo de los próximos meses.
Martín ha recordado que es fundamental que, una vez que se hayan publicados los resultados de la fase III de ensayo en revistas evaluadas por pares, hay que mantener los estudios en un plazo de meses o años para poder responder a cuestiones que aún no se han dilucidado.
¿Protección frente a infección o enfermedad?
Una de esas cuestiones es si estas vacunas son eficaces no ya en la prevención de las enfermedades graves, como se está viendo en los estudios, sino en la de la infección. Juan Ignacio Aguiló, doctor en Bioquímica por la Universidad de Zaragoza, que investiga en la respuesta inmunológica a vacunas en diversos modelos animales, ha apuntado que “de momento, por los datos que se tienen y por el diseño de los ensayos, estas vacunas protegen frente a la enfermedad. Eso no quiere decir que no vayan a evitar la transmisión, pero a día de hoy no lo sabemos con seguridad; para eso, son necesarios otro tipo de ensayos, que probablemente ya están diseñados, pero llevan más tiempo. Los únicos datos indirectos que tenemos son los estudios en modelos animales (macacos), donde se ha observado que todas las vacunas disminuyen la carga vírica en pulmones, algo indicativo de que previenen la enfermedad –como se está confirmando-, pero se han observado diferencias. Por ejemplo, la vacuna de Oxford no disminuye la carga vírica nasofaríngea en igual medida que las vacunas de ARNm”.
Para el experto, responder a esta pregunta es muy importante, pues puede contribuir a trazar las prioridades de vacunación con los diferentes productos: “Si disponemos de una vacuna que previene la enfermedad, lo lógico es que se administre entre las poblaciones vulnerables y más expuestas, como ancianos y sanitarios, pero si se supiera además que la vacuna previene la transmisión, los colectivos de jóvenes, donde se registran muchos contagios, podrían subir en la escala de grupos prioritarios para la vacuna, y de esta forma frenar la epidemia”. De ahí el interés, ha reivindicado también Aguiló, “de mantener los ensayos clínicos en el tiempo, para poder responder a este tipo de cuestiones”.
Al respecto, Martín ha traído a colación las informaciones que sugieren que la vacuna desarrollada por el grupo farmacéutico nacional chino Sinopharm ofrecería un 86% de protección frente a la infección y un 100% a las formas graves de la enfermedad. Estos datos, ha recalcado, proceden de noticias, no se han publicado en revistas científicas. La vacuna de Sinopharm, ha detallado, se basa en el virus inactivado, “el método más clásico para hacer una vacuna, como el que se usó para desarrollar la vacuna contra la polio”.
¿Bastan los anticuerpos para asegurar la protección?
“Lo deseable es que se active también la respuesta celular, que permita eliminar al virus una vez ha entrado en el organismo, puesto que los anticuerpos en principio neutralizan la entrada del patógeno”, ha comentado Aguiló. La inmunidad humoral y celular son “dos brazos complementarios del sistema inmune; cuanto más activos estén, nos hace pensar que más durará la protección obtenida con las vacunas”.
¿Podría mutar el SARS-CoV-2 y comprometer así la eficacia de las vacunas?
Todas las vacunas en fase avanzada desarrolladas en Europa y Estados Unidos se basan en la proteína Spike del coronavirus. Las razones por las que se ha escogido esta proteína, ha explicado Jesús Gonzalo Asensio, especialista en Genética y evolución de microorganismos patógenos, también en la Universidad de Zaragoza, es que “es grande, tiene muchos epítopos o regiones donde se pueden unir los anticuerpos. Además, es abundante en la estructura del coronavirus, lo que facilita su reconocimiento por el sistema inmune, y es la que usa el virus para entrar en la célula”.
Gonzalo Asensio ha enumerado que, hasta hoy, se han secuenciado más de 40.000 genomas individuales del coronavirus en todo el mundo, y se han descrito algo más de 10.000 mutaciones a lo largo de los 30.000 nucleótidos que forman su secuencia. “El coronavirus muta como todos los virus, pero no tanto como el de la gripe o el VIH, lo que es una buena noticia”. Además, la proteína S no muta más que el resto del genoma coronavírico. “No obstante, hay una variante en S, en la que solo cambia un animoácido, y ahora es la predominante en todo el mundo; no se ha constatado que sea más virulenta”.
El científico ha destacado que “si todas las vacunas occidentales funcionan, lo harán igual de bien, porque se dirigen a la misma diana, pero si, por la razón que sea, el virus acumula mutaciones y alguna afecta a las zonas predominantes de unión de los anticuerpos, se podría empezar a seleccionar variantes de virus que escapen a los anticuerpos, y dejarían de funcionar. La selección de variantes resistentes a las vacunas no es algo que haya ocurrido antes, pero también estamos viviendo una pandemia sin precedentes. Por eso, apostar por otros tipos de vacunas es importante, y las de virus inactivados incluyen más epítepos”.
¿Pueden estas vacunas producir una exacerbación mediada por anticuerpos?
Este efecto se ha descrito como reacción negativa de algunas vacunas; se ha registrado con la desarrollada frente el dengue, y algunas que se experimentaron en modelo animal para el coronavirus SARS-CoV-1. “Si una vacuna produce anticuerpos de baja capacidad neutralizante, en lugar de neutraliza al virus al que se une, activa a diversas poblaciones del sistema inmune innato, como los macrófagos. Para que se produzca ese efecto tiene que haber un encuentro de la persona vacunada con el virus. De momento, no se ha observado con las vacunas ensayadas para la covid”, ha afirmado Aguiló. En modelos preclínicos, en particular con los macacos, se midió este efecto “y no se ha visto, por lo que, en principio, se podría descartar, pero, una vez más, sería un factor importante a tener en cuenta en la fase de farmacovigilancia”.
¿Cuánta población vacunada será necesaria para obtener la ‘inmunidad de grupo’?
Obviamente, cuanta más, mejor, han coincidido. “Por encima del 50-60% de la población ya se estaría controlando la pandemia, pero también va a depender de la eficacia de las vacunas, que estamos viendo que es muy alta a tiempos cortos tras la vacunación, pero no sabemos durante cuánto se mantiene. También dependerá de la capacidad de las vacunas para proteger de la transmisión. No obstante, puesto que primero se vacunará a los grupos vulnerables, es de esperar que pronto se aprecie un impacto positivo en la disminución de la mortalidad y de la saturación de los hospitales”, ha afirmado Aguiló.
¿Cómo es posible que en tan poco tiempo se dispongan ya de vacunas contra el SARS-CoV-2?
“Estas vacunas no han salido de la nada”, ha dicho Gonzalo Asensio. “No es un proceso tan rápido como nos quieren contar. Las vacunas de ARNm se están desarrollando desde hace al menos una década contra el cáncer. Las que utilizan adenovirus también se estaban investigando frente a otras enfermedades, como el Ébola. Son plataformas que se han aprovechado para desarrollar las candidatas contra el SARS-CoV-2. Esto ha sido posible gracias al esfuerzo de años de la ciencia básica”.
El hecho de qué en España, donde hay muy buenos científicos y buenas ideas, no se cuente aún con una candidata vacunal en fase clínica es, a juicio de estos expertos, un problema endémico de falta de apoyo institucional y económico.
“Ahí está el grupo de Luis Enjuanes, cuyos años de estudio de los coronavirus y su conocimiento a fondo de estos patógenos les ha permitido desarrollar una candidata que consiste en domar (atenuar) al coronavirus. Probablemente, esta sea la mejor estrategia para conseguir una vacuna eficaz y duradera, pero no hay músculo detrás de estas ideas. Hace falta una inyección de dinero muy importante para llevar a un candidato a la fase III”, ha mencionado Aguiló.
¿Desbancarán las nuevas vacunas a las clásicas?
Con las nuevas vacunas, que utilizan tecnología de vanguardia, solo hace falta una secuencia del virus para poder desarrollarlas. “Son muy rápidas de obtener y esto las hace muy atractivas”, ha destacado Gonzalo Asensio, si bien también ha apuntado al largo recorrido de las vacunas clásicas, de las que se tiene mucha información sobre sus potenciales efectos adversos, así como beneficios. “Por ejemplo, la vacuna contra la tuberculosis BCG, que tiene cien años, puede proteger de forma no específica frente a otras enfermedades además de para la que está diseñada”. A ello se añade que son más baratas de obtener y distribuir que las nuevas. Según el investigador, para enfermedades emergentes y nuevas, si se demuestran eficaces en la pandemia, las vacunas de última generación puedes ser muy ventajosas, pero las clásicas tienen unas cualidades que no deberían despreciarse.
En esta carrera apresurada por desarrollar vacunas, Martín ha lamentado la ausencia de diálogo entre los promotores de vacunas occidentales y los orientales. “Quisiera saber si estamos aprendiendo algo de esto, si estamos preparados para la próxima pandemia, porque cuando surja otra enfermedad, las vacunas de ARNm funcionarán bien si disponemos de la proteína clave para la que se generan anticuerpos neutralizantes, lo que no siempre tiene que ocurre”, ha especulado. De ahí que sea importante no desechar los métodos de desarrollo clásicos, que tan buenos resultados han demostrado a la lo largo de la historia de la vacunología.
Y parece que alguien hubiera tomado buena nota de estas sugerencias de diálogo, pues este viernes se ha sabido que la farmacéutica británica AstraZeneca va a iniciar una investigación sobre la combinación de su vacuna contra la covid y la rusa Sputnik V, ambas con vector viral, a fin de intensificar su efectividad. Sonia Moreno (DM)