Tipos de cáncer de piel y sus particularidades  

Por. Lorea Bagazgoitia, dermatóloga.

El cáncer de piel está claramente vinculado con la exposición solar: cuanto más expuesta haya estado una piel a lo largo de la vida, mayor riesgo tendrá de desarrollar uno a lo largo del tiempo. Se trata de un motivo muy habitual por el que consulta la gente en dermatología. En consecuencia, muchos de ellos acudirán a la oficina de farmacia a adquirir los medicamentos indicados para el tratamiento. Dado que no todos los cánceres de piel son iguales ni se tratan de la misma forma, en este artículo repasaremos los principales tipos y sus características fundamentales de cara a poder proporcionar una adecuada atención a nuestros pacientes. A nivel académico, los cánceres de piel los clasificamos en melanoma y cáncer cutáneo no melanoma.

Melanoma

Según la Asociación Española Contra el Cáncer (AECC), el melanoma se da en 122 de 100.000 habitantes/año en nuestro país. Se trata de aquel cáncer que deriva de los melanocitos, las células que producen el pigmento de la piel. Es por eso que su aspecto más habitual es el de un lunar de aspecto feo, de color marrón muchas veces con bordes irregulares, color desigual o ulceración. No obstante, existen melanomas amelanóticos, de color rosado, sin pigmento, lo cual lo hace un tipo de tumor con cierta dificultad diagnóstica. Por esto es de vital importancia la valoración por un dermatólogo ante lesiones de nueva aparición, especialmente si crecen rápido. El melanoma puede surgir a partir de un lunar (nevus melanocítico) previo. Sin embargo, en contra de lo que se pueda pensar, es más frecuente que surja sobre piel sana. El pronóstico de un melanoma diagnosticado precozmente, que únicamente afecte a la epidermis, tiene una supervivencia del 100%. Sin embargo, su progresión en profundidad hacia la dermis puede tener implicaciones importantes, pudiendo causar metástasis tanto por vía hemática como linfática. Razón por la cual es tan importante el diagnóstico precoz y la concienciación de la población en cuanto a los cambios que han de observar en sus lunares. Para ello se suele recomendar la regla ABCDE:

  • Asimetría: la asimetría en cuanto a estructuras o colores supone un motivo de sospecha.
  • Bordes: la irregularidad en los bordes o los cambios de contorno de estos deben hacer pensar en una posible malignización.
  • Color: es recomendable consultar con el dermatólogo si un lunar tiene más de tres tonos diferentes.
  • Diámetro: un diámetro por encima de 6mm se considera de mayor riesgo.
  • Evolución: eventos como sangrado, picor o un aumento rápido de tamaño son signos de sospecha.

El tratamiento estándar del melanoma es quirúrgico. Además, una vez extirpado y diagnosticado, los pacientes han de someterse a una segunda intervención para ampliar la cicatriz y minimizar el riesgo de recurrencias locales. Posteriormente, dependiendo del estadiaje, algunos pacientes tendrán suficiente con la cirugía, mientras que otros tendrán que someterse a tratamiento oncológico.

Cáncer cutáneo no melanoma

Todos los tipos de cáncer de piel diferentes al melanoma se engloban en este segundo grupo. La tasa de incidencia en 2020 fue de 47 casos por 100.000 habitantes, según la AECC. Los más frecuentes son aquellos derivados de los queratinocitos, las células que conforman la epidermis, sobre los que hablaremos a continuación.

Carcinoma basocelular

El carcinoma basocelular es el tumor maligno más frecuente en el ser humano y, por tanto, el cáncer de piel más frecuente. Su aspecto es de lo más variado, pudiendo presentarse como un bulto de color carne, un lunar, una herida, una costra o, incluso, tener aspecto de cicatriz. Suele presentarse en zonas expuestas al sol, especialmente la cara. Una característica común es el brillo de su superficie, con erosiones o ulceración en su superficie. El carcinoma basocelular tiene escasísima probabilidad de hacer metástasis. Sin embargo, sí puede tener una capacidad invasiva localmente si progresa, de tal manera que pueden ulcerarse e invadir estructuras como el cartílago nasal, tarsal o auricular.

En la inmensa mayoría de los casos, el tratamiento se enfoca de forma quirúrgica, pues una completa extirpación supone la curación. Existe no obstante un tipo concreto de carcinoma basocelular en el cual nos podemos permitir un abordaje médico, sin necesidad de cirugía. Se trata del carcinoma basocelular superficial, que crece de forma centrífuga en la superficie cutánea si penetra en profundidad en la dermis. Los carcinomas basocelulares pueden ser tratados con imiquimod tópico o terapia fotodinámica, con tasas de curación que rondan el 90%.

Carcinoma epidermoide

El carcinoma epidermoide también deriva de los queratinocitos epidérmicos. Se trata de un tumor asociado sobre todo a la exposición solar crónica, propia de personas que han trabajado años al aire libre. Se presenta asimismo como un bulto que surge sobre una piel con años de exposición solar. Puede tener una zona hiperqueratosis, o estar ulcerado. Habitualmente son color carne. A diferencia del carcinoma basocelular, la capacidad invasiva del carcinoma epidermoide es importante, tanto a nivel local como a distancia, pudiendo originar metástasis y, por tanto, un pronóstico potencialmente letal. En la mayoría de los casos los carcinomas epidermoides se tratan con cirugía, pero puede haber casos complejos que requieran radioterapia o incluso tratamiento sistémico.

Es importante saber que el carcinoma epidermoide deriva de las queratosis actínicas. Estas son pequeñas lesiones rugosas, en ocasiones rosadas, que solemos ver salpicadas en zonas con exposición solar crónica, a la que llamamos campo de cancerización. Las queratosis actínicas son un indicador del daño solar acumulado en esa superficie cutánea durante años. Aunque es un proceso lento, la probabilidad de que una queratosis actínica se convierta en carcinoma epidermoide se calcula que está entre un 1 y 10 %, según las fuentes. Por este motivo es relevante tratar las queratosis actínicas desde su aparición.

Estas lesiones pueden tratarse tanto de forma focal, destruyéndolas localmente mediante electrocoagulación, crioterapia o láser. Por otro lado, el tratamiento puede enfocarse al campo de cancerización, lo cual ayuda a eliminar tanto las lesiones clínicamente visibles como el daño subclínico, que potencialmente podría llevar a nuevas queratosis o carcinomas en el futuro. Con este fin usamos el imiquimod, 5-flourouracilo, diclofenaco, la tirbanibulina o la terapia fotodinámica. A excepción del diclofenaco que usamos para casos leves y es poco irritante, estos tratamientos pueden originar inflamación cutánea marcada, incluso con la aparición de costras. Es preciso por tanto en estos casos que el paciente esté al tanto de estos posibles efectos secundarios, de cara que comprenda y, por tanto, tolere el tratamiento de principio a fin.

Otros

Existen otros tumores englobados en este grupo, como el carcinoma de Merkel o el fibroxantoma atípico, que son mucho menos frecuentes, pero que entrarían en el diagnóstico diferencial del carcinoma epidermoide.

Conclusión

Sabiendo que en la gran mayoría de casos de cáncer de piel el sol es el principal factor patogénico, es necesario concienciar a los pacientes sobre el uso de protección solar. La mayoría de tumores malignos cutáneos requieren un abordaje quirúrgico, pero existen excepciones como las queratosis actínicas o el carcinoma basocelular superficial que se tratan con medicamentos tópicos. Es relevante que los pacientes reciban una adecuada orientación acerca de los mismos tanto de mano de su dermatólogo como en la oficina de farmacia.

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