Terapias cada vez más específicas para la disbiosis intestinal
Los antibióticos selectivos no absorbibles restauran el equilibrio microbiano y tratan patologías asociadas.
La disbiosis intestinal engloba las alteraciones que se producen en la microbiota intestinal, un sistema diverso y complejo esencial para la salud humana y el funcionamiento adecuado del organismo. Estas alteraciones perturban sus funciones tróficas y de protección ante la invasión o sobrecrecimiento de agentes infecciosos. En ellas influyen factores como una dieta desequilibrada, el estrés, el uso indiscriminado de antibióticos o el propio envejecimiento,
Aunque la disbiosis no se considera una enfermedad en sí misma, se ha demostrado que actúa como factor subyacente o agravante en otros trastornos como el síndrome del intestino irritable (IBS) o la enfermedad celíaca e incluso en el asma, la artrosis, enfermedades cardiovasculares y obesidad. “Puede desencadenar una inflamación sistémica de bajo grado vinculada directamente a enfermedades inflamatorias como la de Crohn y la colitis ulcerosa. Además, está relacionada con condiciones metabólicas como la obesidad, donde se observan alteraciones en la proporción de Firmicutes y Cacteroidetes, y un aumento de metabolitos tóxicos como lipopolisacáridos, que exacerban la inflamación”, expone Domingo Gargallo-Viola, director de Funditec Health y experto en el tratamiento de esta condición que normalmente es infradiagnosticada.
Antibióticos dirigidos personalizados
Frente a modificaciones dietéticas, probióticos y simbióticos, trasplantes fecales o tratamientos sistémicos, los antibióticos selectivos no absorbibles han surgido como una excelente opción terapéutica para la disbiosis. Su especificidad permite que actúen exclusivamente en el microbioma intestinal sin afectar a otros sistemas del cuerpo y, al no ser absorbidos, tienen un riesgo reducido de contribuir a la resistencia de los antibióticos a nivel sistémico. A ello se suma que los pacientes mejoran significativamente en poco tiempo (de 10 a 14 días).
El experto Domingo Gargallo-Viola asegura que “el futuro del tratamiento de la disbiosis radica en terapias dirigidas que no solo restauren la microbiota, sino que también reduzcan la inflamación sistémica de manera segura y eficaz”.
Concretamente en el contexto del síndrome del intestino irritable (IBS), estos antibióticos son un área de investigación activa. Actualmente, la rifaximina es el único antibiótico no absorbible aprobado para el tratamiento de IBS-D (diarrea). Sin embargo, no es efectivo para cuadros más graves como la diarrea del viajero con sangre o fiebre, su impacto en el microbioma es limitado y sus beneficios tienden a ser de corta duración. Existe una clara necesidad de terapias dirigidas para los subtipos IBS-C (estreñimiento) y IBS-M (mixto), mediante antibióticos más específicos. En este sentido, el doctor Gargallo subraya “la importancia de identificar biomarcadores específicos para personalizar el tratamiento según el perfil microbiano del paciente”.
En definitiva, las investigaciones se dirigen a explorar nuevos objetivos moleculares, vencer la barrera que supone la resistencia microbiana asociada a biopelículas (biofilms) y acelerar ensayos clínicos avanzados. A esto se suman herramientas diagnósticas avanzadas como pruebas de aliento de hidrógeno y metano, para identificar a los pacientes que se beneficiarían más de las terapias. Amparo Luque