Se estudia obtener el beneficio del ejercicio físico a través de una pastilla
Encapsular la esencia saludable de la actividad física es un sueño al que los científicos no renuncian.
La actividad física beneficia a la salud en general y al cerebro en particular: mejora el estado de ánimo, la capacidad de concentración y la memoria, y también tiene un efecto protector frente al deterioro cognitivo. Es un complemento perfecto salvo por una cosa, que hay que practicarlo. Dejando a un lado cuestiones de fuerza de voluntad, la edad avanzada puede limitar la práctica de ejercicio de manera forma constante.
¿Y si ese beneficio se consiguiera con una simple pastilla? Con ese objetivo en el horizonte, unos investigadores de la Universidad de California San Francisco (UCSF) han identificado una enzima que, según han mostrado en experimentos con ratón, se genera con la actividad física y puede mejorar funciones cognitivas como la memoria y el aprendizaje.
La fosfolipasa específica de glicosilfosfatidilinositol (Gpld1) es una proteína hepática que secretan en sangre los ratones cuando realizan un esfuerzo físico. Como exponen en un estudio en Science, estos científicos comprobaron que la enzima GPLD1 también aparece elevada en las personas que hacen ejercicio de forma regular. También sugieren que el solo aumento de la cantidad de Gpld1 en sangre implica un efecto neuroprotector.
En un experimento, extrajeron sangre de ratones añosos a los que habían puesto un programa de actividad física de siete semanas y la introdujeron en ratones también viejos pero sedentarios. Al mes, los efectos de la transfusión se apreciaron claramente en la capacidad de aprendizaje y la memoria de los animales. También al examinar el cerebro, encontraron evidencias de una mayor neurorregeneración en el hipocampo.
Estos científicos, bajo la dirección de Saul Villeda, de la UCSF y del Centro Eli y Edythe Broad de Investigación en Medicina Regenerativa y Células Madre, en San Francisco, se preguntaron qué factores biológicos específicos de la sangre podía estar detrás de estos efectos. A partir de ahí iniciaron una investigación con resultados sorprendentes:
Midieron diferentes proteínas de ratones activos y compararon sus cantidades con las de animales sedentarios. De esta forma identificaron 30 proteínas posibles, 19 de las cuales, procedían principalmente del hígado y muchas se habían relacionado anteriormente con funciones implicadas en el metabolismo del organismo. Dos de esas proteínas, Gpdl1 y Pon1, destacaron por su especial relevancia en procesos metabólicos; puesto que las funciones de Gpld1 eran muy poco conocidas, decidieron estudiarla con más detalle.
En colaboración con el Centro de Envejecimiento y Memoria de la UCSF, estudiaron muestras sanguíneas de mayores de 70 años que clasificaron en personas activas y sedentarias. “Buscamos esta proteína en sangre, y al igual que en los ratones, hay un aumento en los niveles circulantes de GPLD1 en las personas que hacen ejercicio frente a las que son sedentarias. Es algo realmente emocionante, porque eso significa que vemos esta conservación en todas las especies, y es aplicable a los humanos”, afirma Villeda.
Para probar si la enzima por sí misma podía generar los beneficios del ejercicio, modificaron genéticamente a ratones de forma que, en edades avanzadas, sus hígados produjeran niveles excesivos de Glpd1. Para su sorpresa, en tres semanas se observaron efectos similares a seis semanas de ejercicio regular, junto con una clara elevación de nuevas neuronas en el hipocampo.
El investigador principal, Villeda, no esperaba tener tanto éxito con una sola molécula, creía que los beneficios neuroprotectores asociados a un único factor serían más sutiles y pequeños. Para él ha sido un hallazgo inesperado.
También cuenta que cuando le explicó a su madre lo que había descubierto, esta le dijo: “¡Es como ejercicio embotellado!”
La sugerencia de la madre de Villeda resulta más que atractiva para mucha gente, pero el científico admite que aún estamos lejos de tener a nuestra disposición ejercicio en una pastilla. No obstante, destaca que “nuestro estudio sugiere que al menos algunos de estos beneficios podrían estar disponibles algún día en forma de píldora”. Sonia Moreno DM