Precaución antes de tomar el sol: hasta 400 fármacos pueden producir fotosensibilidad

Las reacciones de fotosensibilidad suelen representar hasta el 8% de todos los efectos adversos cutáneos relacionados con medicamentos, aunque la incidencia puede ser mayor.

Con la llegada del verano y el aumento de la exposición al sol debemos tener en cuenta las posibles reacciones de fotosensibilidad que se pueden producir con determinados fármacos. En la mayoría de los casos se caracterizan por provocar en la piel eritema, edema, vesículas, y ampollas con prurito.

Amiodarona, clorpromazina, hidroclorotiazida, algunos antibióticos y antifúngicos, los antinflamatorios no esteroideos (AINEs) y los retinoides sistémicos, son los más comúnmente asociados al desarrollo de estas reacciones

Victoria Villagrasa, doctora en Farmacia y profesora de Farmacología de la Universidad CEU Cardenal Herrera, en Madrid, señala que existen alrededor de 400 fármacos que pueden producir fotosensibilidad. Entre los grupos terapéuticos que tienen mayor potencial de originar esta reacción adversa se encuentran los pertenecientes al grupo terapéutico de los antiinflamatorios no esteroideos (AINEs), diuréticos, antiarrítmicos, antineoplásicos, antibióticos, retinoides sistémicos, antimicóticos, antipsicóticos y antifibróticos, con sus fármacos de mayor riesgo (según se observa en tabla adjunta).

Principales grupos terapéuticos y sus fármacos que causan reacciones con el sol. Cuadro: VICTORIA VILLAGRASA.

“La fotosensibilidad puede manifestarse como reacciones fototóxicas y/o fotoalérgicas, en función del mecanismo fisiopatológico. Siendo el 95% reacciones de fototoxicidad y solo el 5% fotoalérgicas. Las reacciones de fototoxicidad, que son las más frecuentes, se caracterizan principalmente por provocar eritema en la piel, a veces con edema e hiperpigmentación. En el caso de las reacciones fotoalérgicas, que son reacciones de hipersensibilidad tipo IV tardía, la lesión en la piel más frecuente es una erupción eccematosa, tipo dermatitis de contacto”.

En la mayoría de los casos, y afortunadamente, este tipo de reacciones suelen ser de carácter leve o moderado. Sin embargo, algunas pueden ser más graves, en función de las dosis que se han administrado. “Las reacciones de fototoxicidad son dosis-dependiente. Así, si la dosis del fármaco administrado es alta y es elevado el tiempo de exposición a la radiación UV del sol, podrían producirse quemaduras solares exageradas con formación de vesículas y ampollas con prurito”.

Otras manifestaciones de reacciones de fotosensibilidad pueden incluir erupciones liquenoides, pseudoporfiria, onicólisis, eritema multiforme, y telangiectasias. “Las reacciones fotosensibles no sólo son una causa de morbilidad en los individuos afectados, sino que, en algunos casos, suponen un riesgo futuro de malignidad, concretamente melanoma y el carcinoma de queratinocitos”.

Las reacciones de fotosensibilidad suelen representar hasta el 8% de todos los efectos adversos cutáneos relacionados con medicamentos. “Aunque en general, se cree que esta incidencia está infra registrada, debido a la dificultad de reconocimiento clínico y a la falta de documentación en las bases de datos pública”, sostiene Villagrasa.

Además, del fármaco, su dosis y el tiempo de exposición solar, el tipo de piel de cada persona influyen en la probabilidad de sufrir reacciones de fotosensibilidad. Según la farmacóloga, se han descrito reacciones en diferentes fototipos de piel, teniendo mayor riesgo las personas de fototipos I y II (pieles claras).

Grupos más vulnerables 

“Se ha reconocido que los hombres están más predispuestos a padecer este tipo de reacciones, y que puede producirse a cualquier edad”. Especial atención, en este sentido, a la población pediátrica, ya que “las lesiones producidas en su piel pueden ser más graves, ya que en los niños es generalmente más clara que en edades más avanzadas”.

Existen, además, algunas personas que por el tipo de tratamiento que reciben son especialmente susceptibles a sufrir estas reacciones. Estos grupos serían, según explica la especialista, “pacientes con dolor crónico, especialmente los tratados con antiinflamatorios no esteroideos (AINEs), pacientes oncológicos sometidos a tratamiento quimioterápico reciente, pacientes psiquiátricos en tratamiento crónico con fenotiazinas y enfermos con infecciones crónicas, sobre todo aquellos tratados con tetraciclinas, quinolonas o sulfamidas. Asimismo, pacientes hipertensos o con alguna cardiopatía en tratamiento con diuréticos tiazídicos, así como ancianos e inmunodeprimidos”. Raquel Serrano

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