Las tormentas de polvo procedentes del Sahara tienen consecuencias negativas para la salud
El investigador Carlos Pérez García-Pando, catedrático de AXA Research Fund en el Barcelona Supercomputing Center (Centro Nacional de Supercomputación) explicó los efectos de las tormentas de polvo sobre el hombre y el clima en la jornada celebrada en AXA en el marco de la XVI Semana de la Ciencia de Madrid.
García Pando afirmó que “la Península Ibérica es una zona muy vulnerable al cambio climático” y llamó la atención sobre el hecho de que alrededor del 25% de las emisiones de polvo mineral que tienen lugar en el planeta están asociadas a zonas agrícolas en regiones semiáridas: “en función de cómo gestionemos el agua y la agricultura en estas zonas, y el cambio climático a escala global, ese porcentaje podría ir en aumento”.
Las tormentas de polvo se diferencian de las de arena por el tamaño de las partículas. En el primer caso, es menor de 100 micras. Como son tan ligeras, pueden elevarse a una altura de cinco a siete kilómetros y formar una masa de aire caliente que puede llegar a miles de kilómetros de distancia en función de los vientos. Las intrusiones de polvo duran entre dos y siete días, y su llegada a la Península es más frecuente en primavera y en verano. Aunque tienen efectos positivos, puesto que reducen las posibilidades de formación de huracanes y ciclones tropicales y los sedimentos que arrastran actúan como fertilizantes, también tienen consecuencias muy negativas para el medio ambiente y la salud.
El norte de África genera más del 70% de las emisiones de polvo mundiales, y entre otras consecuencias, éstas empeoran los efectos de la contaminación del aire urbano, incrementan las sequías y arrastran minerales y sustancias potencialmente perjudiciales. Las finas partículas de polvo pueden provocar problemas respiratorios, picor o ardor en los ojos, y empeorar la situación de personas con asma. Asimismo, las bacterias, esporas de hongos y granos de polen presentes entre las partículas de polvo se han identificado como posibles causantes de enfermedades.
Los suelos rojizos, ricos en mineral de hierro, generan polvo de ese color, que tiñen el cielo y dan lugar a las conocidas como “lluvias de sangre”. Algunos estudios recientes apuntan a que la frecuencia de este tipo de fenómenos está aumentando en la península ibérica y Canarias como consecuencia de la mayor llegada de polvo en suspensión procedente del Sahara.
El científico español explicó a los asistentes el objetivo de su investigación, que es ahondar en el conocimiento sobre los mecanismos que favorecen la emisión de polvo mineral en zonas áridas y su transporte a escala regional y global, para mejorar los modelos de predicción. También persigue estudiar y cuantificar los efectos de estas partículas sobre la meteorología, el clima, la química atmosférica y los océanos, así como evaluar su impacto en sectores claves de la sociedad y la economía. “En la última década hemos visto cómo los niveles de polvo en Oriente Medio se han multiplicado por dos, y sus efectos se dejan sentir a miles de kilómetros”, afirmó.