Estudian los factores de riesgo de obesidad desde la etapa prenatal hasta la adolescencia
¿Qué factores podían tener relevancia en el aumento del riesgo de sobrepeso/obesidad en niños y adolescentes?.
Evaluar la prevalencia de obesidad, sobrepeso, síndrome metabólico y enfermedad del hígado graso no alcohólico en adolescentes y, posteriormente, analizar los factores que se asocian al riesgo o al incremento de riesgo de estas tres condiciones desde la etapa prenatal hasta la adolescencia, es el objetivo del estudio OMEHGA. Los resultados esperables de este trabajo, liderado por Raquel Soler, investigadora postdoctoral en el Área de Ambiente y Salud de la Fundación para el Fomento de la Investigación Sanitaria y Biomédica de la Comunidad Valenciana (Fisabio) y en la Universidad de Valencia (UV), ayudarán a establecer acciones de prevención de la enfermedad y promoción de la salud dirigidas a poblaciones vulnerables, garantizando la equidad y la efectividad de dichas estrategias, un ámbito donde Enfermería juega un papel muy importante también.
Según explica Soler, este estudio “se enmarca dentro del Proyecto Infancia y Medio Ambiente, un estudio de cohortes cuyo objetivo es evaluar el papel de la exposición ambiental temprana y su efecto en la salud y desarrollo de los niños y niñas”. Dentro del mismo se han analizado muchos efectos en salud (neurodesarrollo, salud respiratoria etc.) y la idea del estudio premiado “surgió por el interés que teníamos en poder conocer qué factores podían tener relevancia en el aumento del riesgo de sobrepeso/obesidad, y otras condiciones, ya que contamos datos desde que la etapa fetal del niño hasta los 15 años de edad”.
El proyecto será realizado por un equipo multidisciplinar de Fisabio formados por dos enfermeras, una bióloga y una psicopedagoga, más otra enfermera externa. “Vamos a utilizar datos concretos de los participantes en la cohorte de INMA Valencia”, señalando que “todas las profesionales del equipo investigador han participado en la recolección de datos durante las visitas de seguimiento”. A los 15 años de edad se realizó una evaluación antropométrica a los adolescentes por parte de las enfermeras y, además, se han recogido otros datos sociodemográficos y de estilos de vida (incluida dieta y ejercicio físico) durante toda la vida del participante.
También se han recogido muestras de sangre, en las que, de forma innovadora para este proyecto, se van a medir las concentraciones de dos adipocitoquinas (adiponectina y leptina). Soler destaca que “para la realización del proyecto, contamos con tres enfermeras con amplia experiencia en investigación que, junto a nuestras otras dos compañeras de equipo, trabajaremos en la gestión de las muestras, el análisis estadístico, interpretación de los resultados, elaboración de manuscritos y presentación de los resultados”.
La presencia de un equipo multidisciplinar se basa en que ayudará “a interpretar los resultados obtenidos desde distintos puntos de vista en base al conocimiento y la experiencia de cada miembro del equipo (salud pública, salud comunitaria, mecanismos de acción, desigualdades en salud etc). Creemos que todo esto imprime una riqueza especial al proyecto”.
Resultados y perspectivas
Como resultados principales “esperamos obtener, por una parte, información sobre la prevalencia de sobrepeso/obesidad, síndrome metabólico y enfermedad del hígado graso no alcohólico en población adolescente”, apunta Soler, que enfatiza además que “estos dos últimos resultados han sido poco evaluados en este rango de edad, por lo que la información que obtengamos es importante”. Además, se obtendrá información de factores relacionados con estas tres condiciones, incluyendo factores de desigualdad en salud, como el sexo o la posición socioeconómica, entre otros. Finalmente, “obtendremos información sobre cómo nos pueden ayudar el uso de los niveles de adipocitoquinas en la evaluación del riesgo cardiometabólico de una manera temprana”.
Conocer y conseguir información sobre los factores asociados y conseguir, es clave para poder realizar actividades de prevención y estrategias de promoción y así evitar los problemas asociados a las patologías. Además, analizando los determinantes sociales, también se pretende detectar poblaciones vulnerables para poder enfocar las mismas a esos grupos. En este contexto, recuerda Soler, “las enfermeras tenemos una posición privilegiada para fomentar hábitos saludables y proteger la salud de los grupos a los que atienden. Somos profesionales autónomos que tenemos entre sus competencias fomentar estilos de vida saludables y el autocuidado, así como proteger la salud y el bienestar de las personas, familias o grupos atendidos”. Y desarrollan esas competencias “basándonos en la mejor y más actual evidencia y usamos ese conocimiento en las estrategias y actividades que realizamos en el día a día”. Por todo esto, el fomento y difusión de la investigación en nuestra profesión es vital, ya que los conocimientos “nos permiten el desarrollo de investigaciones aportando el punto de vista de nuestra profesión, y podemos trabajar conjuntamente con diferentes disciplinas para llegar a conseguir resultados ricos y relevantes que alcancen el objetivo final, que es el de mejorar la salud y la calidad de vida de la población”. Enrique Mezquita