Cómo diferenciar un dolor de espalda común de una espondiloartritis axial

Conocer el perfil de los pacientes de espondiloartritis axial y sus principales síntomas evitaría retrasos diagnósticos y derivaciones innecesarias. Habitualmente, el dolor nocturno va acompañado de rigidez matutina.

Saber identificar en un dolor de espalda una dolencia crónica como la espondiloartritis axial es básico para acabar con un grave problema que afecta a los que la padecen: el retraso diagnóstico, que ronda en torno a los 10 años y que “puede conferir peor pronóstico a la enfermedad y peor respuesta a los tratamientos. Además, los pacientes que tardan varios años en ser diagnosticados es más probable que presenten daño estructural, ya que este aumenta con el paso tiempo y con la mayor actividad de la enfermedad”, según explica Cristina Fernández Carballido, portavoz de la Sociedad Española de Reumatología y reumatóloga en el Hospital Universitario San Juan de Alicante.

Para realizar un diagnóstico temprano es fundamental, en primer lugar, conocer el perfil del paciente, diferente del habitual en las enfermedades reumáticas, sobre todo porque “afecta más a los jóvenes, ya que suele iniciarse entre los veinte y treinta años, y rara vez los síntomas se inician más allá de los 45 años”.

Además, la forma radiográfica (también conocida como espondilitis anquilosante) “es más frecuente en hombres (más o menos el doble de varones que de mujeres), pero la enfermedad no radiográfica aparece en un número más o menos similar de hombres y mujeres”.

En cuanto a los síntomas, varían de un paciente a otro y fluctúan a lo largo del tiempo, pero “en general van a predominar los síntomas en la columna vertebral, que suelen iniciarse de forma lenta y gradual. El síntoma más común, y a menudo el inicial, es el dolor de espalda crónico (que dura más de 3 meses) y que con frecuencia se acompaña de rigidez matutina. El dolor y la rigidez generalmente afectan la parte inferior de la columna y los glúteos, pero podría afectarse cualquier parte de la columna vertebral”.

El dolor de los pacientes con espondiloartritis es frecuentemente de tipo inflamatorio, con características que lo diferencian de otros tipos de dolor de espalda. “Suele ser más intenso por la noche y con frecuencia despierta al paciente de madrugada, tras varias horas acostado. Al levantarse por la mañana la rigidez de la espalda es importante y tarda un tiempo, a veces horas, en disminuir”.

Sin embargo, “hasta un tercio de los pacientes pueden referir dolor de espalda de tipo mecánico, como el que aparece en otros problemas de la espalda”.

Inflamación

Otro dato muy característico, según explica Fernández Carballido, es la inflamación de las articulaciones sacroilíacas (sacroilitis). “Estas articulaciones se inflaman sobre todo al inicio de la enfermedad y pueden causar un dolor intenso que a veces irradia por la parte posterior de una o ambas piernas y puede hacer pensar de forma errónea que se trata de una ciática”.

Sin embargo, el mencionado retraso diagnóstico supone que “el proceso inflamatorio prolongado puede dar lugar a una osificación de las estructuras afectas con fusión o anquilosis de las articulaciones, que una vez establecida es irreversible”.

 A la vista está que los síntomas pueden ser, en ocasiones, confusos, pero también hay pistas claras que permitirán que el viaje del paciente hacia el diagnóstico deje de ser, como hasta ahora, “largo y arduo, visitando múltiples servicios y profesionales sanitarios antes de ser diagnosticado”.

Dicho retraso, según la experta, se debe a varios factores. Por un lado, “la enfermedad suele comenzar con dolor de espalda, que es muy común en la población general y solo en pocos casos será debido a una espondiloartritis axial. Eso hace que en ámbitos no especializados sea difícil reconocer quiénes, de todos los pacientes con dolor de espalda, van a tener esta patología”.

¿Cuándo sospechar?

Sin embargo, los datos clínicos y de la exploración típicos, los antecedentes familiares de espondiloartritis o enfermedades relacionadas (enfermedad inflamatoria intestinal, psoriasis, uveitis) y los resultados de algunas pruebas diagnósticas, como las radiografías y resonancia de las articulaciones sacroilíacas, los reactantes de fase aguda (como la PCR) y el HLA-B27 son útiles para orientar la sospecha diagnóstica.

Por otro lado, encontramos que “el daño radiográfico más típico de la enfermedad puede tardar varios años en aparecer, y estar ausente en los estadios iniciales de la enfermedad. Esto puede ser otro motivo de retraso diagnóstico, salvo que se utilicen técnicas de imagen más sensibles, como la resonancia, que muestren la inflamación típica antes de que haya aparecido daño estructural”.

Por ello, Fernandez Carballido piensa que “es necesario aumentar la formación de los profesionales sanitarios para que reconozcan los síntomas y signos clave para sospechar la enfermedad y deriven tempranamente a los pacientes y mejorar el acceso a Reumatología, reduciendo las demoras en las consultas y aumentando el número de reumatólogos”. Rosalía Sierra

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