Apatía vacunal y selección de tratamientos
La rapidez en disponer de tratamientos no ha sido la misma que con las vacunas.
Por Antoni Trilla, epidemiólogo. Hospital Clínic de Barcelona
Las autoridades sanitarias están preocupadas por la lenta progresión de la campaña de vacunación entre los grupos de edad inferiores a 50 años este verano. Para poder llevar a cabo una buena campaña de vacunación deben darse tres condiciones necesarias y no suficientes: 1) disponer de vacunas seguras y efectivas, 2) capacidad de administrarlas de forma rápida y cómoda, y 3) que la población acepte ponérselas. En Catalunya cumplimos bien las dos primeras. La tercera es ahora la que más preocupa y la que está costando más. Las cifras de vacunación son muy buenas, pero siempre resulta más difícil superar los tramos finales, los últimos km de esta maratón vacunal. Si extrapolamos, estamos ahora en el km 25 de los 42 km que hay hasta la meta final: vacunar al máximo número de personas. La vacunación es la mejor opción para lograr un nivel elevado de inmunidad y con ello el control funcional de la pandemia. No estaremos totalmente seguros, pero podremos estar todos bastante más seguros.
En un artículo publicado en JAMA se analizaba la denominada “apatía vacunal”. La teoría es que existen personas contrarias radicalmente a la vacunación (los “negacionistas”), personas que tienen reticencia a la vacunación y están preocupadas fundamentalmente por la seguridad de las vacunas y sus posibles efectos adversos, y un tercer grupo que no parecen estar interesados en la vacunación, a los que clasificamos como “apáticos”. La misma teoría indica que las estrategias de comunicación deben ser necesariamente distintas para abordar a reticentes y apáticos.
En el caso de los reticentes, cuya respuesta es emocional y cognitiva, con una alta implicación, es necesaria una información técnica y científica adecuada y poder establecer un diálogo constructivo. En el caso de los apáticos, el desinterés es la norma. No se implican y no realizan ni tan solo el esfuerzo psicológico de preocuparse, como los reticentes. Los apáticos se pueden intentar persuadir mediante argumentos sencillos, rápidos y emocionales. Mensajes novedosos y por canales no habituales. La fuente de la comunicación puede ser para ellos más importante que las evidencias o argumentos empleados. Estas fuentes pueden ser personas conocidas, admiradas y/o que les han proporcionado información en el pasado. Y han de ser personas similares al grupo al que se dirige el mensaje. Ejemplo: para apáticos vacunales de 25 años, mejor un deportista o artista famosos y respetados que un científico o un médico expertos. Mejor Instagram o Facebook que radio o televisión.
Los maratonianos dicen que las dificultades reales, el muro, se presentan entre los km 30 y 35. En este tramo, el cansancio físico y psíquico obliga a algunos corredores a abandonar. Aún no hemos llegado a este punto y, por tanto, toca seguir corriendo. Acabar bien la carrera es vital para todos nosotros.
Por otra parte, la rapidez en disponer de tratamientos seguros y efectivos contra la covid no ha resultado igual a la de las vacunas. Ambos, tratamientos y vacunas, son imprescindibles para el control de la enfermedad. Se han publicado centenares de estudios clínicos empleando diversos fármacos. Algunos estaban bien realizados y otros no. Hay estudios con resultados positivos y otros con resultados negativos. Incluso hay algún estudio fraudulento, ya retirado.
La OMS reanuda ahora Solidarity, un estudio internacional sencillo y pragmático, para evaluar la efectividad de varios tratamientos. Junto al estudio Recovery, otra iniciativa internacional similar, son una de las fuentes principales de evidencias prácticas para la toma de decisiones clínicas en pacientes hospitalizados por covid. Para determinar el beneficio del tratamiento se evalúa habitualmente la mortalidad a los 28 días, la duración de la estancia en el hospital y la necesidad de recibir o no soporte respiratorio intensivo, entre otras variables. Entre ambos estudios se ha establecido que ciertos tratamientos empleados al inicio de la pandemia no ofrecen beneficios significativos y por ello la OMS desaconseja hoy el empleo rutinario de: 1) lopinavir-ritonavir (antivirales), 2) hidroxicloroquina (antiparasitario), 3) interferón beta, 4) remdesivir (antiviral), 5) azitromicina (antibiótico), 6) colchicina (antiinflamato-rio), 7) plasma de convaleciente, 8) aspirina, y 9) ivermectina (antipara-sitario).
Los tratamientos qué hasta ahora, aislados o combinados, han demostrado beneficios significativos (reducción de la mortalidad) han sido la oxigenoterapia y/o el soporte ventilatorio, la dexametasona (corticoide), el tocilizumab (anticuerpo para la artritis reumatoide), el baricitinib y el tofacitinib (inmunomoduladores) y el regeneron (combinación de dos anticuerpos monoclonales, casirivimab e indevimab). Solidarity analizará los posibles beneficios del imatinib (fármaco para ciertos tipos de leucemia y cáncer), el infliximab (anticuerpo para la artitritis reumatoide y la enfermedad inflamatoria intestinal) y del artesunato (antiparasitario).
Cada semana aparecen nuevas publicaciones científicas. Recientemente se han publicado estudios importantes relativos a la utilidad de la anticoagulación con heparina en pacientes hospitalizados graves o muy graves y sobre el beneficio del empleo de corticoides inhalados (budenosina) en pacientes con formas leves de covid.
Cada nueva evidencia nos ayuda a definir mejor las estrategias de tratamiento. Estas van muy ligadas a la gravedad y momento evolutivo de la covid en cada paciente (la denominada ventana terapéutica). Vamos demasiado despacio, pero en la buena dirección: hoy sabemos mejor qué tratamientos son seguros y efectivos y qué tratamientos no lo son tanto. Y hay que diferenciarlos. Ante todo, no dañar.