La música, un gran aliado para la salud
Gracias a la liberación de endorfinas que se produce cuando se escucha una melodía, el cuerpo es capaz de disminuir el dolor
Los sonidos producen respuestas reflejas en el tronco del encéfalo, parte del cerebro responsable del control de funciones automáticas
Sofía Larrucea
La música es algo que nos acompaña en muchos momentos del día. De camino al trabajo, en el supermercado, en un restaurante o incluso cuando esperamos que nos pasen una llamada desde una centralita. La escuchamos de forma consciente o inconsciente. Nos gusta o nos molesta. Pero hay un aspecto en común en todos esos momentos, el cerebro está recibiendo el lenguaje más primitivo que tiene: el sonido. Escuchar música es una de las pocas actividades que requieren la participación de todo el cerebro. Por ello, no tardó en descubrirse que tiene un papel importante en el ámbito de salud y cada vez son más las aplicaciones terapéuticas que se realizan de la música. La melodía es capaz de mover las emociones, aliviar dolencias y promover la expresión emocional dotando de sentido las circunstancias personales del individuo. Una melodía produce efectos fisiológicos destacables. Éstos pueden ser desde el aumento del nivel de resistencia al dolor, cambios en el tono muscular y la tensión arterial, hasta la reducción de la fatiga y trastornos mentales como estrés o la ansiedad. La lista de patologías en las que tiene una utilidad probada es cada vez más larga. “Tiene un papel más importante del que le damos, cada vez tenemos más evidencia de la gente que se trata con música. Los sonidos conforman un lenguaje primitivo, mucho más anterior al lenguaje humano”, afirma Antonio Bulbena, catedrático del departamento de psiquiatría de la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB).
Todo apunta a que la música tiene la capacidad de producir respuestas reflejas en el tronco del encéfalo, la parte del cerebro responsable del control de funciones automáticas. De este modo, los sonidos son capaces de modificar el pulso, la frecuencia cardiaca, la presión arterial, la temperatura corporal o la tensión muscular, por ejemplo. El tempo es el principal protagonista que consigue que una persona se estimule o se relaje. De este modo, mientras que las melodías lentas y con pausas se relacionan con una disminución del ritmo cardiaco, la rápida provoca un aumento de éste. En el aspecto fisiológico, se vincula mucho a la plasticidad. “Permite conectar zonas de placer que son de creatividad de armonía, de ritmo”, apunta el psiquiatra Bulbena. Asimismo son cada vez más los estudios que demuestran la eficacia a nivel físico. De esta manera, gracias a la liberación de endorfinas que se produce cuando se escucha música, el cuerpo es capaz de disminuir el dolor crónico de una gran variedad de patologías como la artrosis. “Escuchar música antes de una radioterapia o antes de una intervención tiene una significación muy notable en el momento de afrontar la sesión”, añade Antonio Bulbena.