¿Conoces el índice UV? Pues deberías
¿Lloverá mañana? ¿Cojo un paraguas? ¿Hará frío? ¿Me llevo el abrigo? Muchos de nosotros nos hacemos estas preguntas a diario para protegernos de las inclemencias del tiempo. Sin embargo, pasamos por alto un dato que, en los días de calor que tenemos por delante, deberíamos tener en consideración. Se trata del índice UV (o UVI en inglés), que predice una estimación promediada de la radiación ultravioleta en la superficie de la Tierra. Este dato tiene en cuenta la elevación del sol en el cielo, la cantidad de ozono estratosférico y la nubosidad presente para valorar el grado de nocividad para la piel.
Datos cáncer de piel
El cáncer de piel representa ya el 40% de todos los cánceres. En España su incidencia va en aumento de forma significativa (un 7% cada año, de manera que en los últimos 25 años se ha duplicado). Del mismo modo que tenemos presente en nuestras vidas el dato de la temperatura ambiente (en el cuadro de mando del coche, en las marquesinas del bus, en los edificios públicos, en los smartphones, etc.) ya tenemos disponible el índice UV para programar nuestros baños solares o planificar nuestras salidas al exterior. De hecho, se trata de un dato que se difunde diariamente en verano. Ahora solo falta que lo integremos en nuestra cotidianidad.
Además de todo ello, debemos conocer nuestra piel, pues la respuesta de la misma al sol viene definida por su color y el de los cabellos, la tendencia a las quemaduras solares y la aptitud al bronceado. Es muy importante conocer el fototipo de piel (de los seis que existen) que tenemos, porque de ello dependerá la fotoprotección más adecuada para nuestra piel.
Nuestro dermatólogo o nuestro farmacéutico nos puede aconsejar el factor de protección solar a utilizar más acorde a nuestras características, en función de la edad, el tipo de piel, la cosmética de los productos y nuestros planes de verano.
No es cuestión de demonizar al sol. La exposición a la luz solar produce efectos positivos como el bronceado, la síntesis de vitamina D, los efectos hormonales y sobre el estado anímico; además del tratamiento de enfermedades cutáneas. De lo que se trata es de ser conscientes de los riesgos que lleva aparejados su sobreexposición o su mala exposición y de hacer un buen uso, sin caer en el abuso perjudicial. De nuevo, como en muchos otros aspectos, nuestra salud depende en gran parte de nuestra actitud, en especial de nuestras acciones activas preventivas. Y muchas de ellas son realizables sin tener que hacer un gran esfuerzo personal por nuestra parte.