El consumo de alcohol durante el embarazo tiene graves consecuencias en el feto
El conocido síndrome de alcoholismo fetal conlleva problemas neuropsicológicos en el bebé
Silvia Fidalgo
Con el auge de las adopciones en países extranjeros, muchas parejas que no podían concebir se lanzaron a adoptar a niños y bebés procedentes, sobre todo, de países como Rusia, China o Etiopía. Con el tiempo, estas parejas se dieron cuenta de que los pequeños tenían dificultades de aprendizaje, así como episodios epilépticos o pérdidas de peso continuo. Estos síntomas se asocian a problemas neuropsicológicos que afectan a la conducta de los niños y que se corresponden al conocido como síndrome alcohólico fetal (SAF), producido por la ingesta de alcohol (etanol) por parte de la madre durante el embarazo. Este síndrome puede tener una mayor o menor afectación dependiendo de la cantidad de alcohol consumida, haciendo una distinción entre el SAF (síndrome alcohólico fetal) y el EAF (efectos alcoholismo fetal).
Beber alcohol durante el embarazo supone unos riesgos añadidos para el feto, especialmente durante el primer trimestre del embarazo y no se han establecido unos niveles “seguros” de consumo, aunque siempre es recomendable no beber o hacerlo en la menor cantidad posible. Los daños producidos pueden variar, pero lo que está demostrado es que casi ningún bebé con SAF tendrá un desarrollo cerebral normal.
Los principales síntomas que puede presentar el bebé son, en primera instancia, un crecimiento deficiente del feto durante el embarazo y después de nacer, disminución del tomo muscular y mala coordinación, y más adelante un retraso en el desarrollo y problemas de tres o más áreas mayores, como el pensamiento, el lenguaje, el movimiento o las habilidades sociales. Además, también pueden presentar anomalías cardíacas y problemas faciales y en los huesos. El SAF se puede detectar durante el embarazo mediante ecografías obstétricas o después de que el niño nazca mediante estudios imagenológicos del cerebro (TAC o Resonancia Magnética).
El diagnóstico de los niños es mejor si el diagnóstico es precoz y oportuno y se les remite a un grupo de médicos que puedan trabajar con estrategias educativas y conductuales que se ajusten a las necesidades del paciente.