La depresión, esa enfermedad tan frecuente y a la vez tan desconocida
A pesar de ser la enfermedad mental más frecuente en Europa, muchas personas aún no han sido diagnosticadas
La depresión es el trastorno mental más frecuente en España y en Europa, a pesar de que aún cuenta con elevadas tasas de infradiagnóstico, dado que se trata de una enfermedad compleja y heterogénea. En ocasiones tiende a confundirse con un estado transitorio de tristeza o apatía, con la falta de voluntad personal o con reacciones emocionales negativas ante situaciones adversas de la vida, como pueden ser un duelo por una pérdida, un fracaso sentimental o la pérdida de un empleo, pero en la práctica es mucho más que eso.
Aunque puede presentar síntomas muy variopintos, hay algunos que se repiten, tanto afectivos (tristeza, ansiedad, irritabilidad, bajo estado de ánimo, desesperanza…), como cognitivos (dificultades de atención y concentración, de memoria, de toma de decisiones y planificación, etc.) y somáticos (fatiga, cambios en el apetito y peso, alteraciones del sueño, cefalea, problemas estomacales…).
Aunque su origen es desconocido, podría tratarse de una interacción de factores biológicos, psicológicos y sociales. Es decir, aunque haya una predisposición genética puede haber factores de riesgo que influyan. La enfermedad debe ser diagnosticada por un médico de medicina general o un psiquiatra, que deberá descartar otras enfermedades subyacentes o el consumo de sustancias tóxicas que podrían provocarla. En ocasiones, el mal diagnóstico puede llevar a tratamientos equivocados.
El gran problema que presenta esta patología es que tiene altas tasas de cronificación y recurrencia. Es decir, reducir las recaídas sigue siendo la asignatura pendiente en este ámbito. A pesar de ello, existen tratamientos eficaces que pueden llevar a la curación, siempre personalizados y compuestos por fármacos, terapia psicosocial y psicoeducación.
La mayor complicación que presenta la enfermedad es el suicidio, ya que el riesgo de suicidio es 21 veces superior en los pacientes con depresión frente a la población general. No hay que olvidar el estigma social que acarrea el paciente e incluso el auto-estigma, que afecta tanto al diagnóstico de la enfermedad como a la recuperación del paciente.