Obesidad y diabetes aúpan la mortalidad por enfermedad hepática
Hepatólogos europeos instan desde ‘The Lancet’ a poner en marcha el cribado poblacional para frenar la cirrosis y el cáncer de hígado. Sobrealimentación, mala alimentación y sedentarismo explican el aumento de enfermedad hepática en la mayor parte del mundo.
Los niños de 8 años con obesidad pueden ser adultos con cirrosis dentro 30 años y llegar a necesitar un trasplante de hígado o morir, si no se toman medidas mucho antes de que eso ocurra. Ésta es la realidad de una ‘pandemia’ (afecta a países de la mayor parte del mundo) que causa más de 300.000 muertes al año en Europa y más de dos millones en todo el mundo y de la que tratan de concienciar hoy en un informe publicado en The Lancet varios hepatólogos europeos, entre ellos Pere Ginès, jefe del Servicio de Hepatología del Hospital Clínic de Barcelona, del grupo de investigación sobre Enfermedades crónicas del hígado: mecanismos moleculares y consecuencias clínicas del Idibaps, e investigador del Ciberehd.
Los hepatólogos firmantes de ese nuevo documento forman parte de una comisión impulsada por la citada revista y la Asociación Europea para el Estudio del Hígado (EASL) para destacar la importancia de la prevención de la enfermedad hepática. Remarca el informe la necesidad de establecer métodos de cribado para la detección precoz y promover un estilo de vida saludable para evitar su aparición.
Históricamente estas enfermedades se asocian al alcohol y a las infecciones por los virus de las hepatitis, pero actualmente los malos hábitos alimentarios, el sedentarismo, y la obesidad y diabetes tipo 2 derivada son la causa de un aumento muy significativo de casos detectado en todo el mundo, con excepción de África. Los resultados de este informe se han presentado en Bruselas esta mañana, en un acto que ha contado con la participación de Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea.
La prioridad marcada por esta comisión es detectar las barreras para mejorar la salud del hígado en Europa e identificar las soluciones necesarias para conseguirlo. Para ello, se ha realizado una descripción de la situación actual y se hace un llamamiento a la acción con varias recomendaciones.
“Esta comisión ha dado un importante paso para aumentar la concienciación sobre las enfermedades hepáticas, que han sido estigmatizadas, y poner sobre la mesa los próximos pasos que deben realizarse en el ámbito de la salud pública para que los pacientes reciban una atención adecuada a toda la Unión y frenar el aumento en la incidencia de casos”, señala Ginés. “Los hepatólogos no solemos aparecer mucho en los medios, pero este problema merece que lo hagamos y que se nos escuche”, añade. Cree que las enfermedades hepáticas son estigmatizadas y que eso afecta a los enfermos y a la investigación, a la que se destinan muchos menos recursos de los que haría falta, por su incidencia y consecuencias, también sobre el sistema sanitario.
“El estigma tiene un gran impacto en las enfermedades hepáticas en Europa y produce discriminación, dificulta que se busque ayuda médica y reduce la adjudicación de recursos. Hay una conciencia generalizada de que las enfermedades del hígado ocurren porque llevas una mala vida y el paciente teme que piensen de el que es un alcohólico o cosas peores, lo que dificulta abordarlas de forma abierta. Por eso, reconocer ese estigma, estudiar sus causas y combatirlo es muy importante”, apunta Sangro, por su parte. “Además, no todo el alcohol es malo, ni hace falta emborracharse para desarrollar una enfermedad hepática. Hay una relación entre cantidad y sensibilidad, que no para todos va a ser igual. Y, por encima de todo, muchas enfermedades hepáticas no tienen nada que ver con el alcohol”, destaca.
Las enfermedades del hígado constituyen una de las diez primeras causas de muerte en el mundo y, en Europa, son la segunda causa de años de vida laboral perdidos, sólo por detrás de las enfermedades cardiovasculares.
‘Epidemia’ de obesidad
En Europa y España, la enfermedad hepática más frecuente es la esteatohepatitis no alcohólica, o hígado graso no alcohólico, que se asocia a la obesidad y la diabetes de tipo 2 y se estima que afecta a un 30% de la población. La previsión es que en los próximos años esta incidencia aumente a causa de la epidemia de obesidad.
Informa Ginès de que la sobrealimentación y la mala alimentación (alimentos procesados, con mucho hidrato de carbono, mucha grasa, poca verdura y fruta, poco pescado) y la falta de ejercicio físico está causando estragos ya en países como Estados Unidos. Las evidencias sobre los niños y adolescentes se han descrito en ese país y en Canadá y Reino Unido. En Europa, incluida España, los efectos también son evidentes: “Los enfermos de hígado que vemos ahora empezaron a engordar hace 20 o 30 años a causa de los cambios en la dieta y los trabajos más sedentarios que se empezaron a generalizar en esa época”, dice Ginés.
Los hepatólogos europeos de la comisión de The lancet ponen el énfasis en el diagnóstico precoz. Las enfermedades hepáticas en estadios prematuros son asintomáticas y, por tanto, la mayoría de los pacientes se diagnostican en estadios avanzados, cuando tienen un peor pronóstico, tanto en lo que respecta a la supervivencia, como a la calidad de vida. “Las enfermedades hepáticas tardan muchos años en aparecer. El objetivo es ir a buscar la enfermedad y detectarla en fases tempranas a través de programas de cribado”, defiende Ginès.
Dos estudios liderados por él han puesto ya de manifiesto que la elastografía hepática, una técnica no invasiva para medir la rigidez del hígado, es una estrategia eficaz y rentable en la detección precoz de la enfermedad hepática crónica. En estos estudios se ha demostrado que, por un lado, cerca de un 4% de las 3.000 personas que participaron en el primer ensayo tenían una enfermedad hepática avanzada sin diagnosticar, con riesgo de convertirse en cirrosis o cáncer de hígado. Por otra parte, en una muestra de más de 6.000 participantes de seis países, se ha demostrado que la detección de fibrosis hepática con algoritmos optimizados es una intervención de salud pública altamente rentable, especialmente en las primeras etapas de fibrosis.
Una propuesta de posible cribado poblacional se está evaluando en prueba piloto actualmente, en segunda fase, en varios lugares (participan centros de atención primaria del área metropolitana de Barcelona).
“El objetivo de estos estudios es conseguir que esta estrategia que proponemos se implemente en los sistemas sanitarios de toda Europa, con lo que se convertiría en el primer programa de detección precoz dirigido al cribado de una enfermedad no oncológica”, manifiesta el experto catalán.
La elastografía hepática no sería la única forma de detectar precozmente la enfermedad hepática crónica; también se podría realizar análisis específicos porque los rutinarios o los incluidos en chequeos no permiten detectar estas enfermedades, precisa el experto del Clínic barcelonés, que es un centro de referencia mundial en hepatología.
“Si pudiésemos detectar precozmente los casos podríamos actuar con, por ejemplo, la eliminación de factores de riesgo de obesidad y, si eso falla, con fármacos contra la enfermedad hepática que se están desarrollando actualmente”, indica.
Lo mejor: comer de forma saludable
Estimular que las personas coman de forma saludable es muy relevante para el hígado. La comisión de hepatólogos de The Lancet propone realizar intervenciones en grupos sensibles y en aquellos colectivos con menos recursos, ya que son más vulnerables frente a las enfermedades hepáticas. Por otra parte, pide que haya una política clara sobre el consumo de bebidas alcohólicas y encontrar un equilibrio para reducir la tasa de aparición de estas enfermedades. También propone reducir y equiparar los precios de los fármacos para el tratamiento de la hepatitis C, gracias a los cuales se ha reducido de forma considerable que, a causa de la infección por el VHC, la hepatitis progrese y pueda acabar causando cirrosis hepática y cáncer de hígado.
“En general, el foco está puesto en las enfermedades graves, pero antes de llegar a ellas hay una historia clínica sobre la que podemos intervenir eficazmente para evitar su progresión”, destaca Sangro. Carmen Fernández (DM)