¿Tendremos un nuevo fármaco para prevenir el rechazo al trasplante de órganos?
Un equipo de Vall d’Hebron Institut de Recerca de Barcelona, en colaboración con investigadores de la Fundació Bosch i Gimpera, desarrolla una proteína de fusión que evita los efectos secundarios indeseados a medio y largo plazo.
El trasplante de órganos, tejidos y células se ha convertido en una práctica mundial que puede prolongar y mejorar la calidad de vida de los pacientes. Desde la primera década de este siglo, el tratamiento inmunosupresor del trasplante se ha prácticamente estandarizado en todo el mundo y no ha cambiado significativamente al conseguir reducir de forma muy importante la tasa de rechazo del injerto durante el primer año. Sin embargo, esta terapia no ha logrado mejorar de forma notable la supervivencia tanto del injerto como del paciente a más largo plazo tal y como se hubiera esperado. Aunque son múltiples los factores que intervienen en que los resultados a largo plazo sean más discretos, los efectos secundarios indeseados de estos mismos fármacos inmunosupresores contribuyen muy directamente.
Un equipo de Vall d’Hebron Institut de Recerca, en colaboración con investigadores de la Fundació Bosch i Gimpera, liderado por Oriol Bestard, está desarrollando un nuevo fármaco con un efecto muy selectivo a la hora de inhibir la respuesta inmunológica para evitar el rechazo tanto agudo como crónico, evitando al mismo tiempo, los efectos indeseados fuera de diana de los inmunosupresores habituales, de forma que mejora el perfil de seguridad y, en última instancia, mejora los resultados del trasplante.
Los investigadores han desarrollado una proteína de fusión, llamada bi-específica, al tener dos dianas muy selectivas en la misma molécula. Es decir, puede unirse simultáneamente a dos receptores celulares que ejercen funciones biológicas distintas y muy concretas y potenciar de forma sinérgica su efecto para bloquear a las células de nuestro sistema inmunológico responsables del rechazo del trasplante de forma eficaz, pero evitando los efectos adversos asociados a los inmunosupresores actuales. “Además, pensamos que podría tener mayor eficacia frente a un tipo de células concretas, los linfocitos B, principales actores del llamado rechazo crónico y uno de los causantes del fracaso del trasplante a medio y largo plazo”, explica Bestard.
Los resultados obtenidos a nivel in vitro, en el laboratorio, en distintos experimentos celulares emulando lo que ocurre en vivo, es decir en el organismo cuando se produce un trasplante, son muy interesantes y alentadores, relata Bestard. El grupo está trabajando ahora en el modelo in vivo de trasplante preclínico, para poder demostrar que los datos observados en el laboratorio se confirman.
La investigación ha mostrado también datos interesantes en otros ámbitos diferentes al trasplante, en alguna enfermedad autoinmune, como la afectación renal por el Lupus sistémico eritematoso. M.B.