Se estudia identificar riesgo de hígado graso en menores
El método, desarrollado por una estudiante de Enfermería, ayuda a identificar a población infantil con mayor probabilidad de padecer la enfermedad.
Respondiendo a las demandas de sociedades científicas que reclaman métodos de cribado útiles para la detección precoz del hígado graso en población pediátrica, Maddi Osés Recalde, graduada en Dietética y Nutrición Humana de la Universidad Pública de Navarra y estudiante de Enfermería, ha desarrollado una herramienta para la identificación del hígado graso en niños y niñas con sobrepeso u obesidad.
Este método, que es fruto de su tesis doctoral, se denomina Hepakid, y consiste en un protocolo basado en dos pasos sencillos y mínimamente invasivos, que serían de aplicación a la población infantil diagnosticada con sobrepeso u obesidad en atención primaria.
El primer paso es un cuestionario “basado en variables sencillas de medir y que no requieren de ningún tipo de prueba complementaria”. Así, recoge información sobre la “pertenencia a etnias minoritarias y la edad gestacional; medidas antropométricas, concretamente el índice de cintura-talla, e información sobre hábitos alimentarios y sedentarios, exactamente, el consumo de bebidas azucaradas y el tiempo de visualización de pantallas”, detalla a este medio Osés Recalde.
El segundo paso propone la detección de posibles marcadores de esta enfermedad y/o de resistencia a la insulina en niños preadolescentes. La experta especifica que son “marcadores bioquímicos que se pueden encontrar en una analítica sanguínea de rutina, no requieren de unidades especializadas para su análisis y se pueden realizar en cualquier laboratorio hospitalario”. Concretamente, hay que fijarse en los valores de glucosa e insulina (para calcular el HOMA-IR), triglicéridos, alanina aminotransferasa (ALT), aspartato aminotransferasa (AST), gamma-glutamil transpeptidasa (GGT) y ferritina2. “Estos valores se insertan en un modelo predictivo que estima el riesgo que tienen estos niños y niñas de padecer hígado graso”, subraya.
Pruebas diagnósticas complejas
Como recuerda Osés Recalde, “el diagnóstico del hígado graso es complejo, precisamente, por las dificultades que supone la cuantificación de grasa intrahepática acumulada. El porcentaje para determinar el hígado graso varía entre un 4,85 y un 6%, según la literatura científica”.
Así, la biopsia hepática es el método de diagnóstico más preciso, dice, y es capaz, incluso, de distinguir una esteatosis simple o acumulación simple de grasa de una esteatohepatitis. “Aun así, es una prueba invasiva y con un alto coste económico, lo que impide su utilización en la práctica clínica rutinaria”, afirma.
Otra prueba es la resonancia magnética. “No es invasiva, pero su elevado coste también limita su aplicabilidad”, reconoce.
También menciona la ecografía hepática como la prueba de imagen médica más utilizada en la práctica clínica, no es invasiva, es poco costosa y fácil de usar, “pero su baja precisión supone una limitación considerable en su utilización”, declara. “Este aparato muestra muy poca sensibilidad en los casos que la acumulación de grasa hepática es menor al 30%, dejando a una gran parte de niños y niñas que padecen la enfermedad sin ser identificadas”, advierte.
Por todo ello, defiende que “el desarrollo de pruebas de screening precisas, menos invasivas, menos costosas, y más rutinarias se ha vuelto prioritario”.
No es un método diagnóstico
La creadora de Hepakid aclara que lo que ella propone no es un método diagnóstico, “pues el hígado graso solo se puede diagnosticar mediante biopsia hepática o utilizando técnicas precisas de imagen médica”. Su utilidad se limita al cribado y “ayuda a identificar a los niños y niñas con mayor probabilidad de padecer la enfermedad y, así, invertir los recursos en los pacientes con más riesgo”. Y aclara: “Hasta ahora, el cribado de esta patología se realiza buscando valores elevados de ALT sanguínea”.
Lo bueno del trabajo de esta futura enfermera es que su método “se puede aplicar de manera rutinaria en atención primaria a todos los niños y niñas que presentan sobrepeso u obesidad. Cumplimentando un sencillo cuestionario y sin ningún tipo de prueba complementaria el pediatra puede identificar con gran sensibilidad a aquellos niños con un elevado riesgo de padecer hígado graso a los que se les solicitará una extracción sanguínea de rutina. Esta prueba complementaria permitirá identificar con elevada especificidad a aquellos que deben de ser derivados a unidades especializadas para confirmar el diagnóstico”.
Impacto de la enfermedad
Según la autora de la tesis, “no hay una prevalencia concreta del hígado graso en población pediátrica en España, aunque se estima que, aproximadamente, entre un 3-10% de la población general infantil y entre un 30-80% de la población infantil con exceso de peso presenta esta patología”. Por tanto, afirma que “el hígado graso se ha convertido en una de las comorbilidades más prevalentes de la obesidad infantil”.
La experta pone el foco en el aumento alarmante de la prevalencia de sobrepeso y obesidad en las últimas décadas. “El sistema de vigilancia de la obesidad infantil COSI abarca los datos de toda la región europea, donde las cifras del último informe (2021) sitúan a España con la segunda mayor cifra de prevalencia de exceso de peso infantil con un 40,6% (niños y niñas de entre 6 y 9 años). Teniendo en cuenta que, aproximadamente, entre un 30-80% de estos tienen hígado graso, las cifras de prevalencia de esta patología son alarmantes”.
Además, advierte de que esta enfermedad se asocia con un mayor riesgo de padecer diabetes mellitus de tipo 2 y alteraciones cardiovasculares desde edades precoces. “El hígado graso -continúa- aumenta, a su vez, el riesgo de mortalidad por todas las causas, así como mortalidad por ciertos tipos de cáncer, alteraciones cardiometabólicas o enfermedades hepáticas, lo que supone un elevado coste para la salud de la población infantil y futura población adulta y un elevado coste sanitario y económico”.
Por otra parte, hace hincapié en que “la acumulación de grasa en los hepatocitos puede causar inflamación, muerte celular, y cicatrices, una condición denominada esteatohepatitis”. La buena noticia, apunta, es que “es reversible en sus primeros estadios”, pero, aquí viene la mala, “si no se trata, puede derivar en una fibrosis hepática y, en el peor de los casos, en una cirrosis, un fallo hepático, y/o cáncer de hígado”. De hecho, asegura que, actualmente, es la segunda causa de trasplante hepático. Gema Suárez Mellado