Prevenir el suicidio: una prioridad tras la pandemia
Por Diego Palao Vidal. Director de salud mental del H. Parc Taulí-Sabadell BCN. Coordinador del PLAPRESC.
La pandemia COVID-19 ha creado las condiciones de “tormenta perfecta” incrementando el riesgo de conductas suicidas. Según los datos publicados por el INE, durante el año 2020 -el primer año de la pandemia- en España se ha incrementado la muerte por suicidio un 7,4%: 3.941 fallecidos, 11 cada día. Las tentativas suicidas -el principal factor de riesgo- se han doblado en algunos casos como el de los adolescentes.
Hemos sufrido una reducción del contacto social y limitaciones nunca imaginadas para acceder a ayuda, para hablar y compartir el estrés vivido por múltiples causas. Además, la crisis económica sigue azotando a la población más vulnerable. Publicaciones recientes nos confirman un incremento del 25% de la depresión y la ansiedad a nivel mundial. Y sabemos que las enfermedades mentales, especialmente la depresión, están detrás del 90% de los casos de suicidio. Por el contrario, las barreras para acceder a ayuda sanitaria por problemas médicos y de salud mental apenas comienzan a revertirse, o simplemente persisten.
En esta coyuntura es imprescindible revisar y activar los planes de prevención del suicidio. La OMS ha vuelto a recomendar que todos los países desarrollen planes multisectoriales, integrando acciones efectivas. Estos planes combinan la prevención universal en toda la población (limitando el acceso a medios letales, potenciando la educación socioemocional de los jóvenes e impulsando la información responsable del suicidio por los medios de comunicación), con acciones de mejora de la detección, tratamiento y seguimiento de las personas con riesgo, especialmente las que sufren depresión y manifiestan ideas suicidas, o las que ya han realizado tentativas.
Las comunidades autónomas españolas han ido publicando diversos planes que recogen estas recomendaciones, el último ha sido el de Cataluña. El Plan de Prevención del Suicidio de Cataluña (PLAPRESC), contará, por primera vez, con la posibilidad de conocer los casos de suicidio en tiempo real, en virtud de un acuerdo firmado entre los departamentos de salud y justicia. La información forense sobre los suicidios no solo permitirá evaluar los resultados del plan, sino que hará posible dos acciones esenciales para mejorar la prevención: a) la revisión de la calidad de los servicios de salud mental y de primaria, analizando cada suicidio y; b) la atención especializada rápida y empática a los familiares y allegados de los fallecidos por suicidio, incluyendo a compañeros de clase o amigos cuando se trata de jóvenes.
En definitiva, la prevención del suicidio es posible y, después de la pandemia, debe ser una prioridad de salud pública para reducir las muertes y, también, las consecuencias devastadoras que cada suicidio tiene para familiares, amigos y toda nuestra sociedad. El primer paso consiste en desterrar el estigma, difundiendo el conocimiento científico de que el suicidio es, en la mayoría de los casos, consecuencia de un problema de salud mental. Esto debe acompañarse de una mejora en medios y en organización de los servicios de salud y de salud mental, para hacer frente a este grave problema manteniendo la accesibilidad y procurando tratamientos personalizados eficaces.