Enfermedad de Parkinson, cuando el cerebro se convierte en enemigo
Es una patología progresiva que suele aparecer a partir de los 50 años
SILVIA FIDALGO
La enfermedad de Parkinson (EP) es la segunda enfermedad neurodegenerativa más frecuente en el mundo. Su prevalencia se da en torno al 0.3 % de la población antes de los 60 años, aunque posteriormente a esta edad aumenta al 1-2%. Se trata de un trastorno neurodegenerativo que afecta al sistema nervioso, produciendo unos mecanismos de daño y posterior degeneración de las neuronas ubicadas en la sustancia negra. Estas neuronas se encargan de producir la dopamina, una sustancia química (neurotransmisor) fundamental para que el movimiento del cuerpo se realice correctamente. Cuando el cerebro no dispone de la dopamina suficiente para mantener un buen control del movimiento, los mensajes de cómo y cuándo moverse se transmiten de forma errónea, apareciendo de forma gradual los síntomas motores típicos de la enfermedad. También se ha visto que hay otras neuronas afectadas en la EP y por tanto otros neurotransmisores como la serotonina, noradrenalina y acetilcolina, lo que nos va a explicar otros síntomas no motores de la enfermedad.
La EP suele afectar más a los hombres que a las mujeres. Además, es una enfermedad crónica y progresiva, es decir, los síntomas empeoran con la evolución de la enfermedad. Su curso suele ser gradual, afectándose típicamente al comienzo de la enfermedad un solo lado del cuerpo. La EP es un trastorno muy heterogéneo, cada paciente puede presentar unos síntomas y curso muy variable. No hay ningún factor que nos permita predecir su curso en un determinado paciente, por lo que es una enfermedad en la que es especialmente importante que el tratamiento sea individualizado. Se trata de la segunda enfermedad neurodegenerativa en frecuencia.
Aunque se trate de una enfermedad neurodegenerativa, la EP no es una enfermedad mortal. La expectativa de vida promedio de un paciente con párkinson generalmente es la misma que las personas que no la padecen. El óptimo tratamiento médico, así como las terapias rehabilitadoras, pueden mitigar los síntomas de la enfermedad. De este modo, los pacientes pueden mantener su actividad cotidiana y una buena calidad de vida durante muchos años después del diagnóstico.
La EP se caracteriza por la presencia de síntomas motores y síntomas no motores. No todos los pacientes los desarrollarán todos, ni su evolución tiene que ser igual. Existen 4 síntomas típicos de la enfermedad: temblor, bradicinesia (lentitud para realizar movimientos), inestabilidad postural y rigidez del cuerpo.
Hasta un 70% de los afectados comienzan con temblor como primer síntoma de la enfermedad, aunque no todos los pacientes lo desarrollarán. El temblor Parkinsoniano es característicamente un temblor de reposo, es decir, aparece cuando no se realiza ninguna tarea con la parte del cuerpo que tiembla. Típicamente suele comenzar en las extremidades, afectando a la mano o a un pie, pero también puede afectar a la mandíbula o a la cara (párpados, labios). El paciente con Parkinson también puede sufrir bradicinesia o lentitud para realizar un movimiento, lo que supone un mayor empleo de tiempo para realizar tareas sencillas . Dado que los músculos están constantemente tensos y no se pueden relajar bien, se vuelven rígidos, con la consiguiente dificultad para el movimiento y la inexpresión fácial. Como último síntoma característico, se puede dar inestabilidad postural y encorvación, sobre todo a medida que la enfermedad avanza.
A día de hoy se sigue sin conocer la causa que produce la pérdida neuronal en la EP. Se cree que la causa de la enfermedad se debe a una combinación de factores genéticos y medioambientales que pueden variar de una persona a otra, siendo el envejecimiento el principal factor de riesgo.