Contra el ‘monstruo’ del dolor
Un joven catalán diseña un sistema de reconocimiento facial que puede ayudar al diagnóstico del sufrimiento.
El dolor es un monstruo”. La definición es de Christian Dürsteler, anestesiólogo que trata a diario con dolencias de todo tipo porque es el jefe de la unidad de dolor del hospital Clínic de Barcelona. Para ayudar a luchar contra ese mal, Pau Rodríguez, un joven informático catalán que investiga desde Canadá, ha creado un sistema que mediante inteligencia artificial (IA) es capaz de detectar el dolor humano con gran precisión. El algoritmo abre el campo a un diagnóstico más efectivo del dolor. Rodríguez y Dürsteler no se conocen, pero desde Canadá y Barcelona y en diferentes ámbitos trabajan para mejorar el problema de salud más reportado en las encuestas de salud.
El algoritmo de Rodríguez, que ha recibido uno de los Premios Jóvenes Informáticos de la Sociedad Científica Informática de España (SCIE) y la Fundación BBVA, se basa en el aprendizaje con redes neuronales artificiales que “se inspiran en cómo el cerebro incorpora nuevos conocimientos a partir de modificar las conexiones entre neuronas”. Este joven investigador –formado en la educación pública española– y su equipo lograron que una de estas redes aprendiera a “asociar vídeos faciales de pacientes con el nivel de dolor correspondiente que experimentaban con ejercicios de rehabilitación”. El sistema pudo detectar el dolor de forma muy precisa. Y no solo eso, sino que también fue capaz de distinguir en la mayoría de ocasiones si el dolor era fingido gracias a la introducción de la información de un grupo de control que hacía muecas “sin sentir ningún dolor”.
“La aplicación de Pau podría resolver algunos problemas en el mundo real” explica el doctor Dürsteler desde Barcelona. En la unidad de la que él es cabeza visible tratan pacientes con dolor agudo, de alta complejidad como el que presentan los pacientes con cáncer y también muchísimos casos de dolor crónico. Y la inmensa mayoría de derivaciones que reciben tienen dolor muscoloesquelético producido por artrosis o por patologías degenerativas. Este anestesiólogo piensa que sistemas como el de Rodríguez podrían facilitar mucho la tarea de saber si el tratamiento funciona porque además son más capaces de detectar signos más sutiles que un humano”.
Pero ¿pueden estos sistemas acabar sustituyendo al médico? Christian Dürsteler advierte que la IA ya amenaza por ejemplo al trabajo de radiólogos porque “un ordenador hoy puede diagnosticar un cáncer de piel con la misma exactitud o más que un patólogo”. El algoritmo nunca se cansa, explica. A pesar de ello, valora que la tecnología “puede descargar de lo mecánico” para trabajar con los pacientes.
Pero no todo son flores para un sistema, el de IA, que requiere de mucha información para poder ser efectivo. Y aquí es donde se abre el debate ético. Y es que precisos sistemas como el de Rodríguez necesita datos clínicos y mucha información del paciente para poder cruzarlos. El peligro es que se trata de datos confidenciales que la “industria farmacéutica” muestra gran interés por conseguir, señala Dürsteler. Rodríguez asegura que el debate ético “está muy presente en la comunidad científica” aunque reconoce que como cualquier avance científico la IA puede emplearse con “fines negativos”. El informático valora que la ciencia ha mejorado la calidad de vida de la mayor parte de la humanidad. Y explica, además, que está inmerso en un algoritmo que necesite menos datos para aprender. La IA en el ámbito de salud abre un debate ético porque requiere muchos datos de los pacientes. Lorena Ferro