Reducir el riesgo cardiovascular en edades tempranas frena el alzheimer
Una investigación relaciona la aterosclerosis con un menor metabolismo cerebral
Reducir los factores de riesgo cardiovascular, como el colesterol alto o la diabetes, podría ayudar a prevenir el desarrollo de enfermedades neurodegenerativas. Un estudio del Centro Nacional de Investigaciones Cardiovasculares (CNIC) en colaboración con el centro de investigación de la Fundació Pasqual Maragall Barcelona Beta Brain Research Center (BBRC) demuestra por primera vez que, a edades tempranas, existe ya una relación entre estos factores de riesgo, la aterosclerosis y cambios en zonas del cerebro que lo hacen más vulnerables a desarrollar, en el futuro, demencias y, sobre todo, alzheimer. El descubrimiento, que publican en la revista Journal of the American College of Cardiology (JACC), abre la puerta a poder intervenir sobre las enfermedades cardiovasculares, que sí se pueden tratar y modificar, para intentar evitar la aparición y evolución
de una enfermedad para la que no hay tratamiento, como la demencia.
Que existe una relación entre los riesgos cardiovasculares y los riesgos de deterioro cognitivo, incluso años antes de que se manifiesten los síntomas clínicos de ambos tipos de patologías, se sabía desde hace años. De hecho, las enfermedades neurodegenerativas y las vasculares a menudo aparecen juntas en etapas avanzadas. Sin embargo, aunque se sospechaba, no se había podido demostrar esta asociación en las etapas iniciales. Los investigadores del CNIC y del BBRC han estudiado los factores de riesgo cardiovascular, como colesterol alto, hipertensión, diabetes, obesidad, de 500 individuos de una de media de 50 años que estaban sanos, pero ya tenían placas de aterosclerosis en sus arterias. También han escudriñado qué pasaba en sus cerebros; en concreto, se han fijado en el consumo de glucosa, el combustible de las células nerviosas, porque una falta de glucosa afecta a la cognición.
“Hemos visto que hay una relación entre los factores de riesgo que dan lugar a enfermedad de grandes arterias y una disminución de la entrada de glucosa al cerebro”, explica Valentí Fuster, director del CNIC. “Esos factores de riesgo juntos son los que dan lugar a los infartos de miocardio y cerebrales, pero en ese caso el impacto, y sobre todo el de la hipertensión, es en la entrada de glucosa al cerebro y en el aspecto cognitivo”, añade. A continuación, usando la tecnología de diagnóstico por imagen PET, que permite medir la actividad metabólica del cuerpo humano, vieron que aquellos individuos con factores de riesgo cardiovascular, pero sobre todo hipertensión, tenían afectadas las regiones temporal y parietal del cerebro, las mismas áreas donde comienza a manifestarse el alzheimer.
En esas áreas, los investigadores vieron que había un menor consumo de glucosa por parte de las astroglías, las células cerebrales que dan apoyo a las neuronas y que se encargan de extraer los nutrientes de la sangre y de activar mecanismos de reparación de las neuronas. “El patrón de un menor metabolismo cerebral en estos pacientes sanos con mayor riesgo cardiovascular es el mismo que el de personas con alzheimer”, señala Juan Domingo de Gispert, al frente del grupo de neuroimagen del BBRC. Eso implica que “son cerebros menos plásticos, con una menor capacidad de compensar o de resistir un proceso neurodegenerativo”, añade. Los factores de riesgo cardiovasculares engrosan las paredes vasculares de las arterias, lo que, a su vez, obtura los pequeños vasos sanguíneos que irrigan el cerebro. Esa falta de flujo, señalan los investigadores, es lo que lleva a una disminución de la glucosa en la zona y, al final, a afectar a la cognición. “Ya Alois Alzheimer cuando describió esta neuroenfermedad dijo que era vascular. Y es muy posible que se acelere por un proceso vascular”, destaca Fuster. Cristina Sáez