Más de la mitad de la población presenta un nivel de colesterol alto
Las nuevas guías dietéticas americanas aconsejan que los azúcares añadidos no ocupen más del 10% de las calorías totales que consumimos
Sofía Larrucea
Por extraño que parezca y a pesar de que en los medios de comunicación se habla constantemente del colesterol, muchas personas desconocen la cantidad que tienen en su sangre. Prueba de ello es que, a pesar de que sus niveles son controlables, la enfermedad cardiovascular (altamente relacionada con el exceso de colesterol, junto con otros factores de riesgo) sigue siendo el “asesino” número uno en los países desarrollados. El exceso de colesterol daña las arterias, además, de forma silenciosa y en muchos casos no se detecta hasta que aparece el infarto, la angina o el ictus. Sólo mediante un análisis de sangre puede diagnosticarse. Se trata de una dolencia tan común como peligrosa. Más de la mitad de la población presenta un colesterol superior a 200 mg/dL, que es el valor a partir del cual se considera que hay riesgo.
Al complejo que forman el colesterol y las proteínas que permiten que circule en la sangre se les llama lipoproteínas. Las llamadas LDL (low density lipoproteins) son aquellas que cuando se encuentran en exceso perjudican a las arterias, porque entregan colesterol y permiten que se acumule. En cambio, las HDL (high density lipoproteins) tienen la función contraria. Éstas retiran el colesterol, es decir, lo recogen de las arterias y lo conducen al hígado para que pueda ser eliminado. Por todo lo mencionado, al colesterol-LDL se le ha denominado “malo” porque, tal y como afirma Lluís Asmarats, codirector de la Unidad de Riesgo Vascular de la Clínica Sagrada Familia de Barcelona, “el exceso de colesterol-LDL es el verdadero causante de la arteriosclerosis que favorece las enfermedades circulatorias”. Por otro lado, el llamado colesterol “bueno”, es el que contiene las partículas HDL. Un pilar fundamental del tratamiento del exceso de colesterol-LDL es la alimentación, y su importancia ya se ha evidenciado en varias ocasiones. El estudio PREDIMED ha demostrado que el consumo de aceite de oliva virgen y frutos secos dentro de una dieta equilibrada disminuye hasta en un 30% el riesgo de infarto de miocardio, accidentes cerebrovasculares y la mortalidad cardiovascular. Asimismo, recientemente se han publicado las guías dietéticas para la población americana. Estas guías, que serán vigentes hasta el 2020, entre otras recomendaciones, aconsejan que la ingesta de grasas saturadas, que son sobre todo las de origen animal, no ocupen más del 10% de las calorías totales que consumimos. Sin olvidar los azúcares simples como la sacarosa y la fructosa, cuyo exceso es perjudicial, ya que predispone a la obesidad, a la diabetes y a las enfermedades cardiovasculares. “Estos azúcares simples, los encontramos en muchos refrescos y en alimentos precocinados y en los elaborados de forma industrial, pues ayudan a potenciar el sabor de los alimentos, pero cuando se consumen en exceso no dejan de ser un enemigo para nuestra salud”, advierte Xavier Pintó, jefe de sección de la unidad de riesgo cardiovascular del Hospital Universitario de Bellvitge y codirector de la Unidad de Riesgo Vascular de Clínica Sagrada Familia.
Además de la dieta, la terapia farmacológica también resulta de gran ayuda para aquellos pacientes que la necesiten. Es justamente en este campo donde se han producido los últimos avances. El grupo farmacológico por excelencia para el tratamiento del exceso de colesterol sigue siendo las estatinas. La novedad radica en que las guías americanas han aconsejado la expansión de su prescripción a todos los pacientes que presenten un riesgo elevado de enfermedad cardiovascular, sin tener en cuenta el nivel de colesterol-LDL, muy diferente a lo que sucede en Europa, “donde se considera el colesterol LDL como un objetivo terapéutico”, aclara el especialista Asmarats. Los inhibidores de la PCSK9 también han significado un gran avance, pues pueden reducir la concentración de colesterol en más de un 60%.