La necesidad de las pruebas prenatales
Las principales sirven para detectar el síndrome de Down y la espina bífida
Durante el embarazo los futuros padres desean saber todo lo posible sobre su bebé en desarrollo y lo que ocurre en cada etapa de la gestación. Y también sobre todos los cambios que tienen lugar en el propio cuerpo de la mujer, algunos mejor aceptados que otros y las consecuencias de los mismos. Pueden existir, además, problemas serios como la incompatibilidad de Rh y la preeclampsia y, aunque lo más probable es que en el embarazo no tropiece con ninguno de ellos, es bueno que se conozcan.
Entre las principales pruebas prenatales, las más corrientes sirven para detectar el síndrome de Down y la espina bífida (y defectos relacionados). Un análisis de alfafetoproteína en sangre (AFP) para detectarla sobre la semana 16, aunque la fecha exacta de las pruebas depende actualmente del lugar de residencia, según la divulgadora científica y médico de cabecera, Carol Cooper.
Estas exploraciones no son invasivas y sirven para revelar la probabilidad de que el bebé tenga un problema concreto. A todas las embarazadas se les ofrecen pruebas para detectar el síndrome de Down, tales como análisis de sangre y una ecografía del pliegue nucal del bebé (translucencia nucal).
La biopsia corial y la amniocentesis proporcionan un diagnóstico definitivo, pero se trata de técnicas invasivas. Si se practica, la biopsia corial tiene lugar después de la semana 11, cuando ya no hay riesgo de dañar las extremidades. Sin embargo se calcula que existe un 1% de riesgo de aborto. Guiándose mediante una ecografía y con una fina aguja, se extraen unas cuantas células de la placenta. Como el bebé y la placenta provienen de las mismas células, esta prueba permite diagnosticar el síndrome de Down y otras alteraciones genéticas como la fibrosis quística. Los resultados suelen obtenerse en 48 horas.
En el caso de la amniocentesis se realiza la extracción de una muestra de líquido amniótico, junto con algunas células que el bebé ha desechado. La cantidad de células es mayor tras la semana 16, que es cuando se realiza la prueba. Ésta se practica en caso de que alguna de las pruebas de exploración haya resultado positiva o si se cree que hay cierto riesgo de que el bebé tenga alguna alteración cromosómica (genética), desde una anemia de células falciformes hasta un síndrome de Down. La amniocentesis también se utiliza para diagnosticar infecciones antes del nacimiento o para controlar si los pulmones del bebé se han desarrollado correctamente, según Cooper