Un tercio de los pacientes con anosmia recupera capacidad olfativa tras someterse a rehabilitación
Los afectados no pueden oler comida, perfumes, flores ni su propio olor corporal
La pérdida de olfato puede afectar a un 19% de la población en España y aunque la mayoría de las veces se trata de alteraciones transitorias, en un 2-3% de pacientes permanecerán como síntomas aislados y precisarán de un tratamiento específico. De estos, sólo el 0,5% sufrirá una anosmia o pérdida total de olfato. Así lo afirma la doctora Cristina Fernández, especialista en Otorrinolaringología en el Hospital Vithas Nuestra Señora de América.
El olfato está vinculado a la salud y a numerosos factores sociales que son importantes para una buena calidad de vida. Los afectados no pueden oler la comida, los perfumes, las flores, su propio olor corporal, algo que les crea muchísima inseguridad. Además, puede dar lugar a situaciones de peligro, pues no son capaces de detectar el olor a humo, a gas o comida en mal estado.
Las causas más comunes que pueden producir la pérdida de olfato, al margen del deterioro asociado a la edad, que se incrementa a partir de los 70 años, son las infecciones virales. “Normalmente afectan a las vías respiratorias superiores, pero también pueden ser infecciones con afectación sistémica, como una gripe”, señala la doctora Fernández. La segunda causa sería la patología sinusal, tanto aguda como crónica, donde “el edema y/o los pólipos restringen el flujo del aire hasta la región de los receptores olfatorios”. La tercera serían los traumatismos craneoencefálicos, que pueden producir alteración olfativa por desgarro de las fibras olfatorias o por lesiones directas en las áreas olfativas del sistema nervioso central.
Los pacientes deben acudir a la consulta de Otorrinolaringología, donde el especialista realiza un diagnóstico para valorar la capacidad olfativa. “Se realiza una exploración completa, en la que se incluye la endoscopia nasal, un TAC de senos paranasales, para descartar patología sinusal; una resonancia magnética cerebral, para descartar posibles alteraciones propias del sistema nervioso central en áreas donde tiene lugar el procesamiento de los olores. También se hacen pruebas específicas del olfato: un test de diluciones, para determinar la sensibilidad olfativa y una olfatometría o test de olfato propiamente dicho”, señala la doctora Fernéndez.
La prueba de diluciones analiza la sensibilidad olfativa. “Se utilizan odorantes, en este caso aceites esenciales puros, a diferentes concentraciones, para determinar el umbral olfativo. Los pacientes con una alteración del olfato necesitarán unos olores más concentrados para poder detectarlos”, apunta la doctora Fernández.
La segunda prueba sería el test de olfato. En España se emplea el BAST-24 (Barcelona Smell Test), que consta de 24 odorantes y es el único test reconocido y validado para la población española. “Los olores estimulan el primer par craneal o nervio olfativo, que detecta las propiedades químicas del olor (quimiosensorialidad), o el quinto par, que se encarga de detectar las características físicas del olor (somatosensorialidad), aunque la mayoría producen una estimulación mixta y balanceada de ambos”. Se trata de un test cualitativo y cuantitativo, con el que podremos determinar el porcentaje de pérdida olfativa del paciente.
En base a los resultados obtenidos se plantea un tratamiento individualizado para cada caso, que incluirá pautas médicas y rehabilitación. “Por una parte se abordará el tratamiento médico: corticoide oral, por su efecto antinflamatorio, corticoides tópicos, que parecen tener, además de acción antiinflamatoria, un efecto neuroregenerador, o el Ginkgo biloba. Además, en los casos concretos de alteraciones del olfato posteriores a traumatismos craneoencefálicos, se utiliza gluconato de zinc, que puede intervenir en la regeneración de las células receptoras del olfato”, señala la doctora Fernández.
La rehabilitación se basa en la capacidad de regeneración que tienen las neuronas sensitivas del olfato. “Parece que, por estar más expuestas al medio externo, han desarrollado esa capacidad. Basándonos en esto, utilizamos terapias en las que el paciente estimula el sistema olfativo con diferentes odorantes para lograr esa regeneración”.
En la unidad los pacientes aprenden a realizar esta terapia, que consistente en una exposición corta, unos 10 segundos, pero repetida dos veces al día, todos los días, a olores. Se planifica la rehabilitación durante un periodo de 3 meses. Como señala la doctora Fernández, “es interesante que el paciente lleve un diario sobre los cambios o sensaciones que detecta a lo largo de esta terapia”.
Un tercio de los pacientes recupera capacidad olfativa, unos resultados que van asociados a la edad, ya que a partir de los 70 años este porcentaje disminuye. La recomendación médica es acudir a consulta ante cualquier alteración del olfato puesto que, cuanto antes se actúe, las posibilidades de recuperación son mayores.