Un microbioma alterado puede ser signo temprano de enfermedad de Alzheimer
Los microorganismos intestinales en Alzheimer presintomático difieren de los de las personas sanas.
Cada vez son más los estudios que ponen de relieve las asociaciones entre lo que se conoce como eje intestino-cerebro y también son más las relaciones sobre la influencia del microbioma sobre distintos sistemas del organismo.
El ámbito neurológico es uno de los que se han incorporado a la influencia de las bacterias en patologías, sobre todo, neurodegenerativas. En muchos de los casos, los científicos buscan interrelaciones que puedan ofrecer potenciales causas del proceso patológico, así como abordajes preventivos o terapéuticos.
Una de las últimas aportaciones, que publica Science Translational Medicine, pone de manifiesto que las personas que se encuentran en la etapa más temprana de la enfermedad de Alzheimer -periodo en el que han comenzado los cambios cerebrales pero no se han manifestado aún los síntomas cognitivos-, albergan una variedad de bacterias en su microbioma intestinal diferente a las de las personas que no tienen esta enfermedad neurodegenerativa, según un estudio realizado por investigadores de la Facultad de Ciencias de la Universidad de Washington, Estados Unidos.
Gautam Dantas, profesor de Medicina Genómica en la citada universidad y coautor del trabajo, considera que estas observaciones “abren la posibilidad de analizar la comunidad bacteriana intestinal para identificar a las personas con un mayor riesgo de desarrollar demencia. Ello permitiría además el diseño de potenciales tratamientos preventivos: modificadores del microbioma capaces de evitar el deterioro cognitivo”.
Modificadores del microbioma
Dantas señala además todavía se desconoce qué sistema pivota la influencia. “No sabemos si el intestino está influyendo en el cerebro o si el cerebro el que influye en el intestino. En cualquier caso, el conocimiento de esta asociación es muy valiosa”.
El investigador sugiere que podría ser que los cambios en el microbioma intestinal sean solo una lectura de las variaciones patológicas en el cerebro. Otra alternativa es que el microbioma intestinal esté contribuyendo a la enfermedad de Alzheimer, en cuyo caso “alterar o modificar el microbioma del intestino con probióticos o trasplantes fecales podría ayudar a cambiar el curso de la neurodegeneración”.
En el trabajo se explica que la idea de estudiar la conexión entre el microbioma intestinal y el Alzheimer surgió en un partido de fútbol juvenil, donde Dantas y los neurólogos de la misma universidad, Beau M. Ance y Daniel J. Brennan, conversaron mientras sus hijos jugaban.
La comunidad científica sabe que los microbiomas intestinales de las personas con Alzheimer sintomático difieren de los microbiomas de las personas sanas de la misma edad. Pero, los profesores de la Universidad de Washington señalaron que “nadie había examinado aún los microbiomas intestinales de las personas en la fase crítica presintomática”.
Según Ances, coautor del trabajo, “para cuando las personas tienen síntomas cognitivos ya hay cambios significativos que, a menudo, son irreversibles. Pero si fuera posible realizar un diagnóstico temprano, ese sería el momento óptimo para intervenir terapéuticamente de manera efectiva”.
Durante la etapa temprana de la enfermedad de Alzheimer, que puede durar dos décadas o más, las personas afectadas acumulan grupos de proteínas beta amiloide y tau en sus cerebros, pero no muestran signos de neurodegeneración o deterioro cognitivo.
Dantas, Ances y Aura L. Ferreiro, primera firmante del trabajo, y miembro del Laboratorio de la citada universidad, evaluaron a los participantes que se ofrecieron como voluntarios para estudios en el Centro de Investigación de la Enfermedad de Alzheimer Charles F. y Joanne Knight en la Universidad de Washington. Todos los participantes eran cognitivamente normales. Como parte de este estudio, los participantes proporcionaron muestras de heces, sangre y líquido cefalorraquídeo; así como seguimiento diario de alimentos consumidos. Se realizó también pruebas de imagen como escáneres cerebrales PET y MRI.
Para distinguir a los participantes que ya se encontraban en la etapa inicial de la enfermedad de Alzheimer de los que estaban sanos, los investigadores buscaron signos de acumulación de beta amiloide y tau a través de escáneres cerebrales y líquido cefalorraquídeo. De los 164 participantes, alrededor de un tercio (49 personas) tenía signos de Alzheimer temprano.
Los diversos análisis revelaron que las personas sanas, frente a las que tienen enfermedad de Alzheimer preclínica, tienen bacterias intestinales marcadamente diferentes, refiriéndose a las especies de bacterias presentes y los procesos biológicos en los que esas bacterias están involucradas, a pesar de comer básicamente la misma dieta.
“Estas diferencias se correlacionaron con los niveles de amiloide y tau, que aumentan antes de que aparezcan los síntomas cognitivos, pero no se correlacionaron con la neurodegeneración, que se vuelve evidente cuando las habilidades cognitivas comienzan a disminuir. Estas diferencias podrían usarse potencialmente para detectar Alzheimer temprana”, señala Ferreiro. “Lo bueno de usar el microbioma intestinal como herramienta de detección es su simplicidad y facilidad”, aspostilla Ances.
¿Causa o resultado?
Los mismos investigadores han lanzado un estudio de seguimiento de cinco años diseñado para determinar si las diferencias en el microbioma intestinal son una causa o un resultado de los cambios cerebrales observados en la enfermedad de Alzheimer temprana.
Según Dantas, si existe un vínculo causal, lo más probable es que sea inflamatorio. “Las bacterias son estas asombrosas fábricas químicas y algunos de sus metabolitos afectan la inflamación en el intestino o incluso llegan al torrente sanguíneo, donde pueden influir en el sistema inmunológico de todo el organismo”.
Estas declaraciones se asientan actualmente en el terreno de la especulación, pero “si resulta que existe un vínculo causal, podríamos comenzar a pensar si promover las bacterias ‘buenas’ o eliminar las bacterias ‘malas’ enlentecería o incluso detendría el desarrollo de síntomas sintomáticos del Alzheimer”. Raquel Serrano