Un medicamento para el colesterol puede frenar la artrosis
El fenofibrato, un medicamento para tratar el colesterol, puede ser útil en artrosis, según un estudio en modelos experimentales, donde se ve que frena el deterioro del cartílago. La artrosis de rodilla es la degeneración articular más frecuente.
Detener el avance de la enfermedad. Este es el caballo de batalla de la artrosis. La ciencia lleva años buscando una terapia efectiva que evite la destrucción de la articulación, pero hasta el momento los pacientes han de conformarse con fármacos que mitigan el dolor y la inflamación.
El objetivo de este proyecto del Instituto de Investigación Biomédica de A Coruña (Inibic), que comenzó en 2015 con financiación del Instituto de Salud Carlos III, es encontrar fármacos modificadores de la enfermedad. “Dos son los requisitos para que esto suceda. Por un lado, que disminuya el dolor, y por otro, que haya menos cambios estructurales”, explica Beatriz Caramés Pérez, investigadora principal de la Unidad de Biología del Cartílago del Grupo de Investigación en Reumatología.
Los científicos del Inibic comenzaron por hacer un screening de reposicionamiento para buscar fármacos con otras indicaciones que pudieran ser beneficiosos en artrosis: “Aplicamos a nuestros modelos de enfermedad 1.120 medicamentos aprobados en clínica e identificamos 14 posibles candidatos. Escogimos el fenofibrato porque en artrosis la dislipemia tienen un papel importante”.
Vía intra-articular
Seguidamente, se probó in vitro y en ratones. Se hizo un cambio de formulación para poder administrarlo a través de una inyección en la rodilla y de forma encapsulada, lo que permite una liberación controlada. “Es un fármaco con una biodisponibilidad baja y no surte por vía oral el efecto que buscamos. Por vía intra-articular vamos directamente a donde nos interesa y además causa menos efectos adversos, hay que tener en cuenta que la artrosis es una enfermedad crónica que precisa de un tratamiento prolongado”, matiza Caramés. De la nueva formulación se encargaron el Centro Singular de Investigación en Medicina Molecular y Enfermedades Crónicas (Cimus) y la Facultad de Farmacia de la Universidad de Santiago. María Lagoa