Un fuego corre por mis venas
Cinco litros de sangre dan vueltas en nuestras norias internas. De vez en cuando, esta carrera se detiene
Por Manel Esteller. Médico. Instituto de Investigación contra la Leucemia Josep Carreras
Las canciones nos hablan de cómo la pasión corre por las venas, pero el romanticismo se acuerda poco de las arterias. Supongo que tiene poco atractivo decir el fuego de mi carótida. Aunque ahora, al decirlo en voz alta, no me parece tan mal. Como si fuera una composición musical de Tino Casal. Pues eso, que les quería hablar un poco de nuestro sistema vascular y de sus enfermedades. Como si fuera una cascada de cables rojos y azules se extiende por todos los rincones de nuestro cuerpo impulsado por una bomba peristáltica llamada corazón. Este se encuentra en el pecho, mayoritariamente en el lado izquierdo. Algunos, muy pocos, lo tienen en el lado derecho, indicación que en la dotación genética de este individuo algo no anda bien, y otros órganos también pueden estar en el sitio contrario. En todo caso los sentimientos no están en el corazón. Los mismos se encuentran en el cerebro. En vez de dibujar “un corazón de tiza en la pared” se debería haber pintado un par de hemisferios cerebrales con una flecha y los nombres de la pareja respectivos.
El corazón se divide en cuatro cavidades, dos pequeñitas, las aurículas, y dos mayores, los ventrículos. El ritmo de contracción (sístole) y relajación (diástole) de las mismas debe estar perfectamente coordinado, si no fallaría más que una escopeta de feria. Tres capas lo forman de fuera a dentro: pericardio, miocardio y endocardio. La más externa y la más interna pueden sufrir infecciones, pericarditis y endocarditis, causadas por virus y otros microorganismos. El miocardio es popular por estar asociada a la palabra infarto, donde se obtura el riego sanguíneo de esa región y nuestro corazón se bloquea con peligro de muerte. Recuerden que un infarto se puede anunciar de forma muy inespecífica con un dolor en la parte superior del brazo izquierdo y/o una sudoración inesperada. Cuando la corriente nerviosa que hace latir nuestro corazón se descoloca, hablamos entonces de arritmia. Como si fuéramos a una escuela de música, un marcapasos nos podría ser de ayuda. Existen personas con el corazón muy grande, no es que sean especialmente bondadosas, se trata de la llamada hipertrofia cardiaca y también puede ser una causa de muerte súbita. Como hecho interesante hay poco cáncer en el corazón, pero sí algún tumor benigno (mixoma auricular) que puede ser un quebradero de cabeza.
Desde ese órgano maravilloso la sangre oxigenada sale por grandes arterias a vasos más pequeños y de los mismos a un hilillo de cabello de ángel que llamamos capilares. No llegan directamente a cada célula, sino que liberan su contenido a una distancia mínima, como si tuvieran un poco de vergüenza en acercarse demasiado a ellas. Y luego las venas, que tienen unas válvulas para evitar que la sangre retroceda una vez perdido el impulso del corazón, buscan ahora cómo oxigenarse pasando por los pulmones y luego de vuelta al corazón. Y el círculo se repite, como una reencarnación budista. Cinco litros de sangre dando vueltas en nuestras norias internas. Y de vez en cuando esta carrera se detiene cuando encuentra un obstáculo de grasa y células reactivas, el trombo, originado en una pared vascular arterioesclerótica, por ejemplo. Y el cauce de ese río se estrecha. Y si el trombo salta se forma un émbolo, que navega a toda velocidad por nuestras tuberías hasta que se topa con un conducto demasiado estrecho y lo tapa completamente. Si esto ocurre en los vasos de nuestro cerebro hablamos de accidente vascular cerebral o ictus, una patología que puede asociarse a importantes efectos adversos como pérdida de movilidad, habla, etcétera.
Los vasos sanguíneos son cañerías maravillosas compuestas por diversas capas, siendo la más interna el endotelio, envuelta por otra capa de tejido muscular liso. Aparte de enfermedades autoinmunes provocando determinadas vasculitis, la principal lesión de nuestros vasos es la arterioesclerosis asociada a niveles altos de colesterol, triglicéridos y alteraciones de las lipoproteínas. En estas enfermedades cardiovasculares, aparte de la dieta también juegan un papel importante los antecedentes familiares genéticos. Además del análisis de sangre, podemos ver cómo estamos en estas patologías por técnicas de imagen que miran la afectación de la carótida. Y también se pueden presentar sin avisar los aneurismas cerebrales, dilataciones de un vaso sanguíneo en el cerebro que si se rompen provocan un sangrado y son típicos en la muerte súbita e inesperada de personas jóvenes. Finalmente, también existen malformaciones vasculares hereditarias como la telangiectasia hemorrágico hereditaria o síndrome de Rendu-Osler. Suerte tenemos que investigadores como Lina Badimón (Hospital Sant Pau), Mariona Graupera (Instituto Josep Carreras), Eulalia Baselga (Hospital Sant Joan de Déu) y Ramon Brugada (Hospital de Girona), entre muchos otros, dan luz a la oscuridad aún existente sobre la biología y patologías de nuestro corazón y vasos sanguíneos.