Se asocian los síntomas depresivos a riesgo de ictus
Identifican factores precipitantes de esta enfermedad que actúan solo en unas horas. La recuperación tras un accidente cerebrovascular es además peor en pacientes que han referido síntomas depresivos.
La relación entre ictus y depresión queda refrendada en un nuevo estudio con miles de pacientes que acaba de publicarse en Neurology. De la investigación observacional se infiere que la depresión aumenta el riesgo de ictus, tanto isquémico como hemorrágico. El trabajo encuentra también que las personas con síntomas de depresión tienen más probabilidades de que su recuperación sea peor tras el accidente cerebrovascular agudo.
En los 26.877 adultos incluidos en el estudio Interstroke –de 32 países de Europa, Asia, América y Medio Oriente-, más de 13.000 sufrieron un ictus: el 18% de ellos tenían síntomas de depresión en comparación con el 14% entre los que no sufrieron un accidente cerebrovascular, según exponen los autores de este trabajo, encabezados por Robert Murphy, de la Universidad de Galway, en Irlanda.
Después de ajustar factores que pueden influir, como edad, sexo, educación, actividad física y otros hábitos de estilo de vida, las personas con síntomas de depresión antes del accidente cerebrovascular mostraron un 46% más riesgo de accidente cerebrovascular en comparación con aquellas que no tenían síntomas de depresión.
En cambio, no vieron, al analizar determinados subgrupos de pacientes, que el tratamiento con antidepresivos influyera en el riesgo de ictus.
Más mortalidad, pero no más gravedad
La depresión no afectaba a la gravedad del ictus; el estudio encontró que sí implicaba una peor recuperación medida al mes del evento, así como mayor mortalidad durante ese periodo (10% frente al 8,1%).
Pero la gravedad de la depresión sí influía en el riesgo. Los pacientes que refirieron cinco o más síntomas de depresión tenían un 54% más riesgo de accidente cerebrovascular que los que no tenían síntomas, los que informaron de tres o cuatro síntomas y aquellos con uno o dos tenían un 58% y un 35% más, respectivamente.
“La depresión afecta a personas de todo el mundo y puede tener una amplia gama de impactos en la vida de una persona”, afirma Murphy, para quien “los médicos deben estar atentos a estos síntomas de depresión y pueden usar esta información para ayudar a guiar las iniciativas de salud centradas en la prevención de accidentes cerebrovasculares”.
El trabajo confirma las conclusiones extraídas en investigaciones anteriores, como la dirigida por la neuróloga Marialaura Simonetto, de la Universidad de Miami, en Florida, presentada en 2019 en la reunión de la Academia Americana de Neurología.
En este estudio se incluyeron a 1.104 personas con una mediana de 70 años edad, que nunca habían tenido un accidente cerebrovascular. Los participantes fueron seguidos durante 14 años.
El 18% de los participantes (198 personas) tenían síntomas de depresión al inicio del estudio. Después de ajustar otros factores que podrían afectar el riesgo de accidente cerebrovascular, como la diabetes, la hipertensión arterial y el tabaquismo, los investigadores encontraron que las personas que tenían síntomas elevados de depresión tenían un 75% más de probabilidades de desarrollar un ictus isquémico que las personas sin síntomas de depresión. Cada aumento de cinco puntos en la puntuación de la prueba de depresión se relacionó con un riesgo 12% mayor de accidente cerebrovascular isquémico.
Depresión y neuropatología
El vínculo entre depresión e ictus también fue objeto, entre otras patologías neurológicas, del informe Depresión y Neurología de la Sociedad Española de Neurología (SEN). Este análisis, presentado en la pasada reunión anual de la sociedad científica, establece que si la depresión está presente en el 4-5% de la población general, en personas con enfermedades neurológicas puede alcanzar al 30-50%, según destacó el presidente de la SEN, José Miguel Láinez.
La prevalencia de la depresión en los pacientes que han sobrevivido a un ictus es unas ocho veces mayor que respecto a la población general. De hecho, una cuarta parte de los enfermos es diagnosticado con depresión en los 2 años posteriores al accidente cerebrovascular, atendiendo a los datos del informe.
La asociación entre una peor recuperación, funcional y cognitiva, tras el ictus y la depresión también se refleja en este análisis, coincidiendo con el estudio que aparece hoy en Neurology.
Respecto a la depresión como un factor de riesgo –algo que podría servir incluso como un marcador en la prevención del accidente cerebrovascular para los médicos, como sugiere el autor del estudio Robert Murphy-, los especialistas reconocían en la presentación del informe que resulta más difícil de establecer.
Con todo, hay factores relacionados con los hábitos de vida que acompañan a la depresión que pueden favorecer posteriormente el desarrollo de un accidente cerebrovascular, y, aunque no está determinado, es posible que determinadas alteraciones de neurotransmisores presentes en la depresión afecten, con el tiempo, a la circulación sanguínea cerebral. Sonia Moreno