Qué hacer cuando nuestro hijo come poco y mal

Un estado nutricional deficitario afecta al desarrollo físico y psicosocial del niño en la etapa escolar

Redacción

Uno de los motivos más frecuentes de consulta al pediatra está relacionado con la actitud de niños ante la comida. Algunas madres deben batallar cada día a la hora de comer. En unos casos sus hijos picotean solo lo que les gusta (comedores selectivos), en otros hacen bola con la comida, o bien por la falta de apetito de niños que se mueven mucho y que, por lo tanto, necesitan mucha energía para compensar tanta actividad. También hay pequeños que tienen aversión a ciertos alimentos por una mala experiencia previa (espina de pescado) o porque no les agrada su sabor, comprometiendo así su estado nutricional. “Estas situaciones ante la comida crean sentimientos de pérdida de control, estrés, culpa y frustración en algunos padres que se sienten impotentes ante el bajo interés de sus hijos por la comida”, explica Miquel Layola, responsable de pediatría del departamento médico de Nestlé HealthCare Nutrition.

Necesidades energéticas

La edad escolar es una etapa muy sensible a cualquier carencia o desequilibrio nutricional. A partir del tercer o cuarto año, el niño experimenta un crecimiento lento pero continuo previo a la etapa del estirón de la pubertad. Durante la infancia y la adolescencia el organismo requiere más energía ya que se produce un mayor consumo debido al crecimiento. Se estima que el coste energético de este es de entre 7.000 y 8.000 kcal por cada kilo de peso ganado. Por ello, el aporte calórico de la dieta del niño debe ser suficiente para su edad y adecuado al nivel de actividad física y al estado de desarrollo corporal.

La falta de nutrientes produce un peor rendimiento escolar

Cuando existe un consumo escaso de nutrientes no se están cubriendo los requerimientos de energía, proteínas y micronutrientes (vitaminas y minerales) fundamentales para el desarrollo del individuo en etapas de crecimiento. Estudios científicos evidencian que la ingesta de calorías y proteínas, así como de calcio, hierro, zinc y vitaminas A y B6 (piridoxina) es menor en los niños que comen selectivamente y que, por tanto, acostumbran a comer menos fruta y verdura. “Es un tema relevante porque un aporte insuficiente de nutrientes afecta al desarrollo físico y psicosocial del niño condicionando su crecimiento normal”, comenta Miquel Layola. La falta de nutrientes, además, produce un peor rendimiento escolar y provoca que el niño sea más vulnerable a enfermedades infecciosas, según demuestran algunas investigaciones.

 ¿Qué hago si come mal?

Para asegurar un estado nutricional óptimo, el niño debe tomar una dieta variada y equilibrada repartida en cinco comidas a lo largo del día, evitando el abuso de bebidas refrescantes, comida rápida y bollería. Es importante inculcar en el niño hábitos alimentarios saludables y la necesidad de realizar actividad física a diario. Para asegurar un aporte adecuado de energía en un niño que come poco se puede recurrir a algunas estrategias que enriquezcan y hagan más apetecible el plato. Acompañarlo con salsas, rebozar carnes y pescados o añadir miel a los postres son algunas alternativas. Los suplementos nutricionales aportan la energía, nutrientes, vitaminas y minerales que no cubre la dieta habitual del menor que come poco y mal. Estos nunca deben sustituir una comida y deben tomarse, siempre bajo las recomendaciones del pediatra o farmacéutico, en algún momento del día pero sin quitarle el hambre al niño para la comida o la cena. “Se les puede dar como merienda o postre ya que, por sus variadas presentaciones (batido de fresa, barrita de chocolate, etc.) están adaptados tanto a sus gustos como a cada momento del día en su vida diaria pero proporcionándoles, energía, proteínas de alto valor biológico, vitaminas y minerales”, añade Miquel Layola.

También te podría gustar...