Marisol Soengas, oncóloga: “Me preocupa que haya tratamientos que no lleguen al paciente según la ciudad en la que esté”
La experta en melanoma, recién nombrada presidenta de la Asociación Española de Investigación sobre el Cáncer, es optimista sobre el futuro de la lucha contra esta enfermedad, pero reclama más financiación.
Marisol Soengas (Agolada, Pontevedra, 55 años) cree que la mayoría de la gente no conoce bien lo que se está haciendo en la investigación del cáncer. “Si lo supiesen, reclamarían mucho más para que, desde la política, hubiese un apoyo mayor”, afirma. Ella es experta en la investigación del melanoma. En su laboratorio en el Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO) de Madrid han identificado factores que ayudan a definir la identidad del melanoma y distinguirlo de muchos otros tipos de cáncer.
Ahora acaba de ser nombrada presidenta de la Asociación Española de Investigación sobre el Cáncer (ASEICA), una organización desde la que quieren mejorar el conocimiento sobre el trabajo que hacen investigadores y clínicos para combatir una de las enfermedades que más matan, promover el conocimiento fiable sobre el cáncer y presionar a gobiernos y grandes empresas farmacéuticas para mejorar la inversión en investigación y hacer que los tratamientos más avanzados lleguen a todos los pacientes.
Pregunta. La ciencia es extremadamente competitiva y los grandes avances se concentran en unos pocos lugares del planeta. ¿Cuál es el papel de España en la investigación del cáncer en el ámbito global?
Respuesta. Tenemos un enorme potencial y una gran cantera de investigadores. Tengo compañeros de muchos países que nos están llamando para que les recomendemos investigadores. También hay profesionales muy bien formados que están contribuyendo al desarrollo de tecnologías muy potentes en otros países. Pero aquí, en España, tenemos un problema de retención y atracción de talento.
Hay centros en los que se está haciendo ciencia de muy alta calidad y España lidera algunos consorcios importantes internacionales. El potencial está ahí. El problema es que tenemos una limitación presupuestaria, de burocracia y en cuanto a nuestra capacidad para conseguir infraestructuras con las que ser competitivos. Yo creo que jugamos en la primera división, competimos, pero no llegamos a finales porque muchos de nuestros mejores jugadores están fuera y no los podemos atraer y financiar como es debido.
¿Cómo valora las políticas de I+D del Gobierno español?
Ha habido un esfuerzo y hay que reconocerlo, pero es insuficiente.Estamos en el 1,5% de porcentaje de inversión del PIB en ciencia y la media de los países con los que nos queremos comparar está en el 2,5%. Queda mucho por hacer y hay frustración en algunos ámbitos porque los avances que se están publicitando no llegan al día a día de los investigadores. Las convocatorias llegan con un año o más de retraso y eso es algo que tenemos que solucionar. Uno de los grandes problemas que tenemos, aparte de la financiación, es esta incertidumbre de no saber cuándo van a salir los proyectos y que, cuando se convocan, se hace con muy poco tiempo de respuesta.
En la pandemia se ha visto que se podían acortar los tiempos de desarrollo de las vacunas gracias al desarrollo de nuevas tecnologías. ¿Esto va a suceder con los tratamientos de cáncer?
Los plazos se han acortado muchísimo. Tradicionalmente, se invertía mucho esfuerzo en prueba y error, con cientos o miles de compuestos. Ahora los centros de investigación han hecho ya parte de ese recorrido, con modelos experimentales cada vez más fisiológicos. No solo se ha reducido el número de compuestos a estudiar, sino también se ha acotado el grupo de pacientes al que voy a dirigir estos compuestos.
Para acelerar esos procesos, en ASEICA también queremos que se mejore la colaboración con la industria, con acciones como promocionar el doctorado industrial [hacer un doctorado en un proyecto en una empresa, en lugar de una universidad o centro de investigación] y otro tipo de interacciones en esos ámbitos, porque la innovación va a surgir de esa cooperación. En otros países observamos que hasta el 70% de la inversión en I+D+i viene de la industria y en España en ese sentido tenemos una deficiencia importante.
¿Ha mejorado la colaboración entre los investigadores básicos y la industria?
Ahora prestamos más atención a los posibles usos de la propiedad intelectual y las colaboraciones con la industria. Creo que es beneficioso para las dos partes en cierto modo. Los investigadores nos tenemos que formar mejor en este aspecto de la propiedad intelectual y la protección de nuestros derechos, porque a veces no negociamos bien.
Como experiencia personal, puedo contar que en el CNIO teníamos un compuesto que tenía una forma muy novedosa de acción y, aunque en ese momento no sabíamos cómo protegerlo con una patente y hacerlo de forma competitiva, aprendimos, lo hicimos y se montó una startup [Bioncotech Therapeutics] que ahora está en ensayos clínicos. Yo he tenido la suerte de observar este recorrido, que no es frecuente, porque como investigadora, normalmente, te quedas en la fase de publicación.
¿Cómo ve el futuro del tratamiento del cáncer? ¿Qué enfoques le parecen los más interesantes?
El que más me interesa tiene que ver con las distintas estrategias para activar y reactivar el sistema inmunitario; eso va a ser el futuro y ya es parte del presente. Y los ensayos clínicos que en este momento están suscitando más atención son los que buscan tratar cuanto antes al paciente. Se trata de diagnosticar antes los tumores y hacer un diagnóstico personalizado, para aplicar los tratamientos antes de que las células tumorales tengan capacidad de diseminarse por el organismo o lo hayan hecho ya. Esto tiene problemas éticos, porque estás tratando a pacientes en riesgo, pero que no sabes con seguridad que vayan a desarrollar esos tumores, y estos tratamientos tienen efectos secundarios. Habrá que valorar el riesgo y los beneficios y serán tratamientos a muy largo plazo, pero creo que ahí está el futuro.
Y luego lo que me parece fascinante es, desde el punto de vista del diagnóstico, la inteligencia artificial, que nos va a permitir distinguir mejor lesiones benignas de malignas e identificar patrones dentro de estas lesiones para ver cuál hay que tratar y cómo. Y también estamos viendo que cada paciente tiene múltiples mutaciones. Las células tumorales son todas muy distintas y estamos viendo también la importancia del microambiente tumoral, es decir, que la malignidad no está solo en la célula.
El futuro va a utilizar mejor la tecnología para definir mejor las alteraciones genéticas y todos los factores de riesgo de los que no somos conscientes y que se podrían detectar antes como anuncio del riesgo de desorden tumoral. Y, después, en el campo del cáncer de piel, donde trabajo yo, me parece muy interesante que puedas tener colgantes, pulseras, detectores en la propia ropa que te avisen de que te estás exponiendo demasiado al sol y te deberías proteger. O la biopsia líquida, el diagnóstico a través de las muestras de sangre y de orina, que nos den la alerta temprana.
Este interés por detectar el cáncer cuanto antes, ¿no nos puede convertir en enfermos antes de tiempo?
Bueno, se habla mucho de estas implicaciones éticas y sociales, pero en principio este seguimiento preventivo lo vamos a hacer en pacientes que tengan una historia familiar o alguien que haya fumado toda la vida, es decir, personas que tengan un riesgo elevado. El facultativo deberá orientar para ver qué tipo de pacientes tiene que tener este tipo de seguimiento para no ser esclavos de la tecnología.
El estudio del envejecimientoy la creación de tratamientos que combaten ese proceso de forma global, ¿son una alternativa a la búsqueda de tratamientos específicos para cada tipo distinto de cáncer?
Son caminos complementarios. A los investigadores nos motiva responder a problemáticas actuales, pero también queremos conocer, romper fronteras, y estos trabajos de regeneración tisular, de recuperación de células que están dañadas, de reactivación de procesos que se van deteriorando con el tiempo van por ese camino. Tengo claro que en el futuro se podría intentar revertir o compensar estas alteraciones que se acumulan e incrementan la probabilidad de desarrollar un cáncer. Y también, además de controlar la dieta, el tabaco o hacer ejercicio, buscar tratamientos que recuperen neuronas que tengas alteradas o la función muscular o la vista. Vamos a acabar siendo un poco biónicos.
La investigación del cáncer a veces parece un camino por una sierra en el que se sube una cima y cuando se llega arriba se ve que después hay otro valle y más cumbres. Cuando se resuelve alguna pregunta sobre la enfermedad aparecen nuevas preguntas, mayores complejidades.
Si con unas pocas mutaciones hubiésemos sido capaces de explicar todo el cáncer, habría sido genial para los pacientes, pero no es así. No es así porque sabemos que las células tumorales evolucionan, cambian, se adaptan, adquieren mutaciones, alteraciones epigenéticas. Esa complejidad para mí es un reto que tenemos que abrazar para resolverlo.
Es cierto que a veces se realizan descubrimientos y piensas que vas a poder influir en la trayectoria de la enfermedad de los pacientes, como cuando se identificaron las primeras mutaciones en melanoma o en pulmón, que eran muy recurrentes. Y luego llega la frustración porque ves que eso no es suficiente. Pero soy optimista. No sé si vamos a llegar a cronificar la enfermedad, pero sí vamos a ver avances que van a permitir vivir más a los pacientes y mejorar su calidad de vida.
¿Cree que con el mayor acceso a la información a través de internet o las redes sociales se ha puesto en cuestión la autoridad de médicos e investigadores?
Hay terapias que son peligrosasy suponen un riesgo, como cuando oímos a pacientes decir que han visto en un blog una terapia, por ejemplo, con ozono activo. Hay un gran problema de desinformación y eso crea más problemas, porque hay pacientes que deciden no tratarse o tratarse con terapias alternativas que está demostrado que no funcionan, en lugar de acudir a un especialista clínico.
Pero empoderar al paciente también es importante y creo que también tiene derecho a saber, a conocer su patología y las alternativas, y tiene derecho a participar en la decisión con un especialista en oncología. El especialista debería ser el que guíe y dé opciones. Una persona informada tiene una capacidad diferente de enfrentarse a la enfermedad y de decidir, por ejemplo, si quiere participar en un ensayo clínico. Es importante que el paciente tenga más información y nosotros desde ASEICA estamos potenciando la interacción con asociaciones de pacientes para que tengan mejor información y fortalecer una relación de confianza. A veces hay un problema de desconfianza porque se escuchan cosas sobre muchas alternativas y no sabe qué decidir.
A veces se escucha incluso que las farmacéuticas no curan el cáncer porque no quieren…
Pensar que una compañía farmacéutica esté bloqueando el desarrollo de compuestos contra el cáncer no tiene sentido. Ellos lo que querrán es que sus compuestos se utilicen y rentabilizar su inversión.
¿Es posible que en algunos casos se fomente más la inversión en apuestas seguras, que van a lograr pequeñas prolongaciones de la esperanza de vida o reducción de toxicidades, pero se evitan las apuestas por terapias más innovadoras, que pueden suponer una inversión de mayor riesgo, pero también podrían llevar a avances más revolucionarios?
A mí lo que me preocupa es que hay avances muy potentes que son excesivamente costosos. Quizá innecesariamente costosos. Estamos hablando de terapias como las CAR-To fármacos muy eficientes para patologías muy concretas, como vimos con la hepatitis C. Me preocupa que los avances no lleguen al paciente porque los sistemas de salud no se lo pueden permitir. Ahí tiene que haber una renegociación y una presión con los dirigentes de las empresas farmacéuticas. Y también me preocupa que, dependiendo de la comunidad autónoma o la ciudad donde estés, haya tratamientos que lleguen al paciente o no. Ahí es donde veo que tenemos que ir de la mano investigadores y asociaciones de pacientes para lograr un acceso más equitativo y hacer una presión social para que las farmacéuticas recuperen sus inversiones, pero una vez que se han recuperado, los tratamientos sean más asequibles. Daniel Mediavilla