La salud visual deficiente es una de las principales causas del bajo rendimiento escolar
Los defectos refractivos, como la miopía, tienen una incidencia cada vez mayor en la población infantil debido, en parte, al aumento del uso de dispositivos electrónicos.
Se estima que un 20% de la población infantil tiene algún problema visual, lo que significa que 1 de cada 4 escolares sufre algún trastorno de la visión. Estas cifras podrían seguir aumentando en los próximos años debido al incremento del uso de la visión cercana, provocado especialmente por el empleo de dispositivos electrónicos, cada vez más presentes en nuestras actividades diarias. Disponer de una correcta salud visual constituye el primer eslabón en la cadena de aprendizaje.
Así pues, los problemas visuales no corregidos son una causa frecuente de falta de atención en clase, retraso en la lectoescritura y descenso en el rendimiento escolar. Muchos alumnos son tachados de malos estudiantes cuando en realidad esconden un defecto visual no diagnosticado.
Según datos recientes, alrededor de un 30% de los trastornos de aprendizaje deriva de dificultades originadas por problemas oculares no diagnosticados. La maduración visual requiere de un largo aprendizaje que se inicia en el nacimiento y culmina aproximadamente a los 8-9 años de edad. Lo que no aprendemos a ver en la infancia no se va a recuperar posteriormente en la edad adulta. Es por ello, que en caso de que exista patología ocular, resulta fundamental llevar a cabo un diagnóstico y tratamiento lo más precozmente posible, ya que más allá de esta etapa puede ser irreversible.
Una de las dudas más recurrente de las familias es cuándo llevar a los niños a una primera revisión ocular. La doctora Idoia Rodríguez Maiztegui, oftalmóloga pediátrica del Centro de Oftalmología Barraquer, recomienda que “tras una primera valoración llevada a cabo por el neonatólogo o pediatra en el nacimiento, es alrededor de los 2 años cuando se recomienda realizar un examen ocular completo por parte del especialista para evaluar el segmento anterior y posterior del globo ocular, detectar posibles defectos de refracción y descartar la presencia de estrabismo u ojo vago. Si existen antecedentes familiares de patología ocular o derivación por parte del pediatra, es conveniente realizar la revisión con anterioridad. A partir de este momento, y aunque no exista sintomatología, lo ideal sería realizar una revisión anual hasta los 8 años, momento en que finaliza el aprendizaje visual. Posteriormente podemos espaciar los controles a bienalmente hasta alcanzar la mayoría de edad”.
Más allá de las revisiones periódicas, la doctora Rodríguez Maiztegui también recomienda una serie de pautas generales para mantener una buena salud ocular en los más pequeños y reducir las posibilidades de desarrollar algunas patologías:
“Trabajar con luz, preferentemente natural, en un ambiente ventilado, cuidando la postura corporal y la distancia del ojo al papel, realizar descansos periódicos, utilizar el modo noche en las pantallas e intentar no abusar de dispositivos electrónicos”. M.T.T. Barcelona