Fatiga pandémica
Por Antoni Trilla, epidemiólogo, hospital Clínic de Barcelona.
La situación actual de la evolución de la Covid-19 en determinadas zonas de Catalunya y de otras comunidades es incierta y preocupante. Apenas hemos salido de la fase más dura y difícil de la pandemia y ya nos enfrentamos a situaciones complicadas.
La realidad biológica es enrevesada, pero tiene base simple: el coronavirus sigue entre nosotros, su capacidad de contagio está intacta y una mayoría de la población es susceptible. Hemos recuperado gran parte de la movilidad y el contacto entre nosotros es más frecuente y repetido. Las medidas de prevención individual (distancia, manos, mascarilla) no siempre se cumplen adecuadamente, especialmente en ambientes cerrados.
Por todo ello, el riesgo de contagio ha aumentado significativamente y el número de casos, aislados o agrupados en brotes, está subiendo rápidamente en las zonas de especial riesgo: gran densidad de población, condiciones precarias de alojamiento, trabajo y otras circunstancias sociales. En el Segrià y en l’Hospitalet existe ya transmisión comunitaria significativa: se ha perdido el control de algunas cadenas de transmisión. Aquí hemos fracasado en la aplicación precoz de la estrategia de contención (detección y aislamiento de casos, seguimiento y cuarentena de contactos). Barcelona y parte del área metropolitana están en situación parecida.
Sin embargo, no hay que abandonar la estrategia de contención: hay que reforzarla y ponerla a punto para hoy y especialmente para mañana, sin más retrasos ni dilaciones.
Cuando fracasa la estrategia de contención hay que emplear medidas más restrictivas, como el cierre de determinadas actividades o la recomendación de reducir la movilidad. Y las decisiones han de tomarse rápidamente (lo hemos aprendido con dolor) y a veces con una buena dosis de incertidumbre. Nunca son decisiones fáciles de aceptar, pero llegados a este punto no disponemos ahora de mejores alternativas
Todos sufrimos, en mayor o menor grado, la denominada fatiga pandémica. Es una sensación de agotamiento derivada de los efectos de la pandemia en nuestras vidas. Las emociones vividas (miedo, ansiedad, soledad, desesperación, impotencia) han sido intensas y han agotado buena parte de nuestras energías. No estamos bien: podemos estar tristes, sentirnos desamparados, preocupados, frustrados e irritables. Creemos, con razón, que no estamos progresando a la velocidad requerida. Estamos preocupados, con razón, sobre si dispondremos o no de margen suficiente de tiempo para hacerlo.
Tenemos que colaborar todos, individual y colectivamente, para controlar mejor la evolución de la pandemia lo antes posible. Esta es una carrera de larga distancia: hay que moderar algunas expectativas, recuperar un ritmo adecuado y permanecer alerta para evitar caer en la fatiga pandémica. Nadie dijo que iba a ser fácil. Hay que mantener la calma, perseverar y ponerle las cosas muy difíciles al coronavirus. La clave es hacerlo todos juntos.