Camisa a medida. Loquillo, Cantante
He padecido bocio multinodular.
Llegados a este punto estoy acostumbrado a los vaivenes del destino, a sus caprichos y regates, a su capacidad de improvisación que ponen a prueba tu resistencia. Si fuera católico, visitaría la iglesia más cercana para cantarle las cuarenta al jefe de personal pero nunca me convencieron los oropeles. Eso sí, me considero un hombre de fe: creo en el ser humano capaz de superar todas las dificultades para salir adelante.
“Cumplidos los 50, tras haberme bebido la vida, entendí que un día vas y te mueres”
Vengo de una familia de clase trabajadora que hizo y pasó una guerra. En unas palabras: vengo llorado de casa. Muy pronto conocí el poder de la enfermedad debido al cáncer que devoró a mi tío Ángel. Más tarde, se llevó a Santiago, mi padre, fruto de su filiación tabaquera y de las noches al raso en los campos de concentración después de la guerra. Una vez cumplidos los cincuenta, después de haberme bebido la vida, empecé a entender el fin de toda esta charada: un día vas y te mueres, así, sin más.
Loquillo, cantante
La parca se llevó a Rosita, luego a mi madre Adela que coincidió con el cáncer de mama que atrapó a Susana, mi compañera. UCI, boxes, el color de las batas de los sanitarios…; uno se hace a todo hasta que llega el día en que nada te sorprende y aprendes a convivir con la muerte. Por fin puedes mirarle a la cara sin ningún tipo de sentimiento de culpa ni de carga.
Confinado en plena pandemia y suspendida la gira de El Último Clásico, descubrí que mi camisa no abrochaba. Lo bueno de una camisa a medida es que no engaña, creí a la primera que el encierro me había proporcionado unos kilos de más pero pronto noté un bulto en el cuello. No hacía falta buscar en los mapas, el protocolo se puso en marcha: analíticas y visitas a doctores llevaron a la conclusión de que se trataba de un bocio multinodular. Las pruebas determinarían la gravedad y no se descartaba dado el tamaño del bocio una operación de alto riesgo que pudiera amenazar las cuerdas vocales.
Cuando inauguré el WiZink Center de Madrid con mi banda tras la primera ola de la pandemia, ya sabía que si algo salía mal esa podía ser la última vez. Fue entonces cuando decidí reunir a mi equipo y contar la verdad. La épica es importante en esto del espectáculo, no lo olviden. Todo el staff se puso a trabajar y a mitad de noviembre del 20 entramos en estudio sin conocer mi diagnóstico final.
Fueron meses de punción y aguja fina, de analíticas y ecografías mientras recorría la España de la pandemia con Gabriel Sopeña y nuestro espectáculo de poesía contemporánea.
El ejemplo de la lucha contra el cáncer de mi compañera era un activo sumado a los profesionales y amigos, la fuerza necesaria para fajar la acometida.
“UCI, boxes, batas blancas; te haces a todo hasta que aprendes a convivir con la muerte”
Fue así como llegamos a fin de año con el deber cumplido. Solo quedaba esperar el final de la travesía que ha llegado hace muy pocos días.
El bocio se ha ido reduciendo en los últimos meses y mis camisas vuelven a envolver mi cuello como se merece. No es necesario ningún tipo de tratamiento, solo revisiones periódicas. Ya nadie habla de intervención quirúrgica ni de aplicación de yodo radiactivo. Todo el mundo celebra el nuevo disco y lo pasado se vislumbra como una escaramuza en una batalla en medio de una guerra contra la covid-19 que nos tiene en tensión cada instante de nuestras vidas.