Luiz Sampaio, cirujano cardiotorácico: “Queremos que la organogénesis sea una realidad en diez años”
JAVIER GRANDA. Santiago de Compostela. Luiz Sampaio es un cirujano cardiotorácico, subdirector desde 2011 del departamento de investigación de medicina regenerativa del Instituto del Corazón de Texas, en Houston, desde 2011. Entre otras responsabilidades, supervisa los procesos de descelularización y recelularización en grandes órganos. Nacido en Salvador de Bahía (Brasil) se graduó de la Universidad Federal de la Escuela de Medicina de Bahía y completó una residencia en medicina interna en la facultad de medicina de Pennsylvania. Realizó además residencias de cirugía cardiovascular y cirugía general en Brasil y trabajó como cirujano con Denton Cooley en el Instituto del Corazón de Texas entre 1996 y 1998, para posteriormente establecerse en Brasil como profesor asistente de histología y profesor invitado de cirugía cardiovascular de la Universidad Federal de la Escuela de Medicina de Bahía.
¿Cuál es el presente de la organogénesis?
En la actualidad hay una gran falta de órganos para trasplantes y, por este motivo, la organogénesis se convierte en una opción real. Es un proceso que debe hacerse paso a paso y estamos empezando a trabajar con partes de órganos para llegar así, mediante bioingeniería, a lograr un órgano completo.
¿En qué consisten estos pasos?
Actuamos primero a nivel celular y creamos una estructura. Después debemos asegurarnos de que el órgano sea funcional, por lo que lo probamos. Cuando se piensa en construir órganos, debes pensar que estamos abordando el reto no sólo de que las células funcionen, sino de que lo hagan en una plataforma. Tenemos que hacerles “comprender” que tienen que trabajar juntas y cumplir una función que en su momento hacía el órgano nativo. Por este motivo necesitas estos componentes y, en primer lugar, la célula.
¿Qué número de células se necesitan para crear un órgano?
Un número enorme. Pero también hay que tener en cuenta el mejor tipo de célula, y en este aspecto se centran la mayoría de experimentos que hacemos ahora: cuál sería la mejor composición celular que nos permita crear órganos.
Ha mencionado la necesidad de plataformas, ¿en qué consisten?
Las células aisladas no pueden realizar la función, por lo que debemos situarlas en una plataforma que las organiza -que denominamos estructura- y que debe proporcionar también la composición al órgano para que funcione de manera adecuada.
¿Qué papel juega entonces la composición de esta estructura?
Muy importante, porque proporciona señales a las células para que hagan lo que tienen que hacer y el siguiente paso es que realicen un trabajo conjunto y que éste sea funcional. Una vez que disponemos de todos estos elementos, hacemos pruebas de laboratorio in vivo. Por último, hacemos las labores de ajuste y regulamos la actividad celular, y ya se podrían trasplantar estos órganos en humanos.
Tal y como lo cuenta parece sencillo ¿pero está la legislación actualizada para estos avances?
Las normas son, como es obvio, muy estrictas. Y el principio de no dañar debe ser siempre una prioridad.
Su maestra y jefe, la doctora Taylor, siempre dice que la solución más sencilla pasa siempre por imitar a la naturaleza “porque ya lo ha hecho y, además, de la manera correcta. Sólo hay que darle las herramientas precisas y no interferir”. ¿A qué se refiere?
Hay muchas ocasiones en que basta con fijarse y no hay que reinventar, como el caso de estas estructuras que comento: tienen la composición y la forma que precisan estas células para desarrollarse.
En su presentación en Biospain ha mostrado una técnica, denominada matriz extracelular (ECM) descelularizada, que se ha aplicado como parche cardiaco tanto en ratas como en cerdos. ¿Es este un ejemplo de imitación de la naturaleza que puede ser útil finalmente en humanos?
Exactamente, muestra la importancia de la estructura y de la composición: el parche se implanta en una zona enferma porque ha sufrido un infarto y el corazón recluta células madre, consiguiendo formar tejido nuevo. Estos resultados nos dan muchas esperanzas.
¿En qué momento estamos en la actualidad?
Seguimos avanzando paso a paso. Hemos hecho trasplantes de tráquea, de vejiga… son órganos no muy complejos
porque son huecos y, tras realizar labores de bioingeniería, los hemos podido trasplantar. La siguiente etapa es más compleja, no solo por el tipo de órganos sino porque tienen diferentes funciones, como el hígado, que realiza una función endógena y otra exógena.
¿El corazón es otro ejemplo?
Sí, es un órgano muy complejo que, además, tiene muchas peculiaridades que otro órgano más simple o hueco no tiene. Pero el principal reto en este ámbito es la vascularización completa del corazón, en la actualidad estamos trabajando en este sentido, especialmente en la reendotelización de la red vascular y las cámaras y en proporcionar células que permitan latir al órgano y que así pueda pasar de estar parado a funcionar.
¿Se han marcado un plazo para lograrlo?
Queremos que sea una realidad en diez años. Nuestro laboratorio es muy particular, porque tenemos una manera de trabajar por la que todos los proyectos cuentan con plazos realistas y se marcan unos objetivos que intentamos cumplir en el tiempo que nos hemos propuesto.
Usted ha recalcado que una de las claves para avanzar en este campo es que los diferentes grupos de investigadores compartan información. Parece una paradoja, porque vivimos en la era de información…
Tenemos que trabajar más juntos, los grupos deben coordinarse y, aunque se hace en ocasiones, no es muy habitual. Y el conocimiento no se comparte en el nivel que es preciso y se acaban duplicando e incluso triplicando los esfuerzos.
¿Cuál es el principal obstáculo para lograr fabricar estos órganos?
La financiación, por desgracia. Son procesos muy caros, pero hay problemas básicos en salud que precisan de atención y esta investigación va a prolongar la vida. Tenemos que entender que cuando se ha conseguido aumentar la esperanza de vida, se han producido más descubrimientos y el mundo se ha desarrollado más deprisa. Así que invertir en este campo, es invertir en el futuro y solucionar así uno de los principales problemas de muerte de la gente.