ECONOMÍA Y CORONAVIRUS (VI)
Por José Mª Gay de Liébana, profesor de la Facultad de Economía y Empresa de la UB
Académico de número de la RAED..
Economía geométrica
O lo que vendría a ser lo mismo: geometría económica. Y todo por la V, que es la vigesimotercera letra y la decimoctava consonante del alfabeto español, y con la V asimétrica susceptible, cuando se legitime, de convertirse en la vigesimotercera bis letra y la decimoctava bis consonante de nuestro alfabeto. Y digo bis, con b de Barcelona, que no vis, que sería de vis a vis, estar uno enfrente de otro, cara a cara, bueno y algo más.
Y de V asimétrica y recuperación económica va el asunto. Si la tal recuperación de nuestra economía fuere en V implicaría que todo lo que cae, como nuestra economía en descenso libre y a plomo, remonta con energía: aterrizaje abortado, «rejected landing», que ordena el comandante ante la imposibilidad de poder aterrizar en buenas condiciones, manteniendo los motores del avión con toda su potencia para, en el momento de tocar tierra, rebotar, y hacer el «go around», subiendo con velocidad a tope hacia el cielo. La economía española se recuperaría de la Covid-19 en forma de V y en poco tiempo superaríamos el bache.
Si la recuperación de España es en forma de V asimétrica, eso significa que descendemos precipitada y bruscamente, cayendo en picado. Como los motores apenas tienen potencia a causa de la destrucción de nuestro tejido empresarial, con tantas empresas desaparecidas en combate y otras heridas de gravedad, junto a legiones de trabajadores desalojados de sus puestos de trabajo por la crisis económica del coronavirus, la subida hacia el cielo de nuestra economía, la remontada hacia arriba, es muy costosa y con tan poca fuerza que igual nos arrastramos por la pista y veremos cómo queda el avión. Así que, de la V asimétrica a la L, pura y dura, que es la duodécima letra y novena consonante del alfabeto latino básico, hay poca diferencia.
¿Por qué la crisis se alarga en España?
Viendo la presumible capacidad de recuperación de la crisis económica de la Covid-19, se advierte como algunos países en 2021 irán saliendo del socavón, mientras que a España le costará bastante más.
¿Por qué hasta 2023 España no será capaz de recuperar unos niveles de actividad económica en línea con 2019? La respuesta está en nuestro modelo productivo y en su sensibilidad a las embestidas de la pandemia. La economía alemana, por ejemplo, exhibe su músculo industrial, con un sector secundario muy concentrado en la industria manufacturera, y una tasa de cobertura de su balanza comercial (exportaciones sobre importaciones) del 120%. Tan pronto como se empiece a normalizar la situación y la actividad económica muestre indicios de recuperación, los motores de la economía germana volverán a rugir y su carácter de economía aperturista y exportando por doquier imprimirán velocidad para remontar.
En España concentramos el 75% de nuestra economía en el sector servicios, junto con comercio, y el tirón de servicios depende en gran manera del turismo que actúa como tractor de otras actividades. Otrosí, en nuestra tierra tenemos mucha empresa muy pequeña, el mercado laboral no es eficiente, al capital humano le falta fuelle formativo, el capital productivo adolece de un plus digital y formativo y la construcción también tiene su peso… Al ser precisamente el turismo un sector fuertemente castigado por el coronavirus, su aportación a la reconstrucción económica de España será tímida en los meses venideros y, del mismo modo, la recuperación del empleo costará porque servicios y comercio se han visto tremendamente golpeados.
Estampas helenas
Confinados y sin parar de virtualear y teletrabajar, que lo del teletrabajo ha llegado para quedarse y tendremos que rediseñar nuestros hogares para disponer de la sala del teletrabajo porque si no hasta en el WC uno se está enfrentando al «cash flow» y a la videoconferencia, con el ordenador confundido entre el papel higiénico y luchando contra el estreñimiento.
Aunque con tanto confinamiento encontramos tiempo para ojear postales de la cuna de nuestra civilización, la de pensadores y filósofos, sobre la que construimos nuestros pilares culturales: Grecia, ese Mediterráneo genuino que inspira a quienes moramos en sus orillas. Grecia, aturdida durante tiempo con el Grexit, se abocó al duro rescate con su deuda pública moviéndose entre el 109% y el 126%, nivel de deuda en el España estará entre 2020 y 2021.
Con el rescate, su economía cayó. Los ajustes no fueron al Estado, de forma etérea, ni a los políticos, sino sobre su población. En los años de crisis, las familias griegas han perdido el 40% de sus ingresos, los sueldos se han desplomado, las pensiones se han recortado hasta en un 40%, y abuelos con pensiones de menos de 700 euros no quieren morir para poder alimentar a sus hijos y nietos. En Grecia no se habla de mileuristas, sino de quinientoseuristas. El 36% de la población está en riesgo de pobreza. Y sus jóvenes, sin trabajo, viendo la falta de oportunidades emigran. Grecia sufre descapitalización intelectual y fuga de talento. 250.000 licenciados, desde que empezó el rescate, han huido. Grecia recibió unos 330.000 millones de euros de rescate. ¿Cuánto necesitará España? Su deuda pública es del 176,6%; la nuestra, en 2021, rozará el 120%. Postales helenas para inspirarnos.
Nuestro gasto público
Por gasto público, que no quede. Aquí de lo que se trata es de darle al manubrio del gasto público sin cesar, que la vida es fanfarria, sobre todo, si pagan otros.
Que ya se sabe que el déficit público no es de nadie pero que la deuda pública sí es de todos, aunque causada por los desmanes de solo unos cuantos que, luego, se van de rositas a sus casas y se quedan ahí con pensiones vitalicias a costa de los paganos, que somos la plebe.
De 2017 a 2019, el gasto público pasó de 478.000 millones de euros a 522.000 millones, o sea, que aumentó en 44.000 millones de euros, aunque eso sí, los ingresos, con los impuestos y cotizaciones sociales jugando fuerte, crecieron prácticamente lo mismo. Ergo, succionamos más a los que laboran en pro de la cacareada redistribución de la renta y la riqueza.
¿Cómo se reparte el gasto público en 2019? Pues, las comunidades autónomas gastaron 192.000 millones de euros -18.000 millones más que en 2017-; las corporaciones locales gastaron 73.000 millones -5.000 millones más que dos años atrás-, pero acá nada que decir, porque nuestros ayuntamientos saldan con superávit de 3.800 millones sus cuentas; y, desde luego, el festival de mayor gasto y en cascada que fluye con soltura es el de la Seguridad Social que en 2019 gastó 183.000 millones de euros, también 18.000 millones más que en 2017, aun cuando el número de pensionistas de 2017 a 2019 ha crecido en 192.000.
Y sin ánimo de llamar al mal tiempo, solo indicar que en abril el ratio de afiliados ocupados de la Seguridad Social sobre pensionistas cae a 2,06. Dato preocupante.
¿Reconstruir España?