Los casos mundiales de ictus han aumentado un 70% en los últimos 30 años
En el mismo periodo, los avances en manejo rápido han reducido la mortalidad de esta enfermedad cerebrovascular en un 68% en los países de Europa occidental.
El ictus representa entre la población mundial la segunda causa de muerte más común -después de la cardiopatía isquémica- y la tercera causa -en Europa es la primera- más frecuente de discapacidad, según los datos del último estudio Global Burden of Disease (GBD).
Este mismo estudio apunta, además, que cada año y en todo el mundo se producen casi 12 millones de casos de ictus y más 7 millones de fallecimientos por esta enfermedad. Unas cifras que, comparadas con los datos que se manejaban hace 30 años, suponen un aumento del 70% en el número de casos, un incremento del 44% en las muertes y un 32% más de discapacidad, según se recuerda en el Día Mundial del Ictus, celebrado recientemente.
En España, según datos de la Sociedad Española de Neurología (SEN) cada año se producen unos 90.000 nuevos casos de ictus. En 2023, esta enfermedad fue la responsable del fallecimiento de más de 23.000 personas. Además, más del 30% de las personas que sobreviven a un ictus en España, están actualmente en un situación de dependencia, ya que el ictus es la primera causa de discapacidad en España y, en al menos el 40% de los casos, el ictus deja importante secuelas.
En este sentido, los datos de la Sociedad Española de Rehabilitación y Medicina Física (SERMEF), indican que el 50% de los supervivientes de ictus sufre secuelas. La rehabilitación neurológica temprana e intensiva es crucial para mitigar la dependencia funcional en un 20%. “Debe iniciarse tan pronto como el paciente esté médicamente estable, para maximizar las posibilidades de una recuperación efectiva”, señalan desde esta organización.
Rehabilitación a corto y largo plazo
Además, cuando las terapias rehabilitadoras se aplican con la intensidad y la duración adecuadas, se puede mejorar significativamente la recuperación funcional, reduciendo además el riesgo de complicaciones a largo plazo, como el deterioro cognitivo y la depresión. En este sentido, los profesionales de la SEN indican que entre el 30-50% de las personas que han sufrido un ictus presentará también depresión, el trastorno afectivo más frecuente post-ictus.
Aunque la rehabilitación se ha demostrado esencial para la recuperación de los pacientes con ictus, la SERMEF denuncia que “existen importantes desigualdades en el acceso a los tratamientos entre las distintas comunidades autónomas“, lo que genera diferencias notables en los resultados, a corto, medio y largo plazo, de los pacientes.
En España, existen importantes desigualdades en el acceso a los tratamientos rehabilitadores, lo que genera grandes diferencias entre pacientes
Insisten además que la rehabilitación tras un ictus no se limita al ámbito hospitalario. Según los rehabilitadores, la atención ambulatoria y domiciliaria “son herramientas clave para muchos pacientes, especialmente aquellos con discapacidades moderadas”.
El isquémico, al que corresponden casi el 80% de los casos que se dan en España, y el hemorrágico, que supondría casi el 20% de los afectados restantes, son los dos tipos principales de ictus, explica María Mar Freijo, coordinadora del Grupo de Estudio de Enfermedades Cerebrovasculares de la Sociedad Española de Neurología. “En todo caso, e independientemente del tipo de ictus, la rapidez con la que se haya recibido atención médica ante la aparición de los primeros síntomas, influirá enormemente en el pronóstico de los pacientes”.
Teniendo en cuenta que, por cada minuto que pasa sin que llegue la sangre al cerebro se mueren casi 2 millones de neuronas, se explica por qué la frase ‘el tiempo es cerebro’ va siempre asociada a esta enfermedad. “Si se sospecha que una persona está sufriendo un ictus se debe llamar inmediatamente a los servicios de urgencia porque es una emergencia médica”, subraya Freijo.
Suben los casos, baja la mortalidad
En los últimos años, y gracias a los avances que se han producido en Europa y, en concreto en España, tanto en tratamiento como en identificación de la enfermedad, así como en la cada vez mayor implantación de las Unidades de Ictus o del Código Ictus la tasa de mortalidad de esta enfermedad ha descendido considerablemente. Se estima que, respecto a los últimos 30 años, las tasas de mortalidad han descendido más de un 68% en los países de Europa Occidental.
No obstante, los profesionales de la SEN consideran que hay un mayor margen de mejora. “En primer lugar, porque aún existen provincias españolas que aún no disponen de Unidades de Ictus; y, en segundo lugar, porque estimamos que el Código Ictus solo se llega a utilizar en aproximadamente el 40% de los casos que se atienden actualmente en España, principalmente porque sigue existiendo un altísimo porcentaje de la población que no es capaz de identificar los síntomas de ictus y, no llama al 112”, señala Freijo.
La SEN estima que solo un 50% de la población española sabe reconocer los síntomas de esta enfermedad y que el porcentaje de población que sabe que ante cualquier síntoma de ictus se debe llamar a emergencias, es aún menor. Por esa razón, insiste en recordar que ante estos síntomas es fundamental llamar al 112, “incluso aunque desaparezcan a los pocos minutos”.
El 90% de los casos de ictus se podrían evitar con un estilo de vida saludable y con control de los factores de riesgo
También es posible ahondar en la prevención de la enfermedad. Tener una edad avanzada es un factor de riesgo para padecer un ictus y por esa razón se estima que en los próximos 10 años aumente su prevalencia en los países de la Unión Europea. Pero la edad no es el único factor de riesgo para padecer la enfermedad. De hecho, en Europa, los principales factores de riesgo de ictus son la hipertensión arterial y la hipercolesterolemia, unos factores de riesgo que pueden controlarse.
La coordinadora del Grupo de Estudio de Enfermedades Cerebrovasculares de la SEN señala que se estima que cerca del 90% de los casos de ictus se podrían evitar con un estilo de vida saludable porque muchos de los factores de riesgo de un ictus son modificables o controlables.
Prevención, la clave del control
“La hipertensión arterial y el colesterol alto o la diabetes, pueden controlarse. En nuestra mano también está evitar otros como el tabaquismo, el sedentarismo, la mala alimentación, la obesidad, el alcoholismo, el consumo de drogas, entre otros. Uno de cada cuatro españoles padecerá un ictus a lo largo de su vida y es responsabilidad de cada uno de nosotros intentar disminuir esa cifra”.
Para Hernando Pérez Díaz, director del Centro de Neurología Avanzada (CNA) de Málaga, la prevención del ictus es esencial y “debería ser al menos tan importante como la del cáncer de mama”.
Asegura que muchos de los casos se podrían evitar realizando pruebas sin riesgos para “conocer el estado de los vasos cerebrales, monitorizando el ritmo cardiaco para descartar la fibrilación auricular, o valorando los tradicionales factores de riesgo como la hipertensión, la diabetes, el colesterol o las apneas obstructivas del sueño, en mayores de 55 años”. R. Serrano (DM)