Cómo podría Trump arruinar a la Seguridad Social

Por Paul Krugman, premio Nobel de Economía.

Aunque en el pasado he dado por hecho que la Seguridad Social será rescatada si es necesario, eso parece menos seguro en la nación antidemocrática en la que podemos convertirnos si gana Trump.

¿Recuerdan cuando George W. Bush intentó privatizar la Seguridad Social? Estuve muy involucrado en ese debate, y una cosa que aprendí fue que los estadounidenses adinerados, que normalmente tienen sumas ingentes guardadas en sus fondos de pensiones y poseen además otros activos, no suelen tener ni idea de lo importante que es la Seguridad Social para sus conciudadanos menos acomodados. Las prestaciones de la Seguridad Social representan más de la mitad de los ingresos de muchos jubilados, y un número considerable de ellos apenas tiene otra cosa de qué vivir.

Así que es importante ser conscientes de que una de las consecuencias de las propuestas económicas de Donald Trump, si se aprueban, podría ser llevar a la Seguridad Social a la quiebra, empobreciendo a muchos estadounidenses mayores, no en un futuro lejano, sino dentro de unos seis años. Y aunque en el pasado he dado por hecho que la Seguridad Social será rescatada si es necesario, eso parece menos seguro en la nación antidemocrática en la que podemos convertirnos si gana Trump.

Lo primero es lo primero: la Seguridad Social es un programa gubernamental, contabilizado como parte del gasto federal. Entonces, ¿cómo es posible que un programa individual quiebre si el Gobierno federal en su conjunto sigue siendo solvente (lo que, a pesar de Trump, probablemente ocurrirá)?

La respuesta es que la Seguridad Social tiene su propio presupuesto independiente. Si tienen comprobantes de pago, verán que hay una deducción por la Ley de Contribuciones Federales a la Seguridad Social (FICA, por sus siglas en inglés), el impuesto federal sobre la nómina. Su empresa paga la misma cantidad, y si se incluye la parte de la empresa, alrededor de dos tercios de los estadounidenses pagan más en impuestos sobre la nómina que en impuestos sobre la renta. La mayor parte de estos ingresos por impuestos sobre las nóminas se dedican a la Seguridad Social. (El resto financia parte de Medicare).

Este sistema, en el que las cotizaciones de los estadounidenses en edad de trabajar pagan las prestaciones de los mayores, se ha visto sometido a la presión del envejecimiento de la población, que ha aumentado la proporción de beneficiarios respecto a los trabajadores. Pero todo el mundo sabía desde hacía tiempo que los baby boomers [los nacidos durante la explosión demográfica posterior a la Segunda Guerra Mundial] tarde o temprano dejarían de cotizar y empezarían a retirar dinero, por lo que, ya en la década de 1980, se tomaron medidas para apuntalar las finanzas a largo plazo de la Seguridad Social. Estas medidas incluían el aumento del tipo impositivo sobre las nóminas, la vinculación de las prestaciones al impuesto sobre la renta y el aumento gradual de la edad de acceso a todas las prestaciones de los 65 a los 67 años.

Estas medidas permitieron a la Seguridad Social obtener grandes superávits durante un par de décadas y acumular un fondo fiduciario que podría utilizarse para ayudar a pagar las prestaciones una vez que los baby boomers empezaran a jubilarse. El plan consistía en mantener la solidez actuarial del sistema durante 75 años, pero parece que la solución se está quedando corta, en gran parte debido al aumento de la desigualdad. Las proyecciones de la Oficina Presupuestaria del Congreso indican que, con la normativa actual, el fondo fiduciario se agotará en 2034. En ese momento, calcula la Oficina Presupuestaria, las prestaciones tendrían que reducirse inmediatamente en un 23%, y posiblemente en una proporción mayor en los años posteriores para equipararlas a los ingresos, a menos que se hiciera algo más para cerrar la brecha.

Hasta hace poco, he dado por sentado que, efectivamente, se haría algo para mantener las prestaciones de los jubilados; a fin de cuentas, los mayores votan, y se produciría una enorme oleada de protestas contra los políticos que decretaran una gran reducción de sus ingresos. Pero Trump ha hecho que ahora me replantee esa premisa.

Como señala un nuevo informe del Comité para un Presupuesto Federal Responsable (CRFB, por sus siglas en inglés), Trump ha presentado múltiples propuestas que menoscabarían las finanzas de la Seguridad Social. Entre ellas, eximir de impuestos las prestaciones de la Seguridad Social, las propinas y el pago de horas extraordinarias. Y lo que quizás sea menos evidente, los aranceles de Trump provocarían una subida de los precios, ya que aumentarían los ajustes por el coste de la vida de la Seguridad Social. Y deportar a los inmigrantes que viven ilegalmente en el país –muchos de los cuales pagan impuestos sobre la nómina– empeoraría aún más la situación.

El CRFB estima que estas acciones políticas provocarían el agotamiento del fondo fiduciario en el año fiscal 2031, y como ya estamos en el año fiscal 2025, eso es dentro de solo seis años; las prestaciones por pagar también caerían por un precipicio más pronunciado, disminuyendo inmediatamente en alrededor de un tercio. Y si me preguntan, incluso estas cifras son excesivamente optimistas, porque no tienen en cuenta el caos económico que probablemente crearían las políticas de deportación y aranceles de Trump.

Sin embargo, como he dicho, en el pasado he dado por sentado que si el fondo fiduciario se agota, cuando se agote, el Congreso y el presidente harán lo que sea necesario para mantener las prestaciones. ¿Por qué no sigue siendo esa mi hipótesis por defecto? Una respuesta es que los planes de Trump harían mucho más grande el agujero en las finanzas de la Seguridad Social, al tiempo que debilitarían la economía y añadirían billones a la deuda nacional. Esto haría más difícil conseguir el dinero para un rescate de la Seguridad Social.

Pero hay una cuestión aún más importante. He sostenido que casi siempre se protegerá a la Seguridad Social porque los mayores votan. Pero eso solo es relevante porque vivimos en una democracia, y la democracia, como les gusta decir a los politólogos, “es un sistema en el que los partidos pierden las elecciones”.

¿Seguirá siendo Estados Unidos una democracia en ese sentido si un expresidente que intentó anular los resultados de las elecciones anteriores –un hombre tachado de fascista por uno de sus jefes del Estado Mayor y uno de sus jefes de gabinete– recupera el poder? Y si dejamos de ser el tipo de democracia que hemos sido, ¿importarán realmente los votos de los mayores? El destino de la Seguridad Social no es mi principal preocupación si gana Trump –me preocupa más su amenaza a la democracia–, pero sin duda está en la lista.

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