La radioterapia crece como solución a enfermedades benignas pero dolorosas
La radiación en dosis bajas es útil en patologías inflamatorias y degenerativas.
El 40% de los pacientes de cáncer recibe radioterapia, un tratamiento muy asociado a los procesos oncológicos que, sin embargo, presenta otros usos, todavía muy desconocidos. Las radiaciones ionizantes también son eficaces en patologías benignas, como tumores no cancerígenos. Y, en dosis muy bajas, la radioterapia tiene un efecto antiinflamatorio y antiproliferativo que puede ser beneficioso en enfermedades inflamatorias y degenerativas.
La Sociedad Española de Oncología Radioterápica (SEOR) ha creado el grupo de patología benigna, que tiene la finalidad de dar a conocer, implantar y desarrollar el uso de la radioterapia en procesos no oncológicos. “Su aplicación es muy diversa tanto en procesos inflamatorios, hiperproliferativos y funcionales, con un alto grado de eficacia que mejora sustancialmente la calidad de vida de los pacientes”, sostiene. Este uso está extendido en países como Alemania, donde el 20% de los tratamientos de radioterapia son para procesos benignos, Suiza o Gran Bretaña, pero en España es incipiente, si bien está en proceso de extensión.
Según Albert Biete, catedrático emérito de Medicina de la UB, exjefe del servicio de oncología radioterápica del Clínic y ahora vinculado a Atrys Health, la falta de equipos y las listas de espera para tratamientos oncológicos ha frenado el desarrollo de la radioterapia para las enfermedades no cancerosas. “Afortunadamente, ahora tenemos una buena dotación de aceleradores lineales y prácticamente no tenemos listas de espera, con lo que hemos podido empezar a tocar estos temas”, explica.
La radiación está indicada en enfermedades inflamatorias como la fascitis y la tendinitis, en patologías degenerativas de las articulaciones. También se aplica en crecimientos no cancerosos de un tejido, como la osificación heterotópica de la cadera. En los procesos degenerativos actúa sobre la inflamación, reduciendo el dolor y facilitando la movilidad, y en las enfermedades inflamatorias actúa sobre la causa.
“Las trocanteritis (dolores localizados en el lateral de la cadera), por ejemplo, afectan mayoritariamente a mujeres a partir de 60 años. En ocho de cada diez tratamientos se produce una mejora importante del dolor, que en la mitad de los casos se mantiene a los cinco años”, indica Biete. Pero la radiación no es para todo el mundo, sino la última opción: “Nos envían a los pacientes que ya no saben qué hacer después de pasar por el traumatólogo, reumatólogo, anestesista… que se han sometido a fisioterapia, a infiltraciones y tomado fármacos”.
Aunque las dosis de radiación son muy reducidas (un total de tres a seis grays en varias sesiones, cuando un cáncer de pulmón requiere 60 grays en dosis de dos grays por sesión) y por ello no se han descrito efectos secundarios (afectaciones cutáneas, inducción de tumores), el tratamiento no está indicado en personas jóvenes. La edad mediana de los pacientes del doctor Biete es de casi 70 años, y la terapia puede evitarles el consumo de antiinflamatorios o corticoides que, a estas edades, pueden tolerar mal. Aun sin cáncer, el acelerador lineal produce respeto. “Algunos vienen muy asustados, y les explicas que la máquina es la misma, pero no tiene nada que ver con el cáncer”, relata el doctor.
En el Clínic de Barcelona se practican anualmente entre 20 y 25 radioterapias para enfermedades benignas de pacientes que han agotado los tratamientos previos. Aunque en Alemania existe una larga tradición de irradiar en enfermedades inflamatorias o degenerativas, y, en dosis bajas, se producen efectos antiinflamatorios, es difícil evaluar el éxito de esta opción, apunta la jefa de oncología radioterápica, Meritxell Mollà. En su opinión, no está suficientemente discriminado el efecto placebo: “No es que diga que no deba hacerse, ni mucho menos, pero hacen falta estudios más bien diseñados para ver los efectos en los pacientes”. A. López Tovar