El consumo de psicofármacos es el principal problema de adicciones que hay en España
España es el país que más benzodiazepinas consume de todo el mundo. Las carencias de la sanidad disparan un 27% el uso de psicofármacos en diez años.
La crisis financiera del 2008 y, poco tiempo después, el segundo envite económico en el 2012 causaron estragos en la sociedad española, tanto en sus bolsillos como en sus expectativas. Mucho costó reconstruir lo edificado hasta entonces y recuperar de forma mínima la esperanza cuando llegó la pandemia, que acrecentó muchos problemas de salud mental entre la población. En psicología, esto se conoce como indefensión aprendida: enfrentarse a una crisis, poner todos los recursos y esfuerzos en salir del problema y, cuando se logra, llega otro. La covid incrementó la prescripción y la venta de ansiolíticos y antidepresivos en la sociedad española, pero su consumo ya llevaba años creciendo: en la última década, las farmacias españolas han visto crecer un 27% la venta con receta de estos fármacos.
Así lo refleja el Ministerio de Sanidad en sus informes sobre Consumo de medicamentos en recetas médicas dispensadas en oficinas de farmacia con cargo al Sistema Nacional de Salud según clasificación Anatómica-Terapéutica-Química (ATC). El consumo de ansiolíticos y antidepresivos —psicofármacos— ha crecido más de un 27% desde el 2010, mientras que los antidepresivos son el único fármaco que crece de manera constante desde esa fecha. Además, por segundo año consecutivo y según la Junta Internacional de Fiscalización de Estupefacientes (INCB) de la ONU, España es el país del mundo con mayor tasa de consumo de benzodiazepinas –incluidas dentro de los ansiolíticos, como alprazolam, diazepam o lorazepam–, después del análisis de datos de 90 países. Tras España se encuentran Bélgica, Portugal, Israel, Montenegro y Hungría.
A inicios de la pasada década, los españoles consumían 64 dosis cada 1.000 habitantes por día de antidepresivos y 52 de ansiolíticos. Actualmente, el consumo de antidepresivos se sitúa en 92, y el de ansiolíticos, en 58. “El crecimiento es exponencial”, lamenta Fernando Chacón, vicepresidente del Consejo General de Psicología de España. “El problema no es solo que ha aumentado, sino que somos el país con mayor consumo”.
Pero ¿por qué se da esta situación? Los expertos señalan varias opciones. Según Iria Grande, secretaria de la Sociedad Española de Psiquiatría y Salud Mental, “la pandemia ha incrementado mucho la situación de clínicas de ansiedad y depresión. Y esta situación se va a agravar con la actual inestabilidad económica”. Además, el creciente consumo de benzodiazepinas hace que el cuerpo se acostumbre a ellas “y, entonces, la gente incrementa las dosis y consume más”, lamenta.
Por su parte, Chacón plantea dos posibles opciones: o en España las tasas de trastornos mentales –ansiedad y depresión, los más comunes– son mayores que en el resto de Europa; o bien se está recetando de más. Según su punto de vista, “las tasas no son mayores aquí que en otros países”, por lo que concluye que se está medicando “mucho más que en otros países con las mismas enfermedades”.
Esta situación se produce debido a la fragilidad de la atención psicosanitaria en el sistema público de salud. Mientras que en la media de la Europa se sitúa en 18 psicólogos por cada 100.000 habitantes, según apunta el Mental Health Atlas de la Organización Mundial de la Salud (OMS), en España esta cifra no llega en muchas ocasiones ni a seis, tal y como señala el Defensor del Pueblo. De hecho, España es el décimo país de la UE en tasa de psicólogos y el número 16 en el de tasa de psiquiatras –menos de diez por cada 100.000 habitantes–. Por ello, y ante los hasta seis meses de espera para ser redirigido a un especialista en salud mental en la seguridad social, “los médicos de cabecera no tienen otra opción que recetar psicofármacos para contener esa ansiedad o esa depresión”, y, además, a veces “ni siquiera derivan a un especialista, porque no son casos especialmente graves”.
Ante la fragilidad de la situación en el sistema público de salud, “las consultas de psicología privadas están saturadas”, afirma Chacón. “En la vida ha habido listas de espera en la privada. En los mejores centros, sí, pero ahora es generalizado”. Esto se debe, en gran parte, a la concatenación de varios años de inestabilidad social: primero vino la crisis económica; luego, la pandemia, y luego, el mantenimiento de los efectos colaterales (confinamiento, enfermedad, crisis económica…). “Las sucesivas crisis afectan, pero el incremento es mayor que en el resto de Europa porque el sistema sanitario está mal estructurado”.
Hasta ahora, las mujeres de mediana edad eran el colectivo que más psicofármacos consumía. Sin embargo, “hay un incremento muy grande de personas jóvenes en las consultas, y también ha aumentado en este colectivo el consumo de estos medicamentos”, afirma el vicepresidente del Consejo General de Psicología.
El seguimiento de los tratamientos con un especialista en salud mental es primordial para que estos funcionen y den respuesta a los diagnósticos realizados. Sin este control, muchos de estos fármacos se convierten en “una adicción con receta médica”, señala Chacón. Por ello, hoy en día “el consumo de psicofármacos es el principal problema de adicciones que hay en España”, recalca. Muchos de los que inician las pautas con benzodiazepinas “los acaban tomando durante años creyendo que es puntual –señala Iria Grande–, pero la realidad es que enganchan: se sienten más seguros y no pueden retirarlos”.
Con el foco puesto en la salud mental, el trabajo es ahora acercar la atención psicosanitaria a los circuitos de la atención primaria de la sanidad pública. Solo de esta forma puede acercar a los especialistas para hacer seguimiento de los tratamientos, como reclama Iria Grande, y acabar con “la falta de recursos para realizar una intervención óptima”. Carles Villalonga