Vuelta al cole 2.0
Por Enrique Bassat , epidemiólogo y pediatra.
El fin del estado de alarma, en mayo, y la consiguiente relajación de muchas de las medidas de prevención de la covid, presagiaban un aumento de casos y un inicio del verano movidito. Sin embargo, nadie imaginaba la magnitud y el crecimiento desbocado con que nos sorprendería la quinta ola, espoleada por la altísima contagiosidad de la variante y por las inesperadamente altas tasas de contagio entre los más jóvenes. Sin ánimo de criminalizar, parece evidente que este grupo (menores de 30 años), con su baja cobertura vacunal, sus actitudes y actividades que fomentan la transmisión, y sobre todo su flaca percepción del riesgo, ha sido el principal responsable (y afectado) de prender la mecha de la quinta ola. Si a esta ecuación se suman el tiempo libre de los meses de verano y las ganas acumuladas de normalidad y celebración, sale una explosión de casos sin precedentes.
Es precisamente la vuelta a la rutina lo que ahora nos conviene más, sobre todo si queremos confirmar las buenas tendencias epidemiológicas y evitar nuevas sorpresas. El fin de las vacaciones reinstaurará rutinas y automatismos que facilitarán el control de la transmisión en una población española mayoritariamente bien inmunizada. Sin embargo, y como el año pasado, hay un grupo de edad en el centro de mira: los escolares. La reincorporación de cerca de ocho millones de alumnos de forma presencial a sus escuelas es de nuevo motivo de preocupación entre muchos padres, atemorizados de que sus hijos, muchos de los cuales aún no son elegibles para ser vacunados, aglutinen los futuros casos de covid y sean el punto de partida de futuras olas. Aunque la preocupación por el bienestar de los hijos es siempre legítima, durante el curso pasado, en ausencia de vacunas durante la mayor parte del año, las escuelas se mantuvieron abiertas y la transmisión en las aulas fue mínima.
Esta vuelta al cole 2.0 debería ayudar a normalizar el riesgo de infección entre los más jóvenes, que siguen teniendo las mayores tasas de incidencia. Pero esto solo será posible si los protocolos covid de prevención diseñados para las escuelas, que tan bien funcionaron durante el curso 2020-21, pueden seguir aplicándose. En esta rentrée, y con una incidencia comunitaria todavía alta y la variante delta como incómoda invitada, poco debe cambiar, por lo menos hasta que podamos confirmar que las medidas siguen siendo igual de eficaces para contener la transmisión en las aulas. Para dificultar la transmisión del virus, volveremos a impedir a los niños y adultos enfermos que entren al colegio, reestableceremos los grupos burbuja (aunque con ratios profesor/alumnos algo mayores), que facilitaron el aislamiento de los casos positivos y la trazabilidad de sus contactos, seguiremos fomentado la ventilación y la higiene y confiaremos en la distancia entre alumnos, aunque el aumento de las ratios la disminuya. Las mascarillas seguirán siendo obligatorias para profesores y alumnos a partir de los seis años, y su uso en exteriores, altamente recomendado si no se puede garantizar la separación entre grupos burbuja. Pero por encima de todo, este año, el virus se encontrará en las escuelas a su kryptonita particular, con cerca del 95% de profesorado y una proporción creciente de adolescentes correctamente vacunados. La respuesta de los más jóvenes ha sido ejemplar. Bravo.
Es probable que durante las primeras dos o tres semanas se detecten casos. Muchas de estas infecciones se habrán originado los últimos días de vacaciones. Esto ya ocurrió el año pasado y no debería ser una sorpresa, aunque por desgracia siempre va acompañado de una cierta alarma social y un runrún importante que cuestiona la estrategia. La adecuada y rápida detección de estos casos será síntoma de un buen funcionamiento de la estrategia, puesto que permitirá su aislamiento preceptivo y la trazabilidad de todos los contactos dentro del mismo grupo burbuja. La ventaja para las familias este año es que los adolescentes vacunados que sean contacto de un caso podrán seguir acudiendo a clase, limitando los daños colaterales del confinamiento domiciliario de 10 días. Otro argumento de peso para animar a los más jóvenes a vacunarse.
Démosle un voto de confianza a esta nueva vuelta al cole. Mantengámonos vigilantes ante las nuevas variantes y flexibles para modificar las recomendaciones según la evolución de la pandemia. Los niños serán siempre los beneficiados de disfrutar de la educación 100% presencial. El virus hallará en las aulas a su kryptonita: el profesorado y muchos alumnos vacunados.