Las variantes del virus no son el inicio de otra pandemia”. Hans Kluge, director para Europa de la OMS
Hans Kluge, director para Europa de la OMS, ve inevitable la expansión de la covid-19 durante 2021 pero cree que la crisis sanitaria ha entrado en una fase más manejable y predecible
El doctor belga Hans Kluge, director para Europa de la Organización Mundial de la Salud (OMS), advierte de que “2021 será también un año covid-19” y recomienda no bajar la guardia en las medidas de prevención y contención a pesar de la puesta en marcha de las campañas de vacunación. También aconseja mantenerse en alerta ante la aparición de nuevas variantes, aunque apunta que “no provocarán otra pandemia”. Al frente de la división europea de la OMS desde febrero del año pasado, justo en el arranque de la epidemia provocada por el virus SARS-CoV-2, Kluge cuenta con un cuarto de siglo de experiencia en salud pública. Ha coordinado programas para combatir la tuberculosis en Liberia, Somalia o en el sistema penitenciario ruso en Siberia. Políglota (además de su neerlandés natal habla francés, inglés, alemán y ruso) atiende a este medio por teléfono desde Copenhague, donde la OMS tiene el cuartel general para luchar en Europa contra la pandemia.
La Comisión Europea está sufriendo un aluvión de críticas por su estrategia de vacunas. ¿Ha sido un fracaso o es demasiado pronto para dar un veredicto?
Sería prematuro e injusto comenzar ahora a culpar a alguien solo porque Europa vaya un poco por detrás de algunos países en tasa de vacunación. Debemos entender que las vacunas se han desarrollado con una rapidez sin precedentes. Habitualmente se tarda entre 5 y 10 años. Y debemos reconocer que la estrategia de negociación de la UE ha permitido una economía de escala que proporciona vacunas a todos los países por igual a un precio justo para todos. Sin la UE, la mayoría de sus países —en particular los pequeños, aislados o con poco poder de negociación— no habrían tenido vacunas a menos que hubiesen recurrido a la OMS o a organismos multilaterales.
La UE se ha marcado el objetivo de vacunar al 70% de su población antes de finales de verano. ¿Lo ve factible tras el retraso acumulado en las primeras semanas?
Se está hablando mucho de la tasa de vacunación del 10% en EE UU o del 15% en Reino Unido. Pero no se puede comparar la evolución de un país con la situación de 27 Estados miembros, con 27 sistemas de salud diferentes, que deben proveer vacunas al mismo tiempo y a un precio asequible para 450 millones de personas. Es una tarea gigantesca. Y no es una campaña de vacunación al uso. Es una inmunización frente a una pandemia. No me obsesiona el objetivo del 70%, pero tengo una gran confianza en que los retrasos en el arranque de las campañas se van a compensar con la llegada de nuevos productos de calidad y con un incremento de la capacidad de producción, gracias en parte a la colaboración de farmacéuticas que hasta ahora competían entre sí. Y es importante hacer un relato que no confunda a la gente porque la covid-19 ya es un asunto bastante complejo. Ahora, el principal objetivo de la vacunación no es la inmunidad, sino proteger a las personas más expuestas y a las más vulnerables. Con eso la mortalidad se reducirá y los sistemas hospitalarios no se verán desbordados. Ese es el principal objetivo.
¿Teme que las nuevas variantes del virus inutilicen las vacunas?
Las nuevas variantes son un cruel recordatorio de que el virus todavía nos golpea. Pero no son un nuevo virus, son la evolución normal de cualquier patógeno que trata de adaptarse a su anfitrión, el ser humano. No es el comienzo de una nueva pandemia, pero por supuesto debemos estar muy alerta. Primero, porque pueden causar reinfecciones. En segundo lugar, porque pueden desatar una propagación más rápida que haría más difícil para los sistemas sanitarios de algunos países afrontar la pandemia. Y, por último, porque pueden tener un impacto en la eficacia de las vacunas. Con la gripe normal lo hemos visto, pueden aparecer variantes que obligan a hacer una vacuna ligeramente diferente. Por tanto, debemos permanecer vigilantes y en alerta porque si tenemos una propagación más rápida y una mayor movilidad de la gente vacunada podríamos tener un aumento en las víctimas mortales.
Una de las vacunas, la de AstraZeneca, está siendo desaconsejada en algunos países para ciertos tramos de edad. ¿Tiene sentido esa restricción?
El grupo de expertos de la OMS sobre inmunización [SAGE, por sus siglas en inglés] lo está analizando y la semana que viene presentará su recomendación [lo ha hecho el miércoles, aconsejando su uso para mayores de 65 años]. Pero lo importante es que cada vacuna se utilice de la manera que consiga el máximo impacto en función de sus condiciones prácticas de uso o su efecto en diferentes grupos de personas. La buena noticia es que a medida que llegan más y más productos disponemos de más flexibilidad y eso permite optimizar los recursos y trabajar con una cartera que incluya varias vacunas de diferentes fabricantes. Lo importante es que los Gobiernos expliquen bien su uso y dispongan de un único plan de vacunación para no provocar confusión entre la gente.
Estamos al comienzo del segundo año de la pandemia y el cansancio y la frustración aparecen. ¿Qué recomienda para combatir esa fatiga?
Sí, antes lo llamábamos fatiga por la pandemia, pero creo que ya estamos más allá, en una fase de frustración. Me preocupa mucho la posibilidad de una epidemia paralela en la salud mental. He lanzado una coalición de salud mental, encabezada por la reina Matilde de Bélgica en nombre de Naciones Unidas, centrada en el impacto mental de los confinamientos, especialmente en los jóvenes que tienen una especie de sentimiento de “no estar creciendo”. En más de 30 países los servicios de salud están identificando a los grupos de población más afectados para diseñar acciones o actividades que se les puede proponer la comunidad. Las medidas no pueden ser iguales en todos los países, deben adaptarse a cada situación y realidad. Para los jóvenes, en concreto, necesitamos que los programas los lideren personas de referencia, bien del deporte o de otros campos. Lo importante es mostrar empatía hacia esos grupos, no criticar a los que se sienten cansados de la situación.
España es uno de los países más golpeados por la pandemia. ¿Hay algún dato factual que explique ese impacto o es un fallo de gestión?
No lo llamaría fallo de gestión en absoluto. De entrada, en la OMS nos negamos a establecer comparaciones entre las respuestas de los diferentes países ante la pandemia porque se producen en diferentes contextos operativos o políticos. Hay muchos factores y todavía no sabemos cómo afectan. Lo que sabemos es lo que le gusta al virus. Al virus le gusta la división y la desinformación. Donde la respuesta política ha sido drástica e inmediata, las medidas han funcionado. Y debe haber una continuidad desde el aviso científico hasta la decisión política. En cambio, las medidas no han funcionado donde las razones políticas se ha impuesto a cualquier precio. También hemos comprobado que las medidas reactivas funcionan peor que las proactivas, sean en el sentido de la restricción o la relajación. Los movimientos brutales y rápidos hacia el confinamiento o la apertura se han demostrado menos efectivos que avanzar gradualmente y con seguridad. En el caso de España, siempre que nos han consultado hemos ofrecido nuestra ayuda. Cada dos semanas he celebrado una teleconferencia con el ministro [de Sanidad] Salvador Illa y su sucesora está dispuesta a mantener esos contactos.
Pero en el fondo, estamos viendo que las medidas dependen más de la fortaleza económica de un país o región que de la evolución sanitaria. Los que pueden permitírselo paralizan gran parte de la actividad.
Ese es un punto clave. Pero no estamos en la misma situación que en marzo del año pasado. En aquel momento, el confinamiento supuso un parón total de la economía. Se consiguió frenar el virus, lo cual es bueno, pero hubo un impacto en muchas personas, particularmente las más vulnerables. Esa es una de las grandes lecciones que hemos aprendido hasta ahora, que la pandemia no es igualitaria y los más vulnerables han sido golpeados con más fuerza. Ahora debemos ser más sofisticados al aplicar restricciones y adoptar medidas para atender el impacto social y de salud mental, con medidas económicas de apoyo a los más vulnerables y manteniendo abiertos los centros escolares tanto tiempo como sea posible. Y vigilar estrechamente la violencia doméstica.
Tras lo ocurrido en Navidad, ¿teme que haya otra ola de contagios después de Semana Santa?
Yo antes también hablaba de segunda y tercera ola, pero, en realidad, estamos ante una corriente continua. Porque una ola significa que la propagación del virus aumenta y, de manera natural, desciende. Pero la verdad es que eso nunca ha ocurrido, nunca ha bajado. La situación solo ha mejorado a raíz de las medidas adoptadas. Tan pronto como se relajan, los contagios suben. Debemos ser sinceros: 2021 va a ser otro año de covid-19, pero más manejable, más predecible. 2020 nos cogió con la guardia baja, entramos en un terreno ignoto, políticamente oscuro y científicamente desconocido. Ahora tenemos algunos elementos positivos, entre ellos las vacunas. Y las pandemias nunca duran para siempre, vienen y van. En ese terreno soy optimista, pero a pesar de las vacunas debemos ser muy cuidadosos y no repetir errores del pasado.
Los expertos de la OMS están en Wuhan investigando el epicentro del origen de la pandemia. ¿Qué resultados esperan obtener?
Esperamos un buen análisis de los datos disponibles. El éxito de la misión no significa necesariamente descubrir el origen del virus, pero puede ser importante para estudiar los anfitriones intermedios del virus. Y eso es esencial para contener futuros brotes. Bernardo de Miguel (EP)