La intolerancia a la lactosa afecta al 75% de la población mundial
No todos los pacientes padecen el mismo grado de rechazo a los lácteos
Silvia Fidalgo La lactosa es un disacárido que se encuentra presente en alimentos como la leche, el queso y sus derivados. Para su digestión, el cuerpo humano necesita de una enzima llamada lactasa. Cuando la lactosa es ingerida y llega al intestino delgado, la lactasa actúa sobre la glucosa que se encuentra en los alimentos, dividiéndola en moléculas para que puedan ser absorbidas, digeridas y transportadas a través del corriente sanguíneo. Si una persona tiene un déficit de la enzima lactasa, es decir, presenta una baja concentración o no se produce, la lactosa no puede ser digerida correctamente en el intestino delgado y pasa directamente al intestino grueso, donde es fermentada por la flora bacteriana, provocando trastornos digestivos en forma de flatulencia, dolor abdominal, diarreas e incluso vómitos. Es entonces cuando tiene lugar la intolerancia a la lactosa, que se puede diagnosticar fácilmente mediante el test del hidrógeno espirado.
Esta afección es muy común y afecta a un 75% de la población mundial, aunque hay grupos étnicos más propensos a padecerla, como los asiáticos, africanos y americanos. En España, entre el 20 y el 40% de la población la sufre, según fuentes de la Fundación Española del Aparato Digestivo (FEAD). La intolerancia a la lactosa tiene diferentes orígenes, pero la causa más frecuente es de tipo genético y progresivo y suele aparecer a partir de los dos años de edad, pues la actividad de la lactasa desciende bruscamente. No todas las personas padecen el mismo grado de intolerancia, ni todos los alimentos contienen la misma cantidad de lactosa. Los quesos curados y, sobre todo, los productos lácteos fermentados como el yogur son más aconsejables para las personas intolerantes, pues durante su proceso de elaboración las bacterias encargadas de fermentar la leche (Streptococcus thermophilus y Lactobacillus bulgaricus) generan la enzima lactasa, ayudando a la asimilación de la lactosa y a la digestión, tal como indica Lluís Asmarats, jefe del servicio de medicina interna de la Clínica Sagrada Familia y, además, paciente de intolerancia a la lactosa.
La Federación Española de Sociedades de Nutrición, Alimentación y dietética (FESNAD) afirma que las bacterias que producen la fermentación del yogur favorecen la mejor digestibilidad de la leche y se ha demostrado que si estos productos se ingieren de forma fraccionada, se pueden minimizar o incluso evitar la aparición de síntomas. Lluís Asmarats aconseja seguir los consejos del médico para reintroducir posteriormente una dieta con lácteos o derivados en cantidades progresivas.