La adolescencia es una etapa de riesgo en el TDAH y un buen control desde la infancia previene la evolución de los síntomas
Afecta en torno al 5% de personas entre 13 y 17 años
La adolescencia es una etapa de importante transformación madurativa a nivel cerebral y físico, de cambios de roles familiares y sociales y lo que supone el paso de la educación primaria a secundaria. Esta época puede constituir un periodo de riesgo para los pacientes con Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH), que afecta alrededor del 5% de las personas entre 13 y 17 años y en más del 50% persiste en la edad adulta.
Los síntomas nucleares del TDAH evolucionan con el paso de los años, de modo que la hiperactividad tiende a atenuarse y en la adolescencia aparece de forma más sutil, por ejemplo, con inquietud en las piernas, movimientos de retorcimiento de dedos o realización de ruidos, y en ocasiones con dificultad para desconectar y descansar. “En este periodo, la impulsividad puede manifestarse en la esfera social en forma de discusiones en las que se entra con facilidad, reacciones emocionales intensas, en ocasiones explosivas, y problemas para controlarse, por ejemplo, con las figuras de autoridad. En cuanto a la inatención, persiste en la adolescencia, mostrando olvidos frecuentes o tendencia a ser poco eficaz en las tareas”, señala Nuria Tur, coordinadora de la Unidad de Psiquiatría y Salud Mental de Niños y Adolescentes del Hospital Clínico San Carlos, de Madrid.
El control de estos síntomas puede empeorar sin una terapia adecuada. “Es frecuente que algunos adolescentes cuestionen el tratamiento, incluso que lo interrumpan, pues son más autónomos y ya no están bajo una supervisión tan estrecha de sus padres”, explica Nuria Tur. Si el trastorno no ha sido abordado convenientemente, puede afectar al autoconcepto de estas personas, su funcionalidad y adaptación al entorno; es posible que presenten mayores dificultades académicas y de relación social; y pueden aparecer trastornos comórbidos, siendo frecuentes los que afectan a la esfera afectiva, como la ansiedad o los síntomas depresivos. “Un tratamiento inadecuado aumenta también el riesgo de iniciarse en el hábito tabáquico, o en el consumo de alcohol, e incluso puede existir un riesgo aumentado de iniciarse en el consumo de tóxicos”, añade esta especialista.
Trabajar con el paciente desde la niñez y continuidad de la atención sanitaria
Para minimizar los riesgos que conlleva la adolescencia sobre estos pacientes, Nuria Tur ve fundamental el trabajo terapéutico realizado durante la niñez, en el ámbito de la psicoeducación y psicopedagógico, con el paciente y en el entorno familiar.
Otro de los aspectos a tener en cuenta para un mejor control del TDAH tras la infancia es evitar la interrupción de la asistencia sanitaria. Según esta experta, se trabaja para asegurar la continuidad de los cuidados, con programas que establezcan puentes entre servicios, con una figura que ejerza el rol de coordinador de la transición y acompañe al paciente y la familia durante todo el proceso. “Es muy importante la inclusión del adolescente y su familia en el proceso de planificación y seguimiento, la coordinación entre todos los profesionales, la adecuada transmisión de la información entre servicios y un solapamiento en la atención hasta que se confirme la adherencia al nuevo dispositivo”, señala.