El insomnio, la puerta directa a la dependencia de benzodiacepinas
Expertos piden reducir la prescripción de unos fármacos que generan adicción si se mantienen en el tiempo.
Los españoles consumen cien veces más benzodiacepinas que los alemanes. De hecho, los españoles (sobre todo, mujeres) son los que más fármacos que disminuyen la excitación neuronal y que tienen un efecto ansiolítico, hipnótico, relajante muscular y antiepiléptico consumen de todo el mundo, según la Junta Internacional de Fiscalización de Estupefacientes (JIFE). No es algo nuevo, España lleva años liderando este ranking, pero es ahora cuando se oyen con rotundidad y desde numerosos púlpitos voces pidiendo reducir una ingesta, que mayoritariamente es recetada por los facultativos.
Los últimos en hacerlo han sido la Alianza por el Sueño, compuesta por sociedades científicas, profesionales sanitarios y científicos, gestores y empresas, que el pasado lunes alertaron desde el Congreso de los Diputados que el insomnio es la puerta de entrada al consumo de benzodiacepinas, una ingesta que no significaría gran cosa si no fuera porque su prescripción se convierte habitualmente en permanente desarrollando dependencia. Quien lleva años tomando pastillas para dormir ya no puede renunciar a ellas. “Cuando se toman durante demasiado tiempo, pierden su efecto beneficioso. Además, pueden producir efectos adversos como pérdida de memoria y de reflejos, confusión y mayor riesgo de caídas y fracturas, especialmente en los pacientes mayores”, explican desde esta entidad.
En España, el 48% de la población de más de 18 años tiene problemas de sueño, de ellos, EL 18% problemas serios. De hecho, seis millones sufre insomnio crónico, con serias consecuencias para su salud. A esos, hay que sumar otros siete millones con apnea del sueño.
Tampoco se libran los niños y, sobre todo, los adolescentes: 4 de cada 10 alumnos duerme menos de lo que debería durante el curso; la mitad de los adolescentes duerme menos de 7 horas y el 24% de los niños se duerme en clase al menos dos veces a la semana, apunta Gonzalo Pin, coordinador del Comité de Sueño y Cronobiología de la Asociación Española de Pediatría (AEP)
¿Qué consecuencias tiene dormir mal? La lista es larga, pero, para resumir, incremento del riesgo cardiovascular, de enfermedades endocrinas, debilidad del sistema inmunitario, más riesgo de enfermedades degenerativas, señala Odile Romero, coordinadora del grupo de trabajo Sanitario de la Alianza por el Sueño y jefa de la Sección de Neurofisiología de la Unidad del Sueño del Hospital del Vall d’Hebron de Barcelona. “Hay datos consensuados y publicados de una tendencia a sufrir demencias si hay una privación de sueño”, declaró. Además, estos trastornos del sueño llevan a alteraciones a nivel mental.
Y el tratamiento más habitual pasa por el uso de ansiolíticos e hipnóticos, eso sí, por un tiempo limitado y controlado. Pero ésa no es la realidad, como explicaron desde el Congreso de los Diputados los expertos: el consumo diario está extendido. La mayoría de los que consumen estos fármacos llevan años, incluso décadas.
“Hay que intervenir para reducir el consumo de estos fármacos”, pidió Carlos Roncero, miembro del grupo de trabajo sanitario de la Alianza por el Sueño y presidente de la Sociedad Española de Patología Dual, quien alertó de que una de cada nueve personas consume benzodiacepinas, el 25% las ha tomado en al menos una ocasión, incluidos los adolescentes. “El 20% de los estudiantes de la ESO las ha tomado bien prescritas por un facultativo o de forma lúdica”, señaló el doctor Roncero.
Según Roncero, las enfermedades mentales generan problemas de sueño y los problemas del sueño generan otras enfermedades mentales, tales como ansiedad y depresión. “Son datos suficientemente claros como para plantearse que hay que intervenir y que es un tema de salud pública”, indicó.
Pero no ha sido solo la Alianza por el Sueño la que esta semana ha pedido que se ponga freno a la prescripción indiscriminada y sin control exhaustivo de estos fármacos. También el Ministerio de Justicia.
Así lo ha hecho el secretario de Estado de Justicia, Manuel Olmedo, quien apuntó que en la mitad de las autopsias realizadas a las personas que se suicidaron el año pasado (3.952 personas) se hallaron benzodiacepinas. No sólo eso, el 85% de las llamadas recibidas en el Instituto de Toxicología referían una ingestión de este tipo de fármacos, entre ellos, casi 800 menores de entre 11 y 15 años.
La ministra de Sanidad, Mónica García, explicó en ambas ocasiones que su departamento ya está trabajando para reducir las prescripciones de este tipo de fármacos, un llamamiento especial para los médicos de Atención Primaria. Porque, la falta de tiempo para escuchar al paciente, para aconsejarle sobre cómo mejorar su sueño (cenas ligeras, fin de las pantallas en la cama…) y reducir la ansiedad, les lleva a recetar estos fármacos. Celeste López (LV)