¿Cómo mejorar la detección precoz de las enfermedades coronarias?
Fármacos contra el estrés oxidativo de las células podrían ser eficaces.
Teresa Matias Correia, investigadora del Centro de Ciencias del Mar de Algarve, en Portugal, está optimizando una nueva técnica que combina la resonancia magnética y la inteligencia artificial para detectar precozmente la cardiopatía coronaria, principal causa de muerte en el mundo.
“Actualmente, el método más utilizado para detectar esta enfermedad es la angiografía coronaria, una técnica invasiva que utiliza rayos X para ver los vasos sanguíneos del corazón”, explica Correia. “Además de ser cara, es una técnica compleja que requiere personal especializado y hospitalización. Buscamos alternativas no invasivas y sin radiación, como la resonancia magnética cardiaca (RMC) de perfusión; una técnica que ya existe, pero que aún tiene limitaciones”, expone la investigadora.
La RMC capta cómo fluye la sangre en el corazón. Sin embargo, tiene poca resolución, no capta el órgano entero, y tiene margen para la interpretación, dependiendo del nivel de formación de quien observa las imágenes. Para superar estas trabas, Correia ultima una nueva técnica de resonancia que combina métodos matemáticos y aprendizaje automático para acelerar el proceso, a fin de permitir diagnósticos más precisos y con poco margen de discusión sobre si una persona tiene una cardiopatía coronaria.
“Trabajamos con un equipo del Instituto Superior Técnico de Lisboa que está programando el escáner para cambiar la forma en que adquirimos las imágenes. También con la Universidad de Valladolid, que trabaja en la corrección del movimiento y en el procesamiento de las imágenes del corazón. Además, colaboramos con el Centro Nacional de Investigaciones Cardiovasculares (CNIC) de Madrid para la validación clínica”, comenta Correia. “Combinando matemáticas, física e inteligencia artificial, estamos cambiando la forma de obtener datos y sacar conclusiones sobre la salud del corazón para reducir la morbilidad y la mortalidad”, concluye la investigadora. Isabel Troytiño